Una extraña carta, dirigida a mí de manera extraña en la versión digital de un periódico nacional, hace un extraño intento de “responder” un artículo que publiqué llamado “PLD: el acuerdo de un fin”… O quizás no. Esa extraña carta, firmada por la señora de nombre Josefina Pérez Gaviño, es más bien un rosario de insultos, ni siquiera dice de qué trata o a qué responde.

Como simple aporte pedagógico, en el más positivo de los afanes, comparto con el lector de mis escritos un comentario breve con algunas ideas, sugerencias y recomendaciones:

1) Cuando vaya a rebatir o debatir con alguien, no esconda lo que es. Por ejemplo, si usted es miembro del Comité Central de un partido y esposa de un miembro del Comité Político y connotado exfuncionario (Franklin Almeyda Rancier, por dar un ejemplo y para ser precisos, como Dios manda), y quieren enfrentar una discusión que es de carácter POLÍTICO, no salga presentándose como “hija de…” y “nieta de…” como si la cosa fuera una radionovela del mediodía, mientras lo verdaderamente relevante queda silenciado. Lo menos que el lector va a preguntarse es ¿Por qué? ¿Qué habría de malo en informar datos tan importantes, datos políticos que SÍ son atingentes a la discusión planteada?

2) Rebata y debata con argumentos. Responda y refute AQUELLO DE LO QUE SE ESTÁ HABLANDO, no sobre cualquier otra cosa, y menos centre sus palabras en descalificar a las personas. Mucho menos sostenga la violenta y altanera posición de ser parte de una especie de corte sagrada que tiene la facultad de conceder a los demás el derecho o no derecho a hablar. Si le duele o le molesta lo que uno dice, maneje la emocionalidad: demuestre y sostenga con argumentos la posición contraria, sino quedará en evidencia una nunca constructiva actitud intolerante y prepotente.

3) No mienta. No invente que la persona tiene cargos que no tiene, o que ha hecho cosas que no ha hecho, sea honesto/a a la hora de discutir, respete y respétese. Por ejemplo, no diga que la persona a quien intenta “responder” se aprovecha de ser presidente de una entidad si nunca lo ha sido, por lo cual mucho menos puede haberse “autonombrado” como tal. Tome en cuenta que esa persona ni siquiera tiene un cargo en la jerarquía directiva, sino una posición ejecutiva (ejemplo yo, en la Fundación Juan Bosch).

4) Las generaciones nuevas (yo, por ejemplo, nací en 1977 y cuando al PLD le arrebataron el triunfo de 1990 apenas tenía 12 años) no tienen que dar explicaciones ni pedir turnos para hablar, opinar y tener posiciones. Esta es una sociedad con muchos atrasos y problemas, pero tampoco es “gerontrocrática” (sólo mandan los ancianos) o una tribu donde gobierne una comunidad de sabios, o una secta donde dirigen de elegidos místicos en la cima de una montaña. Por el contrario, una democracia verdadera es un sistema donde lo que no funciona puede ser cambiado por la voluntad de las personas, en igual dignidad y en iguales derechos para pensar, opinar y participar de las decisiones. Quienes en primer lugar tienen que ser convincentes, aclarar y responder a los ciudadanos y a las críticas son aquellos y aquellas que tienen responsabilidad en el tipo de sociedad que tenemos hoy, que desde 1966 a la fecha han tenido poder, han recibido la confianza de la colectividad y han tenido el mandato de hacer bien las cosas… Y ya es hora de que lo hagan y los ciudadanos exijan esas explicaciones, y éstas empiecen a llegar.

5) No creo que la analogía del “carro” sea buena… La lucha política y aún menos la lucha revolucionaria no son “cosas” u “objetos” sobre los cuales se tienen o no derechos de propiedad. Esta democracia, con todos sus problemas, y por supuesto la obra de patriotas como Juan Bosch, incluyendo esa obra hermosa de construir a los 64 años junto a muchos hombres y mujeres una organización que pudiera “culminar la obra de los Trinitarios”,  no son propiedad privada ni exclusiva de personas (por méritos que hayan acumulado), menos de una “casta”, y nadie tiene que pedir permiso para reclamar lo que nos parece justo, especialmente cuando esa lucha es el ideario y el ejemplo del cual se aferran muchos dominicanos y dominicanas hoy que tienen que enfrentar su propio papel en la Historia. Por cierto, no queda nada bien de “encontraron el camino pavimentado”, como si aquí todo el mundo anduviera en Porsche o en ganas de tenerlo para andar paseándose por la vida, y como si este país estuviese dividido entre un Olimpo sagrado y una masa plebeya que debe gratitud eterna y callarse la boca gústele o no le guste, pues ese es su lugar. Si a alguien le preocupa todo lo que “gastaron en el carro y en gasolina”, pues ese es problema suyo, resuélvanlo con su consciencia. Si tienen dramas con el “conductor”, problemas de quienes creen que le deben honra y, más aún, problemas de quienes creen que la lucha de Bosch y otros/as tantos se trataba de conseguir buenos carros, buen pavimento y buen chofer, es decir los medios y no los fines; las figuras y no las colectividades;

6) Nunca use planteamientos clasistas odiosos como equivalente de baja categoría o baja condición. Se ve muy, muy mal. En el caso particular ser “pitcher de guagua” es el trabajo de muchos hombres jóvenes que en este país sufren los efectos de una estructura social brutalmente injusta, que desdeña al ser humano, sus derechos y capacidades, incluso su derecho a la seguridad, porque antepone el capital y las ganancias. Además, ser pitcher de guaguas es mucho más serio, esforzado y exigente que vivir a costa del sudor de otros, y es un trabajo representativo de la mayoría de nuestro pueblo. Con esto no se descalifica a nadie, se descalifica quien lo emplee como término despectivo. Y por cierto, me honraría mucho ser un intelectual y un militante tipo “pitcher de guagua” y no chofer ni ayudante de chofer de Mercedes Benz o jeepetas Suburban, en un país en el cual el 72% de los trabajadores no gana lo suficiente para cubrir la mitad de la canasta de sobreviviencia.

Por último: 7) Como es obvio, no voy a responder la extraña carta a quien sea su remitente: en la escuela me enseñaron que un documento público no es una carta al destinatario. Y tampoco lo voy a hacer para alimentar una espiral de “dimes y dirites”, de esa violencia discursiva y esa virulencia al debatir, del que ya gran parte del país está cansado, porque los epítetos y los insultos cada vez han mostrado un gran vacío de ideas, de crítica, autocrítica y capacidad de entender lo que pasa en esta República Dominicana y proponer cosas que valgan la pena. Quien prefirió ese camino, que se responda por sí misma/o. Buena suerte.