En algún momento escuchaba a un comunicador narrar con estupor los últimos casos de violencia registrados en el país, mientras se preguntaba qué nos estaba pasando e interpelaba a los científicos sociales a dar respuestas a dichos  hechos.

Venimos  observando el fenómeno de la violencia desde hace  algunos años, cuando ya la sociedad daba señales significativas de que algo había pasado en su interior, que  había hecho cambiar los individuos, alertamos, años después, no podemos obviar cómo se plasma el deterioro, la tipología de la criminalidad y la violencia cotidiana,  expresan  y dan cuenta que hay un daño  social profundo al interno de la sociedad, donde convergen  variables que hacen de la violencia   el peor flagelo que nos ataca.

Eso lo ilustra la agresión a David Ortiz  en un centro de entretenimiento o el  asesinato de Cristina García en la intimidad de su hogar,  en un inmueble  súpervigilado, donde su  empleada domestica habría participado del hecho, recordándonos que ya no estamos seguros ni en nuestras casas.

Esta sociedad siempre ha tenido un germen de violencia  intrínseca, vinculada a la cultura local y praxis política, matizada por una conducta del macho, basada en la  identidad masculinidad errática, lo que se pone de manifiesto cuando observamos la resolución de conflicto   de las parejas, 17,250 denuncias en tres meses y 30 feminicidios o mas  en 6 meses.76 en 2018.

La violencia   evoluciona  en una sociedad desigual, ingobernable ,junto a la sofisticada  frialdad y banalización del gesto violento ,que  puede ser, incluso ,aprendido por la indiscriminada difusión y transmisión de  eventos violentos, observables desde la más tierna infancia , en el proceso de  socialización , cuando se le exige , al niño  ser valiente,” que pele y tire golpes,” “uno no se queda dao”,  Expresiones que ilustran el camino de la deformación y   construcción del adolecente  violento ,que hoy llega armado a las escuelas, asesina, y, somete a sus compañeritas a realizar felaciones, cerrando el año escolar destruyendo.

Tras la inmersión  cotidiana en la violencia familiar, un padre violento, que   golpea, estupra, un padrastro violento que  manosea y   asesina, una mujer celosa que grita y  golpean, mientras el  Estado  persigue y elimina, a los ojos de todos, en intercambios de disparos. Estamos “protegidos” por una  autoridad que repite la agresión cuando intentamos  denunciarla, nos viola, roba y asesina, en directo.

Una sociedad  machista, donde  la palabra y el lenguaje soez, se  usan frecuentemente,  escuchándose en las calles, cual pregón ,  expresiones que usan la sexualidad y el  sexo  para agredir, “ Tu papá es un maricón “,“ Mamagüevo”   “ El coño de tu madre”… frases   arraigadas en una sociedad donde  2 millones 500 mil mujeres  educan y mantienen solas a sus familias.

Nuestros padres, históricamente irresponsable ante la paternidad, replican el modelo de  educación, con castigos ejemplares (un block sobre la cabeza, una olla de agua hirviendo) reposando en el desamor de la familia disfuncional de madres desesperadas, padres desempleados y  padrastros psicópatas.

Evidenciándose las agresiones sexuales dentro de la familia,  30 mil denuncias  anuales ,cientos de casos de niñas y niños violados por familiares ,pastores y sacerdotes, una verdadera tragedia nacional  y humana que nos invita a reflexionar sobre la calidad de ser , que traen esos miles de traumatizados, bajo la patología de la explotación y el  abuso sexual infantil.

Mientras el  escenario de la droga  socaba los cimientos de la sociedad en crisis, desconociéndose qué cantidad de jóvenes y niños  están realmente involucrados en el consumo, junto a la ingesta  de  alcohol y  otras sustancias,  con  prácticas sexuales   tempranas  que    obligan a miles de  jóvenes  madres , a prostituirse para ganarse la vida.

Ante  una educación  en crisis, sin   paradigmas de sanción institucional y social, con una  clase política corrupta, disoluta, que  no cree en la construcción del  recurso humano, al contrario se ha hecho una labor para mecanizar y, envilecer  aun mas los individuos, sin espíritu crítico, dependientes, y necesitados de carencias creadas,  capaces de odiarse hasta la auto eliminación que  estamos viviendo.

La falta  de amor e irrespeto hacia nosotros mismos, ha sido cultivada históricamente. Esta es la sociedad , que hemos construido, donde la capacidad de odiarnos   supera nuestras  capacidades  de amarnos y vernos como actores  protagónicos del evento social, y  asumir con responsabilidad nuestro derecho  a vivir en sociedad, respectando las  reglas mínimas de vida que todas las  sociedades requieren para la convivencia, sino pacifica por lo menos decente.