Retomando la última frase de nuestro artículo de la semana pasada,  volviendo a la primera persona del plural, nos encontramos con una idea repetida muchas veces en nuestros artículos semanales y es que “…la arquitectura debe responder a su tiempo…”.  Desde luego una frase así no con todo su significado no es de nuestra cosecha propia, es más bien la idea que fijaron nuestros buenos maestros durante nuestros años de formación. 

Pero la sociedad actual, que demanda una arquitectura para nuestro tiempo, espera respuestas más reales y menos populistas, más funcionales y menos cosmética. No es de recibo dar a la población respuestas mediáticas y de puesta en escena, de forma, belleza y parar de contar; toca plantear soluciones que sean coherentes con nuestra situación actual.

El tema está en que es muy fácil caer en lo fácil, en las etiquetas de la pretendida sostenibilidad y de lo verde, como si siendo proyectistas actuáramos como políticos que dan a sus electores discursos vacíos. Sabemos que lo ecológico, verde y sostenible, vende; y esto es así aun cuando sean etiquetas en plan populista y/o como reclamos publicitarios.

Para buena suerte, aún sea a paso de tortuga, se han ido planteando objetivos globales y regionales, de cara a la eficiencia energética, que impiden que nos quedemos en esta fase de bla, bla, bla y nos lleva  – por necesidad y obligación – a dar repuestas verdaderas a una situación verdadera de cambio climático. Una de estas iniciativas regionales, en este caso para la Unión Europea (UE),  es la conocida como Objetivos 20 20 20. Ya hemos hecho referencia a los mismos – muchas veces – y  no nos cansamos de escribir y hablar por su gran valor a presente y a futuro. De hecho, y para refrescar la memoria, aquí van de nuevo:

  • Conseguir un 20%de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (en relación a 1990)
  • Alcanzar un 20% de generación de energía por medio derenovables
  • Conseguir un 20% de mejora de la eficiencia energética.

Estos objetivos, que se suponen vinculantes para los países miembros de la UE, tienen un plazo de vencimiento y es el año 2020. Si bien es cierto que el tiempo apremia y los objetivos no se han ido consiguiendo como se había deseado, también es cierto que se está realizando un esfuerzo, menor de lo deseado, para avanzar en esta dirección. Queda abierta la posibilidad de aplazamientos e incluso de replanteo de los mismos como Objetivos 30 30 30.

Teniendo como norte estos objetivos, ya sean al 20 o al 30,  se espera una arquitectura sin “postureo”,  que dé respuestas a su tiempo con propuestas claras de eficiencia energética; siendo esa eficiencia una de las grandes demandas de nuestro presente y futuro.

Comprar lo bueno 

Igual que cuando compramos un producto, o votamos a un candidato esperamos lo mejor, o por lo menos que responda a nuestras expectativas, así mismo cuando encargamos arquitectura debemos comprar lo bueno. 

Es un imperativo del siglo 21  que la arquitectura que encarguemos a nuestro profesional de cabecera sea absolutamente eficiente energéticamente, mientras sea viable claro está. No exigir resultados en este sentido es como pretender comprar un buen vehículo que siendo confortable, seguro, con un interior elegante y bien aprovechado, no tenga motor y no pueda circular. Esto sería un despropósito. Al momento de elegir a un candidato siempre buscamos al que responda mejor a nuestras expectativas.  La arquitectura que utilizamos también debe responder a unas expectativas de eficiencia energética acorde con el mundo en el que vivimos; de ahí que la buena arquitectura, la de siempre, ahora tiene una apellido con parámetros establecidos y este es el NZEB (Net Zero Energy Building o Edificio de Consumo Energético Cero).

Dado que los edificios y todo lo que ellos representan, suman hasta el 40% de toda la energía consumida, avancemos hacia el NZEB, sin postureos ni fases decorativas de estilos o movimientos pasados…y claro está sin populismos.