Una de las mayores dificultades a las que tiene que enfrentarse un candidato es cuando  está ligado al gobierno y comprende que, para ganarse al electorado, tiene que criticar las medidas de éste, o, sin hacerlo explícitamente, presentar medidas alternativas.

Cuando opta por la primera opción su posición puede verse como incoherente, desleal o incluso cínica. La gente puede preguntarse: ¿Si tenías otra visión de la realidad o de la manera de enfrentarse a la misma, por qué no lo expresaste antes?

 Si decide no hacer críticas al gobierno pero presenta medidas alternativas que difieren de las que se tomaron desde el gobierno, es legítimo pensar que su actitud es típicamente oportunista y maniobrera. En todo caso, poco creíble.

Ese dilema no conduce a ninguna vía que contribuya a presentarlo como una opción realmente alternativa al gobierno existente. Por lo tanto, hay que decidirse por presentarse como siendo parte de una cierta continuidad, aunque con la voluntad de hacer giros sustanciales.

Este marco general se puede aplicar a diferentes situaciones si se introducen los datos específicos de cada tiempo y lugar, lo que daría cambios sustanciales entre los diferentes casos que se estudien o analicen.

Por ejemplo, tenemos un magnifico "estudio de caso" en la candidatura de Rubalcaba en España a ser el sucesor del presidente del Gobierno Zapatero. Con el agravante de que él ha sido durante estos casi ocho años, secretario del grupo parlamentario socialista, ministro del Interior, vicepresidente segundo del Gobierno y Portavoz.

Éstas tres últimas funciones las ha desempeñado durante el periodo en que se han tomado muchas de las medidas más duras por parte del gobierno de Zapatero y, hasta el momento de ser candidato, es decir, hablando coloquialmente, hasta ayer, no había hecho ningún movimiento diferenciador o crítico de las mismas.

Ahora mantiene que los bancos no han actuado según lo que se esperaba de ellos y que las ayudas públicas y las medidas que se tomen a partir de ahora tienen que enfocarse a  ayudar a los más golpeados por la crisis.

Es decir, a los que se han ido al desempleo, a los que no encuentran trabajo, y a todos aquellos que han perdido sus bienes inmuebles o han tenido que cerrar sus pequeñas o medianas empresas como consecuencia de la crisis, por la baja de la capacidad de consumo general y por la falta de préstamos bancarios.

Esta nueva actitud, sin ninguna duda, es digna de elogio. Y es lo menos que puede esperarse de alguien que se denomine socialista. Aunque dentro de esa misma familia parece que cabe un conglomerado muy  amplio. Desde socialistas a la "vieja usanza", es decir, los que creemos en el papel del Estado y las políticas públicas para contener la tendencia "salvaje"  del capitalismo y  sobre todo de este "capitalismo de casino".

Hasta los que se adhieren sin disimulo a toda la panoplia de ideas y medidas del neoliberalismo, y se auto designan como socialdemócratas "modernos" (ya no desean usar la  palabra socialista). Son defensores acérrimos de que para echar adelante la economía y salir de la crisis, lo esencial es: controlar o bajar los salarios, aumentar al mismo tiempo la productividad, reducir las políticas sociales, a la vez, que se tiende a un Estado mínimo. Y sobre todo,  no aumentar los impuestos al capital y a las grandes fortunas.

La hegemonía actual de la solución para salir de la crisis – en toda la UE- va por éstos últimos derroteros, aunque junto a ello se escuchen voces  dispersas de socialistas y no socialistas, que piden regularizar más las finanzas, poner impuestos a las transacciones financieras (modalidades de la tasa Tobin), y ver cómo se puede parar la espiral especulativa sobre las deudas de los países más débiles, los llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España).

Es decir, la cuestión que está planteada en España y en particular en el PSOE es qué tendrá que hacer Rubalcaba para distanciarse de Zapatero (en este caso, no de su persona, sino de las políticas que  éste ha asumido sin decir explícitamente que se vio forzado a tomarlas por la presión especulativa  y de sus socios de la UE).

Unos lo han dicho  sin tapujos: marcharse del gobierno ya y hacer campaña como candidato del PSOE sin el corsé de verse obligado a ser cosolidario con las medidas sociales que se han tomado. Esto, aunque no se pueda ver muy estético, le permitiría criticar ahora lo que no hizo antes, aunque fuera con la excusa  de que era miembro del Gobierno.

Ahora bien, la oposición al gobierno de Zapatero, explotará está debilidad del candidato socialista. Oposición que desde el PP ha sido brutal, tanto que se ha puesto verbalmente "a la izquierda " de los socialistas en la defensa de no tocar las pensiones, criticar las medidas de recortes sociales, etc. Tanto es así que jocosamente algunos comentaristas calificaban al PP como el "partido de los trabajadores". Con evidente sorna.

Si hay algo grave en la democracia española actual es que muchos cargos del PP en comunidades autónomas y en ayuntamientos que están siendo investigados por corrupción y que están sub iudice, se les ha mantenido en las listas electorales, cosa criticable en los dirigentes de ese partido.

Más escandaloso aún, si cabe, es que los mismos, en casi todos los casos, han sido votados por los ciudadanos mayoritariamente. Lo cual nos permite poner un interrogante sobre el retroceso cívico que viven las democracias en la actualidad.

Eso explica por qué tantos pillos, canallas y delincuentes, cuyo espacio debería ser las cárceles, estén en los parlamentos o en los gobiernos. Una anomalía de las democracias actuales. Una enfermedad de la democracia.