Personalmente no me agradan las despedidas, sobre todo cuando son definitivas. No es fácil dejar marchar, decir adiós duele, es triste y la melancolía con su carga de nostalgia se apodera de una, aunque a veces es necesario dejar ir, quizá opcional y en otros casos es el reloj de la vida el que se adelanta sin permiso y luego no pide perdón.

Despedir al amigo, al amor de tu vida o a un ser querido, supone cargas emocionales que de seguro no te dejarán indiferente, y solo en el dolor de la ausencia somos capaces de comprender la profundidad de nuestros sentimientos.

En su obra “Ilusiones”, Richard Bach escribió: “No te dejes abatir por las despedidas. Son indispensables como preparación para el reencuentro. Y es seguro que los amigos se reencontrarán, después de algunos momentos o de todo un ciclo vital.”

Pienso en ese texto de mi adolescencia y siento que la separación no es para siempre, que no es un adiós sino hasta luego. Que mientras echamos de menos a las personas de las que nos despedimos nos preparamos para el reencuentro, en este mundo o en otra dimensión.

En la partida comenzamos a construir las fantasías del recuerdo, las imágenes de lo vivido se vuelven un soplo de aliento que da sentido y fortaleza para seguir en el camino que hay que continuar recorriendo. El sofá del pasado se convierte en el mejor lugar para revivir a esa persona que se ha ido, que solo vive en la memoria, en los sueños que se convierten en un suspiro de quien fue y ya no está.

Johnny Ventura se marchó y nos queda su música, los recuerdos, su legado que nos hará felices de solo escucharlo. El pueblo salió a las redes sociales y a las calles a darle un último abrazo cargado de amor, y ante el dolor de la muerte vibró la vida con la alegría que hizo de su existencia el Caballo Mayor del merengue.

Querido Johnny:

No fui a despedirte y se que me perdonarás. La noche me hiere como un cristal roto cuando pienso en que ya no estarás más y opto por dormir para soñar que sí.  Pero como nos dejó claro Calderón de la Barca: “los sueños, sueños son”.

El sábado fue un día de esos que se hacen especiales. Era tu despedida y tu barrio, Villa Juana, te despidió en un mar de lágrimas, disfrutando su gente la última vez que estarían junto a ti.  Me remonté al ultimo adiós que le dio el pueblo dominicano a tu querido amigo y hermano José Francisco Peña Gómez, a quien despediste con tristeza bajo aquel aguacero en mayo de 1998 y tengo la certeza de que hoy están juntos,  poniéndose al día de todo lo vivido.

Quienes te admiramos no estamos tristes solo por ti, también nos embarga la amarga realidad de que ya no podremos disfrutar de tu compañía, de tu baile, de la fuerza de tu voz, de tu solidaridad, de tu amistad, del amor a tu familia.

Todas las personas que fueron a despedirse de ti y, hasta quienes lo hicieron desde lejos, no pudieron evitar el llanto al contemplar tu portentosa anatomía inerte y creo firmemente que todas esas lágrimas eran de amor, de agradecimiento, abrazando así tu vida artística, política, social y familiar.

Cuidaremos tu legado, no lo has dejado solo, desde Japón a Europa, desde Washington a Villa Juana se levantaron las voces diciéndote que vivirás por siempre en nuestra memoria histórica, y te despedimos dándote las gracias por toda la alegría que nos diste con tu música, llevando a todos los confines del mundo nuestro merengue, nuestro pueblo, nuestra bandera.

Te hemos dicho adiós para toda la vida, aunque toda la vida seguiremos pensando en ti, parafraseando a José Ángel Buesa y es el adiós que nunca habríamos querido decir.

Amigo Johny Ventura, quiero compartir con los lectores este hermoso poema escocés que habla de esperanza:

Puedes llorar porque se ha ido,

o puedes sonreír porque ha vivido.

 

Puedes cerrar los ojos

y rezar para que vuelva,

o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor

que compartiste.

 

Puedes llorar, cerrar tu mente,

sentir el vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a él le gustaría:

Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.