Iván García Guerra es un actor que igual se desempeña en cualquier manifestación de las artes escénicas, la tv y el cine. Pero eso se sabe desde hace más de medio siglo. Comúnmente cuando alguien quiere aprender algún oficio o realizar alguna actividad creativa tiende a buscar modelos de cómo se hace tal cosa.
De ahí que yo vea a Iván como un modelo de actuación. Y el mejor ejemplo lo he visto con el personaje central de “Visitando a Mr. Green”, autoría de Jeff Baron, con unos diálogos magistrales, un apoyo excelente de Francis Cruz (Ross Gardiner), bajo la dirección de Mario Lebrón; José Miura, en el vestuario y la escenografía; Liliana Díaz en la iluminación y Diana Valck en la regiduría, y esa exquisita música del violonchelo de Juan Pablo Polancio (música diegética), el maquillaje de Warde Brea y la asistencia de dirección de Dolly Martínez.
La buena disposición de todos esos integrantes hizo que la dirección mostrara un concepto de espectáculo con identidad visual y musical de sublime estética.
Mr. Green es un personaje difícil para cualquiera que no tenga el caudal de herramientas y experiencia para darle vida a un anciano de 80 años que ha quedado viudo, sufrido un accidente en la calle, vive solo, etc. Y al mismo tiempo hacerlo atractivo para una platea exigente e inteligente.
El ritmo que le imprime, la cadencia de su alocución, la forma en como esculpe el aire con sus manos, la impresión que nos deja en la memoria sus movimientos de 180 grados -en una cadencia de imágenes con identidad estética inconfundible y muy propia de él. Su Mr. Green es una pauta de cómo se crea un proceso de seducción de la platea elaborando un personaje plagado de sofisticados movimientos e impostación de la voz como si fuera todos los instrumentos de una orquesta de cámara.
Su maestría como actor le lleva a utilizar el cuerpo para marcar diálogos e intenciones. Su experiencia le lleva a usar cada plano del parco para mostrarnos los cambios del personaje y el desarrollo de la historia. Así es como consigue arrancar una sonrisa, una lágrima, una emoción al envolvernos en su magia. Si el autor quiere provocar reflexión, lo logra si una actuación como la de Iván Guerra provoca e instiga, como ha sido el caso.