Los peledeístas, y no voy a cansarme de repetirlo, han sido efectivos en sembrar en la mentalidad popular, mediante la utilización abusiva de los fondos del Estado, la absurda idea de que ellos jamás saldrán del poder. Han logrado doblegar a todo aquel que su fin último, es amasar fortunas que fruto de su escaso talento y, que sin la complicidad con el sistema imperante, sería imposible lograr.

Su ambición de poder desmedida y la falta de respeto a la institucionalidad política, los llevó a destruir el partido que dio a este pueblo, el primer suspiro de libertad y democracia, ampliando la brecha que mitigue los efectos del desgaste natural que provoca la continuidad en el poder. Construyeron, consecuentemente, un Sistema de Justica deficiente que está sujeto a la pretensión non santa de los vicios que padecen, y que sirviera de barrera a posibles enjuiciamientos futuros.

Se fabricaron un armazón económico. Crearon emporios empresariales para no mendigar subsidios  de los sectores productivos, con los que compiten en condiciones favorables. Multiplicaron los Planes de Asistencia Social del Estado, con el ánimo de mantener cautivos:
el hambre, la miseria, la ignorancia y la poca conciencia ciudadana de los sectores populosos que lloran por estas dádivas execrables.

Los alumnos del oxidado profesor, que nació y yace en un humilde cementerio de la Vega, mediatizan los fenómenos sociales y aprovechan cualquier evento, sin importar la magnitud del mismo, para colar por lo bajo, proyectos que les garanticen la permanencia en el timón estatal. Atrofiaron el proceso evolutivo del conjunto de comunidades que componen la sociedad, destruyeron la confianza de la gente en los  partidos del sistema y apostaron a la eternización de una estructura diseñada para la mafia.

Han mostrado que son capaces de lo que sea para extender su mandato. Para ello se han hecho acompañar de las peores prácticas en política. Y, olvidaron, si fue que alguna vez lo aprendieron, la forma digna en que su líder se condujo frente a situaciones que afectan al depauperado. Moldearon un sistema a su imagen y semejanza; y, cuando algo parece salírseles de las manos, se inventan la peste y venden la cura.

Juegan a la falta de memoria, a la venta de conciencia, al abuso de poder y la poca y, a veces, nula institucionalidad para perpetuar la insípida idea de que nadie tiene las agallas para enfrentarlos en el escenario venidero. Apostaron e invirtieron en una atmósfera poco probable, pero que  de no ser enfrentados con carácter, conllevaría recursos humanos y  económicos que la oposición no posee.

Sin embargo, se les olvidó el lastre de desgracias en las que nos han metido desde su arribo al poder. Que nos han sumido en el caos, la desesperanza, la incertidumbre, que deterioraron el sistema público de salud, que hicieron de la educación un negocio, que no han podido garantizarnos seguridad ciudadana, que destruyen el campo, que atentan contra el turismo, que protegen los delincuentes, y que el pueblo se hartó.

¿Qué hace falta entonces para salir del PLD? Primero: tener un partido disciplinado, fuerte  y ajustado a las demandas de las mayorías, un pacto sincero entre las fuerzas de oposición, un hombre que se parezca, piense y actúe como el dominicano, con experiencia, carisma y determinación. Y un pueblo decidido y consciente  de que: “Para rescatar el país del caos y ponerlo a funcionar conforme a sus instituciones constitucionales, se necesita de un partido fuete y un líder considerable con arraigo popular.” –José Francisco Peña Gómez-. H.M.