Esta ocasión quiero escribirles a todas aquellas personas que por las festividades navideñas vivieron la partida de algún familiar o ser querido y se encuentran atrapadas en la tristeza y el dolor. Muchas de estas personas murieron por enfermedades y otras por causas trágicas (accidentes o enfrentamientos violentos).
Sin importar la forma de cómo haya partido ese ser querido, para aquellos que les ha tocado iniciar este año con la ausencia físicade esa persona, tal realidad puede resultarle muy difícil de superar y por tanto puede suceder que se queden atrapadas en eldolor y no vivan su proceso de duelo de manera normal y por tanto caigan en la condición de duelo patológico.
Muchas veces los propios familiares por desconocimiento, presionan y hacen sentir peor a quien no ha tenido la capacidad de reponerse tan rápidamente como lo han hecho los demás
Cuando hablamos de duelo nos referimos a un proceso que se vive ante la pérdida de alguien o algo. Como podemos ver, no queda limitado sólo a la pérdida de un ser querido, sino que también incluye otras pérdidas, como la pérdida de un empleo, mascota, inmueble e incluso hasta el cambio de residencia o mudarse a otro país. Para algunas personas estos eventos pueden resultar tan dolorosos, que por tal motivo hacen un proceso de duelo. Pero en este escrito estoy enfocándome en el duelo por la muerte de algún familiar o persona amada.
Es completamente normal que ante la realidad de tener que enfrentar la muerte de alguien que amamos presentemos manifestaciones de tristeza, falta de sueño, disminución del apetito, perdida de energía, rabia, etc.
Pero en muchas ocasiones sucede que el duelo se establece como una condición estable y permanente. Es en estos casos que la calidad de vida de la persona decrece continuamente, alterando su adecuado funcionamiento y desempeño. Cuando esto se presenta, la persona necesita ayuda terapéutica y el acompañamiento, compresión y apoyo de familiares y amigos, de modo que pueda salir de la condición de duelo permanente y continúe adelante con su vida.
Otro asunto importante es saber que la duración del duelo es variable y que cada persona lo vive de una manera muy diferente. Autores como Casanueva y Rallo hablan de que los sentimientos más intensos y agudos comienzan a disminuir después de los 6 meses. Otros autores dicen que a partir del primer año es que van disminuyendo los síntomas presentados.
El punto es aprender a respetar la manera cómo cada persona está experimentando y viviendo su duelo. Muchas veces los propios familiares por desconocimiento, presionan y hacen sentir peor a quien no ha tenido la capacidad de reponerse tan rápidamente como lo han hecho los demás. No debemos presionar ni juzgar, nuestra tarea es estar al lado de esa persona y brindarle apoyo y consuelo.
Para terminar quiero expresar que ante los inevitables eventos de la vida siempre tenemos la opción de escoger cómo responder. Siempre tendremos la libertad de aceptar o negar a través de nuestros mecanismos de defensa que esa persona finalmente no estará en nuestras vidas. Aceptar la perdida y expresar los sentimientos de tristeza asociados por ella es el inicio.
Luego es necesario poder despedir desde nuestro interior a esa persona que hemos querido retener. A partir de esto inicia un proceso de recuperación emocional, donde despedimos la tristeza y abrazamos nuevamente la vida con alegría y gratitud, pues aprendemos que los años y las experiencias vividas junto esa persona son motivos más que suficientes para retomar los años por venir, construyendo cada día con nuestras acciones un estilo de vida que haga honor a quien tuvimos que despedir.
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