El gobierno ha tomado la decisión de no entrar en la Fase III de la reapertura que se había planeado para el día de ayer, porque en la Fase II se pudo observar un repunte en el número de casos confirmados y en el número de muertes por Covid-19.

En efecto, el gráfico adjunto muestra el comportamiento del número de casos nuevos desde la apertura, el 20 de mayo pasado. El punto 9 de la gráfica muestra la entrada en la Fase II, el día 3 de junio, y puede observarse el incremento (calculado con un promedio móvil de siete días). Puede verse que se trata de un incremento moderado, el cual pienso que era de esperarse, pues hay más gente en la calle, en las oficinas, en las tiendas, en los mercados, en el transporte público y con ello, obviamente, más posibilidades de contagios.

Más notorio – y más preocupante – es la tendencia al aumento del número de personas muertas cada día (promedio móvil de siete días) desde la apertura, siendo este incremento mucho mayor comenzando unos días después, dado el retraso entre los casos y las muertes.

Si vemos las cifras de hospitalizaciones y muertes con relación al total de casos, no pareciera haber un impacto tan grande (es decir, si las estudiamos en términos relativos en vez de absolutos). No hemos podido obtener las cifras completas todavía, por lo que nos hemos valido de algunas estimaciones, pero pareciera que la tasa de hospitalización incluso ha bajado, desde un 4% de los casos confirmados al inicio de la Fase II a un 3% en la actualidad. Por su parte, la proporción de personas en cuidados intensivos con respecto a los hospitalizados pareciera haberse mantenido alrededor del 19%.

Las cifras que se presentan a diario no incluyen información detallada sobre uso de camas de hospitalización, cuidados intensivos y ventiladores. El ministro de salud pública las menciona verbalmente en sus informes, pero no las pone a disposición del público. A nivel nacional, parece que estamos lejos del colapso del sistema de salud, con tasas de ocupación de alrededor del 40%.

Pero los promedios son engañosos. El director del Servicio Nacional de Salud ha mostrado unas gráficas preocupantes para el Distrito Nacional y el Gran Santo Domingo (en Twitter). La tasa de ocupación en el sistema público, aunque aún manejable, ha venido subiendo peligrosamente en la capital, superando el 63% de las camas hospitalarias y el 74% de las camas de cuidados intensivos. Esto es mucho si sabemos que es en Santo Domingo donde se concentra la mayoría de los casos y si también sabemos que, al aumentar los contactos con la apertura, estas cifras pueden aumentar.

Otra gran deficiencia de información es la falta de conocimiento público sobre la capacidad de prestar servicios del sector privado y sobre su grado de ocupación. Las estadísticas sólo muestran parcialmente la situación del sector público y sabemos que el sector privado atiende alrededor de la mitad de la población dominicana. Según informaciones de médicos consultados sobre este tema, pareciera que hay un desborde en las clínicas privadas, tanto en lo que concierne a las camas como, sobre todo, en las unidades de cuidados intensivos. Hay que señalar que estos establecimientos, aunque dispongan de las camas, sólo dedican una pequeña parte de ellas para atender Covid-19. Sobre este tema también necesitamos una explicación.

De cualquier modo, creo que es correcta la decisión de mantenernos en la Fase II por un tiempo más. De hecho, es probable que haber comenzado la desescalada el 20 de mayo haya sido prematuro, pero entiendo que era importante balancear la crisis sanitaria con la económica. Es necesario que la gente tome conciencia y adopte las medidas de precaución indispensables para convivir con el virus.

La República Dominicana no está entre los países que están ganando la batalla al coronavirus, al contrario, se encuentra entre los que enfrentan los retos mayores. La iniciativa Terminar con el Coronavirus, del New England Complex Systems Institute (NECSI), vinculada al MIT, Harvard y otras importantes universidades norteamericanas, se dedica al estudio de los sistemas complejos, buscando patrones de comportamiento en todos los eventos tanto sociales como biológicos y ecológicos, así como estudiando las interacciones de éstos con su entorno. 

Esta iniciativa ha ideado un sistema de semáforo para clasificar países y zonas dentro de los países que puedan liberarse del coronavirus. Siendo la epidemia un fenómeno complejo, los que han estudiado el comportamiento de éstas dicen que se desata de manera localizada con un inmenso número de contagios que crecen de manera exponencial. Si se es capaz de frenarla antes de que se expanda a otros lugares, se podrá terminar con ella. Esta es la estrategia que han adoptado los países exitosos que hoy se encuentran en la llamada zona verde.

Entonces, para que un país pueda ser considerado exitoso en el proceso de eliminación del coronavirus tiene que lograr establecer zonas verdes, ya sea en el país entero o en ciertas localidades, en las cuales:

  • No haya nuevos contagios locales por dos semanas seguidas.
  • Capacidad de aislar los nuevos casos que provengan de otras zonas.
  • Que la zona de referencia no límite con una zona roja (donde los contagios están en aumento).

Aplicando estas ideas a nuestro país, es evidente que nunca hemos estado ni cerca de esa situación (y hemos abierto de todas maneras). Sin embargo, a nivel local es posible que podamos hacer algo. Creo que debemos pasar desde las definiciones políticas del territorio (país, región, provincia, municipio) a una más granular (barrios, sectores, comunidades). Si la información existe (y creo que existe, pero no es de acceso público), se podría contener el coronavirus donde no se ha producido o donde apenas ha comenzado.

El gobierno debería suministrar la información y, además de los operativos ocasionales que adoptan una estrategia de arriba hacia abajo, buscar la colaboración de los ciudadanos, que con toda seguridad quieren ser parte de la solución. Las personas comunes y corrientes tenemos mucho poder para contribuir a terminar con la epidemia, si asumimos la responsabilidad que nos corresponde y nos defendemos unos a otros.

Estas ideas deberían prender en cada barrio, en cada comunidad residencial, en cada edificio. Y también serán muy útiles en el proceso de apertura del turismo.