Creo que el presidente Leonel Fernández desaprovechó una gran oportunidad, en su discurso del pasado domingo, de influir sobre el estado de ánimo de la sociedad dominicana, que no está muy satisfecha con el acontecer cotidiano. Me parece que el país esperaba u n discurso centrado en propuestas respecto al futuro, en vez de justificación del pasado.

Y el presidente hizo un discurso, fundamentado en muchas cifras estadísticas, que presentan un formidable progreso en el pasado.  Muy similar a sus múltiples exposiciones públicas a las cuales ya nos tiene acostumbrados, destinadas a vender una imagen fabulosa del país en que vivimos, la cual muy pocos ven.  Con ello demuestra que es un político vendedor de ilusiones, al estilo del árabe que quería vender su camello.

Dicen que con las estadísticas se puede demostrar cualquier cosa. Las estadísticas se expresan en números, y todo número siempre puede ser mayor o menor que otro. Pintar una realidad mejor o peor. Todo consiste en saber escoger ese otro número, para que se vea más feo: a qué año se refiere, en qué unidad de medida, en qué moneda se expresa, qué concepto se usa, el método de medición, etc.  Tal como muestran diversos informes, en el gobierno hay gente muy experta en eso.

El concepto usado es muy importante, porque el que recibe el mensaje puede no estarse dando cuenta de las diferencias: por ejemplo, la imagen de endeudamiento del país puede ser muy distinta si se habla de deuda externa o de deuda pública, y esta última si se trata de deuda del sector público no financiero o de todo el sector público. Corresponde al analista objetivo utilizar las cifras que mejor reflejan la realidad, y aclarar bien su significado al receptor del mensaje, para que no se preste a mala interpretación.

Pero el aspecto que llama la atención más poderosamente, porque denota un esfuerzo superior del presidente, fue en el de la educación. Ya sabíamos la opinión del Dr. Leonel Fernández sobre el tema educativo. Pero no creo que se pueda encontrar otro ejemplo de presidente de algún país del mundo que haya dedicado tanto tiempo,  que haya gastado tanto esfuerzo, tanto talento, en recolectar cifras, en revisar estudios , en consultar autores, para extraer datos y mostrar citas que permitan demostrar cómo no se mejora la educación.

Lo que se espera de un presidente es que dedique su talento a investigar bien cómo se mejora la educación, no lo contrario.  Y créanme que en este momento hay muchos jefes de gobierno en el mundo haciendo esfuerzos inauditos para encontrar las fórmulas  que permitan mejorar sus sistemas educativos, considerando el gran problema que se presenta para competir en la economía si no es en base al conocimiento y la calidad de sus recursos humanos.

Incluso los países que tienen los sistemas educativos más eficaces, como Finlandia, Corea o Hong Kong, todavía siguen preocupados sobre cómo mejorarlos. Pero en el discurso del presidente no aparece ningún estudio consultado ni citado orientado a decir qué es lo que hay que hacer para mejorar la dominicana. Y afortunadamente no encontró ningún estudio que haya llegado a la conclusión de que el remedio es asignarle menos recursos, porque con seguridad, esa habría sido la cita más importante del día.

Si de lo que se trataba era de citar evidencias de países, con ya altos niveles de recursos comprometidos en educación, en que se asignaron fondos adicionales sin que se reflejaran en mejoras de resultados, de esos hay muchísimos. Como en efecto encontró ejemplos el presidente. Pero se trata de países con niveles de calidad, en que ya unos dólares adicionales tienen poco impacto. La República Dominicana está muy lejos de ellos, con escuela pública calificada entre las de peor calidad del mundo, aún comparándola con los países más pobres del África.

Unas cuatro páginas, más de un 10% del discurso presidencial, se dedicó a tratar de convencer a la población de que asignando más recursos no se mejora el sector educativo. Es raro encontrar un presidente tan esmerado en exponer esa idea. Y pese a la precariedad de la educación dominicana  no aparece ningún estudio consultado ni citado orientado a decir qué es lo que hay que hacer para mejorarla. Y lo que  menos se espera es que, para reafirmar su convicción contra el gasto educativo, se ponga a manipular los párrafos para encontrar la frase adecuada a sus propósitos, sacándola de contexto con el fin de poner a un autor a decir lo que no dijo. El talento del presidente debería estar dedicado a fines más nobles.