Es formativo comparar y diferenciar la religiosidad, la espiritualidad, y las tendencias eclesiales en el continente de África con la América Latina y el Caribe. Conocemos lo nuestro, y puede ser beneficioso tener comprensión de otras expresiones de fe y práctica de devociones.
El Continente Africano es sumamente grande. Hay miles y miles de tribus, pueblos, naciones, culturas, concepciones de la vida, del poder, de las prácticas de religiones y de las relaciones humanas. Cada pueblo tiene su forma de interpretar, invocar, rendir culto a la divinidad o divinidades. Hay manifestaciones religiosas de muchas y distintas formas. Hay religiones ancestrales; animistas; cultos a los antepasados; invocaciones; temor y amor a los espíritus; vudú; cristianismo apostólico; Iglesias de la Reforma; movimientos religiosos regionales y nacionales desprendidos de la Iglesia Católica Romana, la Anglicana, la Luterana, la Metodista, Pentecostales y sincretismos.
Dada la situación arriba mencionada, hablar de una espiritualidad generalizada en el Continente Africano, no es fácil: porque, aparte de la diversidad de cultos, rituales, modos de adoración, formas de invocar las divinidades, normas de relacionarse con Dios o con las deidades; pues, hay carencia de tratados de teologías.
No es posible diferenciar una espiritualidad normativa, porque no existen muchos escritos por africanos acerca de las religiones o espiritualidad de los conglomerados, o de las personas. La gran mayoría de africanos no saben leer ni pensar lógicamente de religión, además hay en el vasto continente miles de lenguas, costumbres y culturas disímiles. En muchos casos los datos que hay sobre espiritualidad están contaminados por el pensamiento europeo o norteamericano.
Las liturgias, las lecturas cristianas, las disciplinas y estructuras eclesiales, tienen diferentes tendencias: el Libro de Oración Común y la autonomía diocesana de los anglicanos; los dogmas y la centralidad de la Iglesia Católica Romana; y la Confesión Augustana Luterana, que manifiesta e inculca, que “la fe es la que salva”.
Bien se puede decir que hay una crisis de identidad. El asunto de religión se complica por la composición de la multiplicidad de sociedades disímiles; pues hay: africanos nativos, de poca influencia de la raza blanca, europea o asiática; africanos de lengua, cultura y religión mahometana; africanos educados por misioneros cristianos en colegios y universidades; árabes de raza y cultura que viven en el continente desde tiempos inmemorables; mahometanos árabes y africanos en número igual o mayor que cristianos; y como es natural, aborígenes.
En general, el africano tiene una sensación de la omnipresencia del misterio que está presente en la comunidad y/o la tribu. Hay ceremonias especiales para rendir culto, apaciguar su ira o buscar la ayuda de las potencias misteriosas en tiempo de enfermedad, conflictos comunitarios, luchas triviales…
En el Continente Africano se encuentran las varias versiones del cristianismo. Las dos variantes más importantes están allí desde tiempos remotos. La Iglesia Oriental Ortodoxa-Griega; así como la Iglesia Occidental Latina. Esta última representada por la Iglesia Católica, la Anglicana, y las Iglesias Protestantes de la Reforma, y los grupos neo-pentecostales están creciendo con marcada influencia de sincretismo. Cada grupo de estas variedades tiene su espiritualidad en particular.
En la mente del religioso cristiano de cultura occidental, la espiritualidad es asunto personal-individual. San Pablo escribió lo siguiente a los Filipenses: “Cada vez que me acuerdo de ustedes doy gracias a mi Dios.” (Filipenses 1:3). Hoy decimos o cantamos: “Señor mi Dios, al contemplar los cielos…” O decimos: “yo le pido a Dios, a Dios que me ama.” Sin embargo, en general, el africano no se identifica de modo particular, individualizado ante Dios, sino siempre con la familia, con la comunidad, con la tribu. La espiritualidad africana, es pluralista, comunitaria y hasta encierra y toca a los familiares muertos o ausentes.
El africano común no tiene la espiritualidad como proceso intelectual o sentimental, como concepto y razonamiento teológico. Se ha dicho que el africano baila su religión, en lugar de pensarla como hacen las gentes de la cultura occidental. Los cristianos africanos evangélicos no hablan de Dios y de la espiritualidad, mas bien, viven la espiritualidad en lugar de describirla. En la América Latina, las comunidades pentecostales tienen similitud en este aspecto.
Los religiosos cristianos independientes expresan su espiritualidad en la forma activa, lírica, danzante, rítmica en los rituales y ceremonias con gestos y cantos. Los africanos evangélicos celebran su religión como fiesta santa, y en lugar de usar el cerebro para pensar en su fe, los rituales y ceremonias son actos religiosos de expresión o signo de posesión divina.
A pesar de lo dicho anteriormente, la influencia del protestantismo ha hecho que muchos africanos usen la Biblia e interpreten personalmente su relación con Dios y por eso hay un creciente movimiento religioso de grupos de iglesias que surgen espontáneamente en todo el continente al margen del anglicanismo y el catolicismo romano.
Las iglesias independientes y el movimiento carismático han tomado en serio la promesa de Jesús de enviar el Espíritu, y por tanto, se concibe que el Espíritu Santo esté presente para derrotar los males causados por los espíritus demoníacos. Se enfatiza mucho la fuerza del Espíritu Santo y sin querer Jesucristo toma un nivel menos influyente en la fe y práctica de éstos africanos. Los católicos romanos que veneraban a la madre de nuestro Señor Jesucristo ya no lo hacen así, y los fieles de las iglesias de la Reforma, que pedían la intercesión de Jesucristo han disminuido sus peticiones a Dios a través de su Hijo, y las iglesias independientes han aislado el Espíritu Santo de la Santísima Trinidad.
La individualidad surgida por la religión de las iglesias emergentes y el concepto de salvación personal, y de la relación particular con Dios, provoca fisuras en las familias, en las comunidades, las iglesias, las tribus y pueblos del África.
Hay un nuevo despertar religioso en el Continente Africano y el papel de los dirigentes está en proceso de cambio. Tradicionalmente el sacerdote cristiano no sólo es el dirigente religioso, sino el líder comunitario. La figura central del conglomerado, el jefe, el mediador, la cabeza visible que liga a Dios con los miembros de la comunidad en lo religioso y lo secular ya no es como antes. Esto está cambiando.
Para el africano hay un concepto muy marcado del papel y desempeño de las funciones del ministro. (La Teología de la Prosperidad no ha calado en el África como en la América Latina). Los miembros del clero no deben dar demostraciones de interés particular en beneficios individuales/personales de bienes materiales. Todo lo que el ministro tiene es para compartir con la comunidad y para el beneficio de todos. El ministro que busca beneficios personales, no es aceptable en la cultura africana y se sospecha de él como indigno de ser líder espiritual y comunitario.