Me gusta hacer un paralelismo entre los años y los tomos de la enciclopedia que teníamos en nuestras casas antes de que el internet se convirtiera en la fuente primaria de consulta: unos libros grandes, densos, llenos de contenido al que recurrir y en los que lo escrito, escrito está. Los tomos de nuestra vida, a diferencia de los de Universal, Británica o Cumbre, en vez de registrar definiciones, personajes y hechos históricos en palabras, registran momentos, imágenes y lo que perciben o detonan nuestros sentidos en forma de olores, sabores, sensaciones, emociones y sentimientos.

Hoy estamos todos, queramos o no, empastando este nuevo tomo que llevará en letra grande “2021”, y en él su particular repertorio de aprendizajes e inventario de experiencias. Ojalá que al colocarlo en el estante de la vida logremos rechazar la sensación de orgullo o de culpa que deriva de creer que valemos por lo que hacemos, decimos, vivimos o pensamos, y sepamos reconocer que todo eso viene predispuesto por oportunidades que se nos presentaron en el camino o por la falta de estas; que no tiene mucho sentido pensar que el verdadero valor tiene que ver con lo que “depende de” sino que hace más sentido que sea propio de lo que “es”.

Del nuevo tomo es muy probable que volvamos a leer unos pocos recuerdos o aprendizajes que sean realmente únicos, y de muchos nos sorprenda que, mientras fueron escritos, no sabíamos la huella que iban a dejar y que al evocarlos nos sorprenda su relevancia. Habrá entre ellos al menos una persona, una causa o hasta una mascota que entró a nuestra vida para transformarla y eso solo se hace o se hará evidente con el paso del tiempo.

Mañana estrenamos página con la intención de escribir derecho hasta en líneas torcidas y de usar colores y sonidos de armonía con los que nos sintamos y hagamos a otros sentir a gusto. Mañana es mejor que cualquier lunes, mejor que cualquier mañana, mejor que cualquier otro comienzo que jamás hayamos conocido, porque es nuevo y porque está disponible. Es una página en blanco que está lista para ser llenada.

Esta noche, del mundo de los sueños descenderán por un instante aquellos que quieren vivir y se dejarán desear por nosotros; luego ascenderán al cielo, porque los deseos, como el helio, pesan mucho menos que nosotros y menos que el aire. Desde el cielo nos mirarán a los ojos para  que nuestra voluntad los persiga.

Entre todos esos sueños, hay uno “liviano, como un ala de murciélago apoyado en la brisa[1]”, que quiere ser deseado, uno acerca de “un país en el mundo” que nos acoge a ti y a mí y capaz de transformar muchos “tomos” de mucha gente.

Espero que esta noche compartamos el sueño que alguna vez conquistó a muchos de nuestros grandes y cuyo legado abrazamos con alegría, el sueño de Duarte, Sánchez y Mella, el de Aída Cartagena Portalatín y Salomé Ureña, el de Freddy Beras Goico y Yaqui Núñez, el de Juan Bosch y Peña Gómez, el de Eladia de Cuello y Oscar de la Renta. Dominicanos que dejaron de escribir sus propios tomos, pero siguen inspirando los nuestros. Si algo nos ha faltado como nación es tener ese espíritu de sueño común que tienen las grandes naciones.

Espero que en el 2022 escribamos historias sobre un mejor lugar para todos.

[1] Tomado de “Hay un país en el mundo” de Pedro Mir.