¿Cómo ha sido el impacto de Covid-19 y del Gran Confinamiento sobre el sistema dominicano de pensiones?

En resumen, se puede decir que el sistema de pensiones ha perdido el dedo de una mano. Encima, hay gente dispuesta a saciar su hambre con comida envenenada pensando que terminarán sus problemas.

Pero necesito explicar más ambas ideas.

Los síntomas del Gran Confinamiento producto de la pandemia del COVID-19 están afectando a las mayorías de las economías del mundo. La economía dominicana no es la excepción. El pronóstico optimista de algunos organismos internacionales como CEPAL y Banco Mundial para la República Dominicana es de crecimiento cero del PIB.

En el peculiar mundo pos-Covid-19 crecer cero se interpreta como una bendición entre tantas economías que experimentarán un decrecimiento económico.

A pesar de esta extraña “bendición”, los efectos negativos del confinamiento salpican a distintos sectores de la economía. El sistema previsional es un sector contagiado por diversos canales de transmisión económica.

Algunos efectos son más evidentes, como la vinculación entre mercado laboral y sistema de pensiones. SI la gente no trabaja, no cotiza. Punto.

Pero otros canales de contagio son menos aparentes. Como las múltiples conexiones que existen entre los fondos de pensiones – ­ como inversionistas institucionales – y sus nexos con los balances de las entidades bancarias, con el mercado de valores, la deuda soberana y las operaciones de política monetaria del Banco Central.

También vale evaluar cómo, en un momento de crisis previsional – donde enfrentamos factores epidémicos exógenos –, contemplamos la posibilidad de auto infligirnos más heridas con propuestas como la de retirar un 30 % de los fondos de pensiones para palear la crisis.

A continuación, listo algunos (no presumo de que son todos) de los efectos del Covid-19 sobre el sistema previsional dominicano.

Como apenas estamos en el ojo del huracán epidemiológico y económico, este es una especie de diagnóstico en desarrollo.

Perder el dedo de una mano

Entre marzo y abril de 2020 el sistema de pensiones perdió un 20 % de sus cotizantes. Es decir, uno de cada cinco cotizantes dejó de hacerlo. Como perder un dedo de una mano.

En ausencia de Covid-19, la tendencia indicaba que los cotizantes superarían el umbral de 2 millones durante el 2020. Particularmente, por el empuje de la Ley núm. 13-20 que fortalece la Tesorería de la Seguridad Social (TSS) y la Dirección General de Información y Defensa del Afiliado (DIDA), promulgada en febrero de 2020. Esta ley prometía “afiliar a más de 150 mil personas” al sistema de seguridad social.

La realidad ha sido muy distinta. La crisis neutralizó cualquier efecto de la referida Ley núm. 13-20.

Al 30 de abril de 2020, el sistema previsional había perdido 392,784 cotizantes. A la misma fecha, los 1,569,809 cotizantes evocaban los niveles de cotizantes de mediado de 2015 – con la única diferencia de que ahora hay más afiliados que entonces.

Esto significa que la brecha entre afiliados y cotizantes es mayor: muchos afiliados no cotizan para su pensión, conllevando efectos negativos para esas personas y para la inversión colectiva de los fondos.

Esto se refleja en la razón entre cotizantes y afiliados que marca un 37.3 % al cierre de abril de 2020 – su nivel más bajo de los últimos 15 años. Esto significa que, por cada 100 afiliados, sólo 37 cotizan. Esa cifra se redujo 8.25 puntos porcentuales de su nivel de marzo de 2020, cuando habían poco más de 45 cotizantes por cada 100 afiliados.

Eso significa una pérdida de 8 cotizantes por cada 100 afiliados en un mes. Una tendencia destructiva que, de mantenerse, eliminaría casi la totalidad de cotizantes en 5 meses.

Menos recaudaciones

La caída de una quinta parte de los cotizantes significa menores recaudaciones para las cuentas de pensiones. Esto tiene un impacto individual, pero también comunitario. El impacto individual es el más evidente. Si las personas no cotizan, no están ahorrando e invirtiendo para su pensión.

El impacto comunitario viene del hecho de que, aunque las cuentas de capitalización individual están separadas, todas juntas constituyen los fondos de pensiones. Esos fondos se invierten de manera agregada y para el beneficio de todos. Incluso quienes están afiliados y no cotizan activamente tienen sus inversiones, que operan para el beneficio de todos los demás afiliados.

Las recaudaciones del sistema de pensiones cayeron un 21.20 % en abril de 2020, con relación a marzo del mismo año. Esto representa una disminución mensual de casi DOP 885 millones de pesos. La caída mensual más aguda en las recaudaciones mensuales de los últimos 15 años.

 

La devaluación

 

La devaluación del peso dominicano (DOP) con relación al dólar de los Estados Unidos (USD) es un “elefante en la habitación” en todas las conversaciones sobre el impacto económico del Covid-19.

 

A pesar de que la inflación se ha mantenido controlada, el peso (DOP) se ha devaluado respecto del dólar estadounidense (USD). Al cierre de mayo de 2020, el peso había experimentado una devaluación de 9.55 % respecto del dólar, en comparación con su cotización promedio de mayo de 2019 (según datos del Banco Central).

Esto es problemático porque la devaluación puede conllevar un aumento de los precios (inflación).

Esta devaluación puede contagiar a los fondos de pensiones. Apenas un 15 % del patrimonio de los fondos de pensiones (al 30 de abril de 2020) estaba invertido en instrumentos denominados en dólares de los Estados Unidos. Eso significa que la devaluación del DOP con relación al USD afecta el ahorro previsional en pesos, que constituye un 85 % de todo el patrimonio de los fondos de pensiones.

 

Desfondar los fondos

Todas las amenazas presentadas anteriormente son producto de un factor externo que no controlamos. Pero hay una última amenaza que es interna y que sí controlamos (al menos en teoría).

La idea de permitir el retiro de un 30 % de los fondos de pensiones para hacerle frente a la crisis económica provocada por el Covid-19. Combatir una crisis con otra crisis no parece una buena idea.

Ya he escrito bastante sobre el tema, explicando por qué las consecuencias de esta propuesta serían nefastas.

La gente me escribe, diciendo que “necesita su dinero” y que “prefiere tener sus cuartos” en mano para pagar deudas y otros compromisos.

A mi genuinamente me preocupa eso, porque soy consciente de que hay personas pasándola muy mal, a quienes ese retiro les aliviaría algunos problemas.

Pero al final del día, la propuesta del retiro del 30 % de los fondos de pensiones es como una persona hambrienta insistiendo saciarse comiendo frutos envenenados.

Los frutos pueden quitarle el hambre, pero luego le cobrarán la vida.