Enero, visitando la morada material de mi hermano Virgilio Eugenio -me falta la de mi padre, que también me lo robaste-, la misma donde reposan los cuerpos de sus

Tumba de Los Palmeros

compañeros “Palmeros”, Ulises Cerón Polanco, Amaury Germán Aristy y Bienvenido Leal Prandy (Chuta), te recordé y hasta  pena me produjiste. Qué triste no poder añorarte, con la ilusión que embarga a los niños, confiados en que cada año les  llegarán los Reyes Magos, con sorpresas y para ellos, muchos juguetes y regalos. Y qué pena, porque en aquel enero, nos trajiste soldados bien armados, con sus pistolas en  manos, unidos a enormes  tanques  de guerra, todos armamentos letales. 

Enero, no quiero despreciarte, maldecirte tampoco. Te dije, días atrás, que hice un pacto con Jesús y ÉL nos enseña que debemos amar  y  hasta a nuestros enemigos perdonar. No es mi caso contigo, no te amo, tampoco sabré cómo perdonarte. 

Enero, no voy a mal quererte, tampoco odiarte, pero me harían falta siglos de vida – ¡y que me perdone Jesús! – para poder amarte. 

Si  es que puedes, vete tranquilo. A la vez, ¡también tranquila! yo disfrutaré recordando el nado sereno de los nenúfares, el vuelo acompasado y bajo de la alondra, además de la quietud que me reporta, ver pasear  una paloma. Enero, márchate  en paz, y mientras lo intento, ¡que Dios te perdone!