La repatriación de haitianos no se ha hecho de un momento para otro, sino que desde bastante tiempo atrás se ha estado de cocinado todo el asunto en una olla grande y compleja, con muchos ingredientes, algunos de ellos bien difíciles de ablandar. Se trata de un asunto con raíces históricas y profundas, de gran sensibilidad humana, nada fácil de abordar y que implica numerosos aspectos, legales, logísticos, administrativos, transportes, etc. pues se trata de una operación gigante, sin precedentes en la República Dominicana, que involucra a muchos cientos de miles de personas, y la movilización de millares funcionarios y efectivos policiales para su control y ordenamiento.
Una operación que conlleva aparejada serias repercusiones tanto en el país vecino, que sin duda se utilizará con fines políticos, económicos y sobre todo para enconar más aún las diferencias y los odios entre ambas partes, como en el plano internacional, donde las llamadas ONG’s y los medios sensacionalistas y poco amigos, enfilarán como es ya costumbre, sus cañones hacia la República Dominicana, con los manidos temas del esclavismo, el tráfico de personas, los maltratos, la explotación salarial, etc. e impactando muy desfavorablemente en nuestro prestigio nacional y al igual que lo haría en la Marca País, si la tuviéramos.
Debe ser por esta larga y exhaustiva planificación, que las repatriaciones se están llevando a cabo, hasta el momento, con bastante serenidad y eficacia, y esto es bueno resaltarlo porque en otras operaciones similares llevadas a cabo con “la camiona”, aunque en mucho menor escala, los resultados habían sido poco menos que desastrosos.
Lo que no parce haberse planificado a tiempo son las estrategias diplomáticas y de comunicación que debían haber precedido y protegido desde hace muchos meses atrás a la operación repatriación, para informar en el propio país, y sobre todo en el extranjero, lo que se iba y cómo se iba a hacer, y lo más importante por qué se iba a hacer, esgrimiendo el argumento central e indiscutible de que las personas ilegales no pueden residir en un país de manera permanente,, ni mucho menos trabajar en el mismo sin los permisos debidos.
En cualquier parte del mundo repatrían a los ilegales, en los Estados Unidos por un tubo, y en Puerto Rico, por dos tubos, los dominicanos lo sabemos muy bien y en carne propia, también lo hacen en España, en México, en Inglaterra y en cualquier parte donde las leyes se cumplen y hay un sistema institucional estable. Ahora es que recién se ha venido a dar la orden a unas embajadas totalmente inoperantes para hacer una ofensiva mediática, cuando ya estamos en boca de todos y casi nunca de buena manera. Y esto ha sucedido así porque la diplomacia dominicana nunca ha sido un cuerpo profesional con una misión clara de defensa de los intereses del país en el exterior, sino un barrilito muy costoso para los contribuyentes de donde nutrir numerosos y favorecidos bolsillos personales, y asimismo porque el Gobierno no tiene montada una plataforma de comunicación adecuada a nivel internacional que se encargue de difundir debidamente lo que aquí sucede, con pelos y señales. En las televisiones y otros medios internacionales sólo sale algo de la República Dominicana cuando hay un pilón de muertos en un accidente de tráfico, o un ciclón o una tormenta tropical de esas que arrasan con todos y con todo.
Sabemos que la batalla de la opinión internacional la teníamos perdida de antemano, pero también creemos que si la hubiésemos librado con suficiente anterioridad y con criterio, sus efecto negativos hubieran sido mucho menores. No olvidemos que la mala opinión conllevará desprestigio nacional, pérdida de inversiones y sanciones de numerosos organismos. Como siempre, en las cosas importantes llegamos tarde.