"Ella no me quiere, pero ya me va a querer"
Conrado
Uno murió de una inyección de trementina suministrada por algún abanderado de eufemismos como "salud mental", sin contar algún morfinómano, el otro se suicido también con una inyección pero de tinta.
Sin contar algún morfinómano, "El gran poeta dominicano sigue inédito", y es que los hay que esta islita les queda redundantemente chiquita, que será grande para aguantar un par de países pero hay mentes brutalmente geniales que esta islita les queda chiquita.
La leyenda se les estanca y es el caso del gran Quijote dominicano el viejo Conrado que de poema en poema le ganaba terreno a su dulcinea con un cuadernito que de seguro espera al centenario de su muerte para ser publicado por algún mecenas capitalizado.
El otro, Jacovic, considerado mortal porque murió, fue uno de los pocos visionarios que logro fusionar el arte y su humanidad en una forma, por demás esta decir, peculiar de suicidio. De seguro hubiera pasado del mutismo al anonimato sin este no tan lamentable hecho, que nos deja no con un sinfín de preguntas más si con unos cuarenta y cinco tomos de psicosis descriptiva, un trabajo arduo de otra mente torturada.
A ambos los une no solo un estilo único cargado de verbos y conectores pero paradójicamente muy descriptivo, sino también (si supiéramos, superando la mutis cronológica) el nacimiento de uno y la muerte del otro.
Separados entre otras cosas por cientos de kilómetros culturales (Jacovic Europa central y Conrado Antillas mayores) y por extensión de sus obras y publicaciones (Conrado, posiblemente, un cuaderno inédito y Jacovic poco mas de seiscientos cuadernos recopilados en cuarenta y seis tomos).
Como dato curioso Santiago, nombre ajeno al inglés, al francés y al italiano, proviene de Jacobo que en su origen fue Ya’koov.
De Lugano a Santiago sin pasar por San Cristóbal nos queda una estela sagrada y cargada de fuegos no siempre tan fatuos.