En estos días que se conmemora el día internacional contra la violencia hacia la mujer se tiende a mirar esta realidad de la violencia de género desconectada de muchas raíces culturales que le dan soporte y la refuerzan.

Son muchos los factores y los escenarios desde donde a la mujer se le somete a situaciones de violencia y a legitimarlas.

Aunque parezca contradictorio, uno de los espacios desde donde se refuerza la violencia y la desigualdad de género es el aula.

El aula que debe ser un espacio de ruptura con los cimientos de la violencia de género y con las desigualdades existentes no cumple ese rol, por el contrario refuerza la desigualdad y la violencia.

Así encontramos en el estudio de Violencia en la escuela que realizamos para Plan Internacional publicado el año pasado una serie de manifestaciones en las relaciones docentes—niñas en las que se refuerza la violencia de género y se le otorga al varón el permiso para agredir y sobre todo para ejercer su poder en forma atropellante.

Estas manifestaciones son las siguientes:

  • Vestimenta y control del cuerpo. Las niñas y adolescentes  en los centros educativos se convierten en las principales víctimas del control de su vestimenta y de su cuerpo. Maestros y maestras continuamente humillan y violentan verbalmente a las niñas según utilicen algunas vestimentas. Estas humillaciones y vejaciones que sufren las adolescentes son reforzadas por los adolescentes que las acosan sexualmente y este acoso se justifica porque ella “se lo buscó”.
  • Aceptación de la agresividad de los niños en sus juegos como algo “normal” de su naturaleza masculina.

En el estudio observamos a los niños jugar con mucha agresividad en los recreos, entradas y salidas de la escuela. Estos juegos pasan desapercibido y solo se interviene cuando se presentan casos de heridas o moratones.

La pelea de los niños no se convierte en las escuelas en un elemento problematizador y reflexivo con ellos mismos hacia la ruptura con estas prácticas que fortalecen la violencia.

Las actitudes agresivas de los niños tienden a verse como algo “normal” en el sexo masculino y se refuerza porque son más “machos”.

Esta pauta cultural es una de las patas que sostienen la violencia de género y se refuerza en todos los espacios en que los niños se socializan, vecindario, hogar, escuela.

  • Prohibiciones de juegos entre niños y niñas justificadas en la legitimación de la violencia varonil. En los recreos se les prohíbe a los niños jugar con las niñas con un discurso de tolerancia hacia la violencia de género porque las “niñas se lo buscan” si son agredidas por los niños o provocan violaciones con el juego con los niños.

Encontramos a maestros y maestras que alertan a las niñas de que no deben jugar con los niños porque con ello provocan que después “la violen” o la agredan. Este discurso reiterativo en las escuelas está sostenido en la visión de que la mujer provoca la violencia y la violación sexual y por tanto no se entiende que la mujer tiene derechos sexuales y reproductivos como mujer.

Comprender los derechos sexuales y reproductivos de la niña supone respetar el ejercicio de su libertad en el manejo de su cuerpo y en el juego en condiciones de igualdad con el niño.

La escuela debe fomentar la igualdad en las relaciones de género entre niños y niñas y romper con las raíces de la violencia de género que están presentes en nuestra cultura social y cotidiana.

La violencia de género está sostenida en pautas culturales que se reproducen en la cotidianidad donde al niño se le permite ser agresivo desde el juego y a la niña se le educa para que “no busque” la violencia.

No se establecen pautas culturales que eduquen el control y el autocontrol en los niños con juegos compartidos niños y niñas desde espacios de creatividad y sin violencia.

tahiravargas@yahoo.es