Claves benignas para la incertidumbre:
Lo que de estético tiene la insularidad, onírico sello que nos cobija y retuerce, lo perdemos en la circularidad cacofónica del pensamiento, que se niega a ser sistémico y heterodoxo, que se aleja de la libertad de luz, mientras nubes de oscuridad, como polvo letal, acribillan las luciérnagas ahítas de esperanzas, en sus cuerpecillos humildes.
En toda clave para la incertidumbre, si es benigna, habrá que dejar un espacio furtivo a lo inesperado, que en el arte siempre es un gran enigma saludable.
El mejor cine dominicano, hace mucho lo escribí sin ánimo de profecía, vendrá de fuera, hecho por dominicanos y dominicanas, claro está, pero globalizados y abiertos como el mar de pensamiento y ejercicio, porque con mentalidad pequeña y circundada, lo bello de la insularidad, se convierte en paredón mediocre de una ceguera colectivamente ignorada, carnaval de palabras y reclamos sin asideros posibles.
Son, en fin, claves benignas para la incertidumbre, porque el cine es un laberinto narrativo, aspirina para las pupilas para una humanidad consciente de su vulnerabilidad y su final.
Lo sórdido de un proyecto escondido a la sombra, por rencores e intereses personales……
Y con respecto al proyecto ley de cine, que salió de mi despacho, como resultado de una consultoría para la que fui contratado desde la Cámara de los diputado, el tiempo se encargará de darme razón, cuando los oscuros enredos se inicien fruto de muchas torceduras en búsqueda de beneficios de grupos situados para esos fines, que imperaron sobre la decisión de escoger el actual texto de la Ley como la conocemos en detrimento del proyecto, serio y responsable de lo que debe de ser una verdadera Ley Cinematográfica, que presente a la Comisión de cultura de la Cámara de los diputados, el tiempo dirá.
He sido de las primeras personas que trabajó en la famosa ley de cine, viví la manipulaciones divertidas y diablescas que emanaron en su tiempo del Ministerio de Cultura, ministerio que asumió una tarea para el cual no estaba preparado y ello explicaba el porqué de una comisión de 5 ( donde estaba el difundo Arturo Rodríguez Fernández, Peyi Guzmán, Humberto Castellano, Félix Manuel Lora y quien suscribe ) de repente fue abortada en el mejor estilo guarro que ha caracterizado al mismo ministerio.
La ley finalmente aprobada, esa que casi no es coincidente en ganancia universales con otras mejor hecha en el mundo, no fue la salió de mi despacho.
La que proponíamos fue analizada, en su momento por los expertos internacionales de paso en el país, como por ejemplo Pilar Aguilar (reconocida experta en asunto mediático, legales y cinematográficos), mientras se celebraba el Fórum Internacional del Cine, en el 2009, en la Quinta Dominica, sito en la Zona Colonial.
No es casual que descubramos el genuino y apasionado estudiante de cine, ilusionado con nombres que nunca había conocido como Murnau, Lang, Dreyer, Einsenstein, Griffith, Douglas Sirk, Orson Welles, entre otros, sueña con ellos, son sus modelos, van al cine, comen cine, eructan cine, se bañan con el cine, ese furor construye una pasión y una vocación, que les llevará a entender la dimensión mágica del universo profesional que han elegido para sus vidas
Lo que se pretendía en la revisión final hecha con el técnico Carlos Santos, era que la ley de cine dominicana tuviera todas las homologaciones posibles, con las leyes maestras de cine ya existentes, tales como son la de España, Argentina, Perú, México y la de Portugal, una de las más recientes.
Evitar el lavado de activos bajo fórmulas encubiertas en una industria que maneja altos capitales, fue una de las acciones que intentamos desmontar con rigor y al mismo tiempo, desenredar el entuerto de un ministerio que se negaba a dejar libre los organismos competentes encargados de la ejecución de la ley de cine, con el único objetivo de hacerlos dependientes de la pequeña satrapía que gobierna dentro de este ministerio.
De este modo, los organismos independientes dentro de ley estarían formado por personas que nada tienen que ver con el cine y su desarrollo, sino tendrían que ver con las complacencias de turno del ministerio, de eso no se trataba el proyecto de ley que originalmente se elaboro en mi despacho, y que además había sido consensuada, vía el mandato de la Cámara de Diputados, con los sectores privados interesados.
Las barbaridades aquí contenidas, se han hecho con la anuencia del Presidente de la República en cuya vista una piedra común, del montón, de repente es vista como una pepita de oro de gran frivolidad, Omar Shariff, es la muestra del botón.
El tiempo dirá si estos párrafos han mentido, repito solo el tiempo: pero quiero reiterar, que este no es el proyecto de ley que salió de mi despacho, que conste…
¿El cine dominicano quiere nacer de la magia, del cuentazo, el amiguismo y el acriticismo?
Si usted elige tres países latinoamericanos, según su gusto y preferencia, se dará cuenta de algo constante, los directores de cine tienen un historial de cortometrajes y medios metrajes, de modo habitual.
Yo elijo: México, Argentina y Cuba.
Entre los directores conocidos de estos países, hoy veteranos, si se buscamos sus pinitos en el cine, nos encontramos que han hecho cortometrajes, documentales, mediometrajes etc… Pienso, al azar, en Humberto Solas de Cuba: “Minerva traduce el mar” (1962), “El Retrato” (1963), “El Acoso” (1964), Jaime Humberto Hermosillo de México: “El verano de la señora Forbes” (1989), “Idilio” (1978), “Antes del desayuno” (1975) y Juan José Campanella de Argentina “Prioridad Nacional” (1979).
Si se revisara atentamente la filmografía de estos tres realizadores latinoamericanos, se comprobará que el cortometraje fue su primera escuela, su primer ejercicio, en esa caligrafía fílmica, que luego les es tan querida a los directores, en una suerte de nostalgia por sus comienzos.
Daría la impresión de que los dominicanos, como siempre grandes innovadores, quisiéramos inventar un esquema nuevo para hacer directores de cine, guionistas, para solo citar nuestro talón de Aquiles en materia de este arte. No creo que siempre la academia salvará el desarrollo de una industria y no todo el mundo debe aferrarse a ella para seguir los impulsos creadores que le lleven a realizar una película, pero en este caso un mínimo de academia hace más bien que mal, porque crea una noción de disciplina y curiosidad que ayuda a entender lo que tiene mucho de oficio pragmático con su “ABC” a cumplir…
En el cine la falta de oficio se paga caro, porque se ve a leguas, se nota la debilidad en el uso del lenguaje para comunicar con efectividad historias que deben ser narradas para llegar al público, no para aburrirlo luego que paga una localidad del cine. (Y en el caso dominicano, alejar la posibilidad de un mercado nacional).
En algunos de los capítulos de la sociología del orgullo dominicano, encontramos una fabulosa contradicción, digna de seria reflexión: nosotros los dominicanos del 2000 en adelante, queremos estar a la moda en todo, como otros países, en el cine por ejemplo, sin darnos cuenta con sinceridad, que si muchos países latinoamericanos tienen hoy una industria del cine, se debe justamente a un esfuerzo ordenado y memorial que les permitió tropiezos y luego visiones de dominio y control de una vereda donde el reconocimiento nacional e internacional los honró, otorgándoles un sitial por el que trabajaron con ferocidad, siendo la crítica un factor de desarrollo esencial, para ese despegue y avance.
Se siente con la gran ilusión de país que quiere crecer y avanzar, que merecemos ya figuras internacionales, que merecemos como país premios y otros reconocimientos de grandeza nacional, pero lamentablemente no se ha trabajado para ello y lo que advierto es una sata y ridícula vanidad fruslera, que impide medir con justeza y buena fe, juicios cuyos fines son que el cine nacional crezca como lo hizo en otras latitudes latinoamericanas: pero un siroco despediado nubla cerebros y deseos, lo fácil se convierte en bandera a defender.
En esta maldita ceguera de frivolidad pendeja, se deja de ver que cuando se exige más, es porque el crítico da por supuesto que la posibilidad del talento existe, por eso se critica de modo profesional, con la esperanza de ver mejorías sustanciales en el futuro.
Pero no se observa que los pasos elementales para tener un producto acabado, apenas se han recorrido, luego los resultados no serán siempre los óptimos.
¿Debemos ser entonces extremadamente complacientes, dorar la pildorita nacional, pasarnos las manos nosotros mismos en los hombros, escribir tonterías donde lo que vemos son errores fundamentales e imbecilidades?
A veces, cuando el pudor ajeno no existe, otros pudores lo sustituyen casi por generación espontánea.
El cine tiene un proceso para construirse, como todo. Y la crítica preocupada por el avance, es un complemento de orientación importante en la búsqueda de ese cine nacional, si no perfecto, al menos digno y hecho con vergüenza ajena, que es la menos ajena de todas.
Todos los cines nacionales en América Latina han atravesado el mismo camino que hoy atraviesa el natimuerto cine dominicano, la única diferencia es que aquellos países se dieron el lujo de escuelas de cine rudimentarias con sus deficiencias, precariedades, pero escuelas de cine al fin, donde se enseñaba ese “ABC” mínimo para poder hacer un corto, experimento visual básico para entender el esquema básico de una narración visual, andamio imaginario del cine de mayor tiempo.
Esos mundos bolivianos, colombianos (el esfuerzo de un Carlos Álvarez), o la escuela de documentalistas de Santa Fe de Fernando Birri, o el cine experimentalista de los uruguayos, señores y señoras, todos, pero absolutamente todos, hicieron un cine sacrificado, en muchos casos en contradicción eterna con el poder de turno, milicos, gorilazos sin alma y metralletas, como juguetitos para matar gente del celuloide clandestino.
Quienes quieren olvidarlo o no conocen esas historias, que lean un poco, que investiguen, para que puedan comprender que las críticas complacientes solo ayudan a corazones miserables, cuya única ilusión es el aplauso ignorante y pírrico, que se esfuma a la salida de la sala.
Le pregunto entonces: ¿Cómo coño quiere nacer el cine dominicano, del amiguismo vano, del cuentazo, de la frivolidad oportunista, de la ignorancia del oficio, repito, cómo carajo quiere nacer?
Las actuales discusiones en la República Dominicana sobre estos temas, son tardías. En otros países ya se dieron, a veces me parece que estoy en el México de finales de la década del 70 o del 80. Se perfilan los mismos bandos, aquel grupo que entendía que el ejercicio de la crítica hacia el cine nacional no debía tener miramientos, porque entendían que en México había gente con mucho talento y que el cine nacional debía mejorar sus propuestas, y los que entendían que los mariachis, las poquianchis, los guaraches y la maldita demagogia de la pobreza, era el destino, sin críticas negativas, del cine nacional mexicano.
Al cabo del tiempo y con las últimas tres nuevas generaciones de realizadores, los primeros y no los segundos tuvieron razón.
Pero para que eso sucediera, seminarios, cursos, escuelas, concursos, prácticas fílmicas, profesores, pruebas de filmaciones, fue todo un proceso, que al cabo de tres décadas (70, 80 y 90), México dio los frutos, creando un lenguaje y un estilo de narrar reconocido hoy en el mundo entero.
Modelos de cine para hacer cine y ver cine, esquemas, escuelas, corrientes y pasiones fundamentales
Las escuelas de cine tienen un marco pedagógico propio de las escuelas de arte en general, no pueden ser sicorrígidas y deben manejarse con la esencial divisa creadora basada en la libertad de ideas.
Si este principio general es aplicado a las escuelas de arte en general, deben imaginarse en una escuela de cine, que pretende formar un director en documental, o largometraje, un guionista, un sonidista o un editor, tiene que hacerlo con la mayor libertad de visión posible. Porque esas escuelas deben formar jovencitas y jovencitos libres, para que esa libertad sea una luz inspiradora en la libre creación de sus obras.
No es casual que descubramos el genuino y apasionado estudiante de cine, ilusionado con nombres que nunca había conocido como Murnau, Lang, Dreyer, Einsenstein, Griffith, Douglas Sirk, Orson Welles, entre otros, sueña con ellos, son sus modelos, van al cine, comen cine, eructan cine, se bañan con el cine, ese furor construye una pasión y una vocación, que les llevará a entender la dimensión mágica del universo profesional que han elegido para sus vidas.
Este es el mundo que se debe crear de modo acelerado, este el mundo que ayudará a descubrir los verdaderos directores y directoras de cine de este país, la escuela verdadera, no un simulacro, es el único camino a la perfección, aventura lúdica por el cine mismo, tengo fe en la creación de ese mundo y trabajo todos los días, aún en la clandestinidad, porque el monopolio de la ignorancia, aún vigila.
Será necesario buscar todos los elementos pedagógicos que ayuden a combatir ese confiado vació de conocimiento de causa para la acción verdadera.
Los cines nacionales de este modo nacen y lo hacen por generaciones, desparramados por el mundo nuestros estudiantes esperan para contar sus historias, quizás mal hechas al inicio, pero con evidencias claras de futuro, arrojo y pasión, en eso creo.
La crítica de cine responsable debe eludir el chantaje de quienes pretenden que la libre opinión frente a una obra, se debe callar por el alto costo de una inversión, toda obra que pretenda ser arte, toda obra por la que el público con su libre albedrío pague su locación para verla, es una obra que sale del dominio de quienes la crearon, desde el mismo momento en que se hace pública y se propone al espectador en general, entre ellos, en la plena oscuridad reflexiva, están otros observadores, armados de un conocimiento que les permitirá hacer público su juicio, del mismo modo en que la obra públicamente fue mostrada. La película que no quiera ser criticada, sencillamente que no se estrene, es simple.
En República Dominicana, apenas estamos armando el tinglado, esa cadena irreversible de la industria del cine (Cine, Espectador, Película, Público, Directores, Actores, Productores, Salas Alternativas, Cinematecas, Cine Comercial, Salas Privadas, Complejo fílmico INDOMINA), apenas estamos tratando de construir con grandes precariedades burocráticas (de un desconocimiento del tema que se convierten en barreras para el mismo inexistente sector), un sector que aún gime por nacer y que está naciendo con distorsiones que todavía con voluntad política, se pueden corregir, porque Cine y burocracia cultural, nunca hicieron buenas ligas, de hecho todo lo contrario, ni México, ni Argentina, ni Brasil, tuvieran la vasta filmografía que tienen, en la República Dominicana se está a tiempo para quitarse una venda pesada, torpe y demagógica, ¿ se está a tiempo aún?…
La centralización de la ley de cine y los caprichos palaciegos
Aprobada en el año 2010, luego de polémicas estériles auspiciada por un sector estatal perdido en el tema, la ley de cine sufrió modificaciones y mutilaciones que en el transcurso del tiempo veremos que fueron innecesarias y antojadizas. Quien esta nota firma, fue asesor para la honorable Cámara de Diputados de la República Dominicana, en la materia concernida. La idea era hacer una ley cuyo modelo universal, lo mejor de todas las leyes existentes, creara un espacio modernidad y avance en lo que es hoy una visión con ventajas y posiciones globales, en este sentido la ley de cine española correspondiente al año 2009, marcaba una pauta ideal de operatividad, digna de ser imitada dentro de las circunstancias dominicanas, tomando en cuenta que en el caso dominicano, las leyes creaban instituciones fílmicas, mientras en otros lugares de América Latina, Colombia y Chile , las leyes se tenían que adaptar a instituciones que ya existían antes de las leyes.
Al final, la aplicación de la ley de cine, con un retraso moroso y descuidado, ha dependido más de caprichos y viajes palaciegos que de nuestra propia realidad: la reciente creación de un consejo consultivo de cine revela una mezcla extraña de productores de cine y miembros del llamado consejo consultivo, flagrante choque de intereses, fuera de toda discusión.
En su aplicación, falta aún el reglamento de dicha ley, hay interferencias que no dejan ver un camino claro para su funcionamiento óptimo y desprejuiciado quedan preguntas inquietantes:
-¿El régimen de exoneraciones para crear cines en provincias, según la ley, es el propio para que el Estado se desentienda del tema?
-¿Prevé la ley con afectividad la posibilidad del no lavado de activos vía los espacios que esta ley abre para la inversión nacional y extranjera?
-¿Incentiva la ley de modo propio y con normas claras y favorables, el auge del cine cultural y la posibilidad del crecimiento de los festivales de cine fuera del área urbana?
Preguntas como estas sobran, cuando se aborda el tema de la ley de cine y su posibilidad operatividad.
Como soy de los que piensan que las ideas deben debatirse de modo público, hasta en una frágil democracia de papel, espero que el debate siga en torno a esta ley.
En otras palabras, un Cine Nacional tiene que hacer su proceso, quererlo detener, es impedirle que crezca y se pueda lucir y valer por sí mismo.
La mejor lectura es la sinceridad, porque el tiempo con su vejez de zorro, al final la coloca como un referente válido, ante una obra añejada en sus desaciertos o aciertos.
PD: Si por alguna razón alguien leyese este artículo con espíritu de sastrería y encontrara un traje y le sirviese, sencillamente, que se lo ponga… (Cfe)