El pecado original fue contratar a un consorcio de agencias publicitarias para reformular la marca país de la República Dominicana. Habría que averiguar si los responsables desconocían de la existencia de empresas dedicadas a la tarea de crear las complejas estrategias para vincular de manera atractiva una nación a un logo y un lema especialmente diseñados para redimensionar la imagen del país ante diversos públicos, o si les salió el tiro por la culata al contratar a entidades sin experiencia en esta exigente especialidad de la comunicación, conociendo el alto riesgo que asumían al poner en manos de agencias publicitarias el proyecto.

En todo caso, el resultado es un producto cuestionado por muchas personas que señalan las diversas deficiencias de su diseño, haciendo muy difícil que la marca país develada por el Presidente Abinader sirva de herramienta efectiva para promocionar a la República Dominicana en el mundo. Mucha de la crítica local se ha centrado en el supuesto plagio del logo gráfico que fue develado, pero en realidad el problema para nosotros es la baja calidad del concepto y la ejecución de este. La cuestión del plagio les corresponde a los tribunales dilucidar, en caso de que el afectado reclamase algún derecho que entienda tener por su anterior trabajo muy parecido, también calificado como de poco valor por los entendidos en diseño gráfico. ¿Quien descubrió con Google, en el pajal de la Red, la increíble coincidencia en los trazos?  ¿O la denuncia procede de manera anónima de un desafecto colaborador de una de las agencias publicitarias encargadas del proyecto marca país de la República Dominicana?

La denuncia de plagio ha opacado entre nosotros el verdadero escándalo de este proyecto, que es la inutilidad del logo y el lema para los fines que se piensa utilizar. Sin embargo, profesionales del branding procedentes desde el  Cono Sur hasta España han reaccionado con opiniones razonadas en instructivos videos sobre la que consideran muy baja calidad del trabajo presentado. En todos los casos,  hacen notar que no poseen suficientes elementos para evaluar la estrategia integral de nuestra marca país, y se limitan a opinar sobre las distorsionadas letras RD presentadas como logo, haciendo de pasada algunos comentarios sobre el lema, “La República del Mundo”, así como el video presentado en el evento, pues son los únicos elementos de conocimiento público.

El lema no parece guardar ninguna relación orgánica con las distorsionadas iniciales del logo y sorprende el final del video de presentación cuando salta sin congruencia de “lo más lindo de este mundo” a “la República del Mundo”. En realidad, lo que atrae del video es la luz y el colorido de los paisajes y la alegría de la música y la gente, nada de lo que se asocia con las tradiciones y las instituciones de la vida republicana. El video explaya la pasión de los dominicanos por sonreírle a la vida y compartir nuestra alegría, definitivamente nuestra ventaja competitiva, pero eso no lo recogen ni el logo ni el lema. Se debió destacar el carácter jovial y abierto de los dominicanos en logo y lema. En lugar de hablar de lo más lindo de este mundo, es preferible comunicar que somos un pueblo que comparte su contagiosa (cuidado con esta palabra en estos tiempos de pandemia, quizás mejor usar el adjetivo “pegajoso”) alegría en todo lo que hacemos.  El logo debió captar el carácter jovial y sonriente que hace a nuestro pueblo tan especial, quizás con un lema por el estilo de: República Dominicana: ¡compartimos nuestra alegría!

Para ser justos, el sonoro nombre oficial de nuestro país presenta algunos inconvenientes para la tarea en cuestión: es demasiado largo y no es igual en inglés que en español. Tiene 18 letras y nueve sílabas (7 en inglés), comparado con Haití (5 y 2) y Perú (4 y 2) o México (6 y 3), que además presentan variaciones mínimas al traducirlas, como una tilde o diéresis que se pierde en inglés. No hay otro país que trata de promocionarse en el mundo utilizando en su línea gráfica/lema un nombre tan largo como el nuestro. Entonces, repetir la palabra “República” nos parece un exceso de celo por el nombre oficial que solo los dominicanos mantenemos. Ninguno de los otros países latinoamericanos usa un nombre con más de cuatro sílabas para promocionarse, pues el nombre oficial es una cosa y otra es la efectiva comunicación al mundo de la imagen que queremos proyectar. Estados Unidos de México, su nombre oficial, cuenta con 10 silabas. El gigante de Sur América, oficialmente República Federativa do Brasil (12 sílabas), usa solo las cuatro de Brasil para promover su imagen. Si un país tan grande como Brasil se conforma con dos sílabas para promocionar su marca país, ¿habrá llegado el momento de nosotros repensar este asunto?

El caso de Perú es un buen ejemplo de cómo la brevedad de su nombre ha permitido convertirlo en un logo memorable por su sencillez y que además facilita su reproducción por múltiples medios.

Nombre y logo se fusionan en un memorable isologo, que es utilizado por empresas de todos los sectores y para múltiples fines.

Al usar las iniciales RD como logo en nuestro caso, la tarea se complica porque en algunos de los principales idiomas extranjeros nuestras iniciales son DR, incluyendo el inglés. Lanzamos la siguiente propuesta tonta, inspirada en nuestra bandera, en caso de insistirse en las iniciales como elemento del logotipo: en estilo naif, dividir con una cruz blanca un rectángulo en cuatro rectángulos; poner una R blanca sencilla sobre fondo rojo (bandera) liso en el rectángulo superior izquierdo y por igual en el inferior derecho; colocar la D blanca sobre fondo azul (bandera) liso en superior derecho e inferior izquierdo. Esta propuesta no es plagio ni blasfemia, sino inspirada en nuestra bandera y las iniciales de República Dominicana, aunque tampoco es una solución brillante sin una buena estrategia promocional para que la gente asocie este nuevo ícono con la alegría y la pasión por su patria de los dominicanos.

Dejando el relajo, el quid está en conocer cómo el consorcio de publicitarias encargado de proyectar la imagen de nuestro país en su mejor vertiente propone desarrollar la tesis de que somos “La República del Mundo”. Es factible argumentar con pasión que somos un pueblo generoso, luchador, con una sonrisa a flor de labios y dispuesto a servir con gusto, a compartir nuestra alegría en todo lo que hacemos. Por otro lado, nuestras conquistas en la institucionalidad republicana son incipientes y todavía modestas, y mucho más difíciles de argumentar y documentar.

Podemos competir con los mejores en cuanto a compartir nuestra alegría; esperemos unas cuantas generaciones más, antes de vanagloriarnos de nuestras instituciones republicanas y democráticas, trabajando a lo interno para que no vuelvan a suceder gazapos como el de auto titularnos “La República del Mundo”, que desdicen del buen funcionamiento de nuestra institucionalidad.

La presentación de nuestra marca país se ha hecho en el patio como ensayo general. La reacción de “no puede ser” ha sido inmediata y espontánea, como ha solicitado por el presidente Abinader. No es tarde para recapacitar antes de presentar la “La República del Mundo” oficialmente en la Bolsa de Valores de Nueva York y la Feria de Turismo de Berlín, como lo hiciera exitosamente Perú con la suya hace unos años.