Shakespeare, maestro iluminado y avanzado en su tiempo, escribió en su tragedia “Julio Cesar” la frase: “La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores”, en clara alusión a que no es culpa del destino lo que pasa, sino de las acciones de las personas.
En 2005 el Dr. Jeffrey D. Sachs (EUA, 1954), publicó “El fin de la pobreza. Como conseguirlo en Nuestro Tiempo”, apoyado con el prólogo de Bono, vocalista de la legendaria banda irlandesa de rock U2. Su vigencia me hace compartir un breve resumen de este magnífico trabajo, con sus algunos humildes comentarios.
De fácil lectura, no hace falta ser economista para entender sus argumentos, los cuales están basados en la amplia experiencia del autor, quien hace un esfuerzo en resumir una suerte de plan mundial contra la pobreza, pues está convencido de que la generación actual cuenta con los recursos para eliminar la pobreza, la cual el Banco Mundial define como la circunstancia económica en la que una persona carece de los ingresos suficientes para acceder a los niveles mínimos de alimentación, atención médica, vivienda, educación y vestido. Pero es indiscutible que la falta de una adecuada educación genera incapacidades para desarrollar trabajos de calidad que garanticen mejores niveles salariales. Pero veamos que dice el Dr. Sachs.
Para pretender el fin de la pobreza hay que focalizar dos objetivos que se interrelacionan, a saber: a) Acabar con la situación en la que se encuentra una sexta parte de la humanidad, quienes viven en una extrema pobreza y su vida diaria consiste en la lucha por la supervivencia. Este objetivo se ve cumplido con que todas las personas puedan disfrutar de niveles básicos de nutrición, asistencia sanitaria, servicios de agua y saneamiento, alojamientos, entre otras necesidades mínimas. b) Consiste en la posibilidad de que todos los países puedan subirse a la escalera del desarrollo, sobre todo los más pobres. Esto puede ser posible con el apoyo de la comunidad internacional, básicamente en lo concerniente a plantear mejores condiciones para el comercio de países menos desarrollados, limitando incorporar problemas de barreras proteccionistas, normas inadecuadas de propiedad intelectual e industrial, lo que puede inducir a prácticas económicas injustas y desestabilizadoras.
En el Capítulo 1, el cual titula: “Retrato de familia mundial,” trata sobre las posiciones de cuatro países en la escala del desarrollo: Malawi, Bangladesh, India y China. Al describir sus situaciones se concentra en como Malawi, un país africano, puede rebasar sus altos niveles de pobreza, que se recrudecen con la falta de organización e inestabilidad institucional. En el Capítulo 2, trata sobre la prosperidad económica, planteando su visión de los problemas del desarrollo desde un análisis comparativo que deriva en sus posibles soluciones. El Capítulo 3, analiza las razones por la que muchos países no logran una prosperidad sostenida, basándose en aspectos teóricos como prácticos, detalla las típicas condiciones de ausencia o limitación del ahorro, falta de comercio, bajos niveles tecnológicos, incremento demográfico, degradación de los recursos naturales y aspectos que tienden a afectar la producción y la productividad. Capítulo 4, basado en análisis de la responsabilidad de los economistas al estudiar los problemas que afectan al logro del desarrollo, insistiendo en las causas, pues enfocar los síntomas no conduce al escenario objetivo que conducirá a una movilidad real en la superación de los problemas estructurales. Del Capítulo 5 al 9, trata sus experiencias en varios países (Bolivia, Polonia, Rusia, China y la India), aprovechando para hacer ver que las realidades, aunque parecidas, son particularmente diferentes y requieren de recetas acordes a sus culturas, sin perder el objetivo de crecer de forma sostenida y con equidad, para lograr escalar al desarrollo. Aquí insiste en que lo anterior no se puede conseguir sin el compromiso de los gobiernos, empresarios y todos los individuos de la sociedad. En adición a esto, agrega, que también es básico el apoyo de la comunidad internacional (Países y Organismos) para que esos estados y sus elementos puedan crecer. En el Capítulo 10, trata sobre la necesidad de acabar con la pobreza describiendo de forma muy concreta los elementos que la envuelven dadas las razones históricas de cada lugar, su ubicación geográfica, aplicación o modo de políticas internas y la ineludible geopolítica. Todo lo anterior se recrudece por la diseminación de enfermedades virales como el Sida. En este capítulo critica las políticas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial por medio de sus programas de ajuste estructural, demostrando el poco conocimiento que exhiben de las situaciones que viven los países del continente africano. Aprovecha y acusa con sentido crítico a los países ricos occidentales de no apoyar sostenidamente a África, poniendo de ejemplo el soporte dado a Europa con el Plan Marshall.
Entre los capítulos 11 al 18 expone el plan para terminar con la pobreza extrema, a través de la sinergia entre los países ricos y los organismos internacionales. Lo impresionante y tal vez muy llamativo, es que en términos globales, las inversiones no son muy altas y en gran medida obedecen La inversión, en función de las metas, no es implica un monto inmanejable y su aplicación ayudaría a cumplir con los Objetivos del Milenio, cuya fecha, para la eliminación de la pobreza, inicialmente propuesta para el 2015, no fue lograda. Se ha establecido un periodo de 10 años más (2025) para conseguir el avance deseado. El Dr. Sachs, está convencido de que la humanidad, en toda su historia no ha tenido una mejor oportunidad como la actual para superar la inequidad que produce la pobreza extrema.
En síntesis, expone nueve puntos que darían al traste con la pobreza extrema y son los siguientes: Asumir de manera real el compromiso de erradicar la pobreza, acordar un plan de acción, conocer la realidad de los países pobres y en esto cada uno tiene el deber de hacerse sentir, la mayor economía del mundo (Estados Unidos) debe encabezar los esfuerzos, reformular los objetivos de organismos internaciones para que focalicen en su apoyo desde una óptica social a las áreas más necesitadas, empoderar a la Naciones Unidas como ente de equilibrio mundial, incentivar con recursos el desarrollo de los proyectos científicos que vayan a mitigar los problemas que causan la pobreza, preservar los ecosistemas para asegurar las sostenibilidad del equilibrio climático del planeta y con ello la producción de alimentos y asumir que este es un compromiso de todos los seres humanos.
Particularmente, estoy de acuerdo con el Dr. Sachs, en que la seguridad mundial se verá reforzada en una situación de desaparición de la pobreza extrema, pues disminuiría sustancialmente el problema social que implica el auge de las migraciones, haciendo que cada quien se ocupe de mejorar el entorno productivo de su región y con ello coadyuvar a distribuir las riquezas de forma equitativa.
Aunque su enfoque es genérico, entiendo que le faltó tratar el tema de la inserción de la mujer en producción de riquezas, que el régimen de oportunidades sea justo, abierto, no estableciendo cuotas, pues no existe nada más machista que las cuotas de participación, aunque ciertamente obligan a las aperturas participativas. El teólogo y sociólogo brasileño Leonardo Boff para referirse a la pobreza dijo que “La pobreza latinoamericana y mundial tiene un rostro femenino porque las mujeres son las más estigmatizadas por la pobreza.”
Hay que admitir que los índices de pobreza han disminuido en el mundo, pero aún mucha inequidad y más pobreza de la que debería de existir en estos tiempos. La culpa es de todos empresarios y gobiernos. El éxito empresarial de muchos se ha sustentado en salarios bajos (En este caso con posibilidad de mejorarlo dada la productividad), en las exenciones fiscales (Recurrentes), favores desde el poder para acceder y mantener mercados (Proteccionismo), así como en el la explotación irregular de los recursos naturales o públicos forjado riquezas en detrimento de las mayorías.
No ha sido muy diferente con los gobernantes, algunos en mayor o menor medida, han creado leyes, las regulaciones, los incentivos y exenciones, quizás con buenas intenciones, pero mal aplicadas. Esto último también implica la odiosa impunidad que históricamente ha catalizado la pobreza al apropiarse de recursos que pudieron ser invertidas en obras sociales o de infraestructuras que mejorarían la calidad de vida de una forma más integral y justa para todos los individuos. Shakespeare, ya lo sabía, sin el compromiso de todos y un plan integral bajo consenso, el avance será nulo o pírrico. Sólo veremos desgastantes búsquedas de culpables mientras las carencias y desigualdades seguirán vigentes.