En el bajo mundo, el cual yo he visitado innumerables ocasiones en calidad de investigador sociológico, he notado que los procesos de apareamiento de la juventud siguen un sistema totalmente distinto a como ocurre en la parte buena de la Capital.
En la parte buena de la Capital, todo es más cinematográfico, aderezado de Channel y anglicismos. Los calzoncillos son de Calvin Klein, la lencería de Victoria Secret.
Las mujeres lucen vestidos cortos y tacos altísimos, adquiridos en lugares que van desde Ágora Mall hasta Europa. El hombre, por lo general, no se preocupa mucho por la ropa como por adquirir avioncitos de juguete y coleccionar coches deportivos. En las discotecas colocan música electrónica y lanzan humo y espuma para el deleite de todos los blanquitos y blanquitas de moños buenos.
Después de compartir alguna conversación superficial y algunos besos, se sientan en la mesa de negociaciones, si todo marcha mal quedan como amigos, si todo marcha bien se casan con división de bienes, tienen hijos y aparecen en la portada de Oh! Magazine.
En el bajo mundo es distinto, tanto el decorado como los personajes. La discoteca es un cuchitril de mala muerte, el tipo de antro en que se arman tiroteos ocasionales por razones tan insignificantes como un pisotón o un derramamiento accidental de bebida. Tienen sus zonas VIP y todo, ahí van los capos.
Los vecinos sufren de los embates de la música a alto volumen, sin recibir respuesta alguna de las autoridades, meten cada día en la alcancía una moneda de 25 pesos para lo que será el féretro de sus seres queridos con problemas cardíacos y cada día dan una palada por el que será el joyo en que enterrarán a sus mascotas, otras de las afectadas por esa violación permanente a la ley de medio ambiente.
Moralinas aparte, continúo: La pinta nunca debe faltar.
Llama la atención como, con las necesidades primarias no resueltas, se abocan tanto por la compra desenfrenada de ropa. Uno pensaría que lo más importante es la comida o la manutención de sus numerosos hijos, pero eso parece estar en los últimos lugares de su lista de prioridades…
Aquí entramos en la que es otra de las aficiones preponderantes: la ingesta de alcohol. Los muchachos, al posicionarse en un rincón de la susodicha discoteca, se turnan por el pago de las cervezas, siguiendo un orden circular. Jamás de los jamases botan la botella, si por ventura un empleado se atreve a insinuar que las recogerá, le enseñan los dientes y lo increpan con el dedo medio.
Las dejan en el suelo, apiladas en montones, para llamar la atención de las hembras. Eso les mandará un mensaje subliminal de que en el lugar de que hay prosperidad económica y, por tanto, son los machos más apropiados para fines reproductorios. Suben una foto de las 10 o 15 botellas vacías a las redes sociales, con un mensaje que dice: ¨En bEba C0n Los PaNaz Mi000ZzzZ. ¨
Después de que lastimaron una quincena de ese modo, debe quedar un registro histórico de tan alta hazaña.
Rien mucho y a gritos -todos hablan vociando-, para enviarles señales sonoras. Allanado el terreno y con la asunción de que la hembra ha captado todas las señales de que son hombres que caminan, el macho más avezado se acerca a una y le susurra al oído: ¨señorita, ¿me concede esta pieza?¨
Y ella, apartándose de su madre -su principal compañera de tragos y quien la introdujo en el arte de fumar la Hookah y el goló goló-, se dirige a él y empiezan a bailar un Dembow descabellado, realizando cabriolas epilépticas y gesticulaciones espasmódicas.
La hembra procurará que los genitales se junten. Si tiene una erección deducirá que no camina y le descartará, pues todo hombre que camina tiene sexo esporádico y no se excita por menudencias. El macho, con esos shorts bien apretados, la contiene y finalmente confiesa su amor a la manera de Shakespeare: ¨Tu me gusta, chapa, ¿Que tu dice si no damo una revolcaíta por lo matorrale o por una construcción?¨
Ella sonríe halagada. Pero en lugar de los matorrales o la construcción sugiere una cabaña, y él la transporta en su motor, que luce todas sus piezas para la ocasión y su sillón la real vaina no wiri (en el uso cotidiano se lo quita, para que luzca austero y no llame la atención de los atracadores). Llegan al lugar y paga, con cierto dolor metafísico.
A ella le da un súbito dolor de cabeza.
—Lo que sucede es que tengo un problema, todavia no he pagado mi servicio de Internet full… eso me tiene preocupada pues no puedo ver las actualizaciones de estado de Carlota la más Barrial, lo siento.
— ¿Con 500 lo haces?
—500 está bien, para empezar.
Rapa de a duro y se viene dos veces. ¿Ella, quién sabe? .El sexo oral, quizá la muestra más contundente de la civilización -mucho más, pongamos, que el ferrocarril o el sombrero de hongo- no ha llegado a ellos, mucho menos la depilación. Las zonas erógenas de la mujer de barrio, son desconocidas hasta por ella misma y nunca ha experimentado un real orgasmo.
Esto tiene dos explicaciones, las cuales, no obstante, trataré someramente:
Al no llegar la depilación a ese segmento social, su popola se hace inexpugnable… como otrora lo fueron las murallas de Constantinopla…
Para los hombres, es una experiencia totalmente distinta, la popola barriobajera es muy distinta a la popola de élite, la cual está perfumada y revestida de polvo de talco, propicia a cabalidad para un Cunilingus, como le llama la gente fina (sacrificando un poco el realismo, no mencionaré la denominación prosaica que le da la gleba). No cualquiera bucea en una popola guachupitense y los que lo han hecho, no han salido vivos para contarlo.
Sin embargo, las hembras tienen su venganza en lo financiero: si la primera vez pidieron 500, en la segunda será mil, en la tercera 2 mil, luego demandarán celulares, más los gastos semanales del salón y las uñas… en fin, envolverá a la presa en el tradicional vinculo del chapeo, que es un vasallaje con matices de relación amorosa.
El macho aguanta como puede… y mantiene a duras penas mediante prestamos y atracos esa relación desventajosa… Y si bien es cierto que hay desigualdad salarial en la República Dominicana entre hombres y mujeres, no menos cierto es que la diferencia, de igual manera, va a parar a los bolsillos de las mujeres, con sus demandas permanentes de recargas de celular, salón y uñas, condiciones Sine qua non para poder estar con ellas.
Ahora bien, esto es un arma de doble filo, puesto que, en la psique elemental del machito dominicano, generará un sentimiento de propiedad, causa principal de los feminicidios que, en países donde las mujeres son más independientes, es menor su incidencia, pero eso será para otra entrega que tengo que alimentar al canario…