La generalidad de las películas dominicanas, como cualquier producto de la llamada industria cultural y muy particularmente de la industria creativa como en el caso del cine, se restringe a un contexto de producción en serie de bienes consumibles cuando de manera explícita estas responden a un esquema de mercado en que tienden a degenerarse en franca contradicción de cualquier objetivo estético que le catalogue como arte en primer lugar.

La realidad de lo que es la ley de cine dominicana ha venido a reforzar las condiciones del mercado e influir en crear una camisa de fuerza implantando una incierta industria cinematográfica. Incierta porque si la ley de cine dejara de existir o se mediatice o sojuzgue al querer extravagante del consumismo, obvio que es poco probable que se erija esa industria, y si lo logra será debido a un elemento importante ideológico y estético alejado de las degeneraciones que hoy produce como industria naciente.

Lo que define la nacionalidad, el espíritu de lo que es como expresión cultural de una determinada sociedad o comunidad, como estética es precisamente el modo en cómo nos ve una película.

Dos aspectos diferenciados hay que destacar en eso de ¿Cómo nos interpreta el cine dominicano? Uno es la condición de lo que somos como dominicanos, y la otra es de lo que somos como mercado.

Lo más palpable es el presupuesto de las películas que se dicen dominicanas de acuerdo al concepto con que las miramos en este articulo. Cuando mayores son los presupuestos menores son los contenidos.  Lo mismo va para películas foráneas de mega presupuestos de producción que para las de factura nacional.

Esto se antepone a cualquier otra consideración puesto que en todo momento se presenta el objetivo primordial de crear una industria para un mercado, para un sistema de masas.

Entonces lo que nos define o la forma en cómo nos ve el cine dominicano es como sociedad de consumo a la que hay que proveer de un arte menor o de artesanías pasadas como películas. Todo lo que nos exprese en lo superficial y no en el contenido.

Quienes hacen puro "cine comercial" no están errados pues lo hacen atendiendo a las leyes del mercado que somos y no a lo que somos en lo ideológico, en lo político, en lo cultural y en lo social. Lo que en otra orden conceptual muestra que es un camino desacertado debido a que no puede expresar lo que somos o lo que debemos ser o mostrar la forma en cómo debemos reconocernos objetivamente y a partir de las subjetividades del cineasta.

Lógico es de saberse que el artista debe estar en estado de reflexión absoluto para encarar a las leyes del mercado y dibujar con maestría y honestidad una expresión de lo que hemos sido hasta hoy y de lo que nos espera. Mostrar desaciertos y aciertos en nuestro modo de ser.