En plena segunda década del Siglo XXI, la sociedad dominicana sigue afectada por el síndrome de la dispersión de voluntades en la mayoría de sus estamentos dirigentes. Esto ha disminuido su capacidad para el establecimiento de logros, metas y objetivos comunes en áreas de vital importancia para su desarrollo.
La industria de la comunicación, la publicidad y los publicistas como entes generadores de la dinámica de este importante sector de la economía dominicana, no han escapado al influjo de esta preocupante tendencia disgregativa.
En los inicios de la publicidad moderna en nuestro país, hubo muchos intentos por crear organizaciones de clase que fueran realmente operantes y que representaran genuinamente los intereses comunes de los distintos grupos que conforman el denominado “Trípode Publicitario”, Anunciantes, Agencias y Medios de Comunicación.
Así nacieron, la Federación Dominicana de Agencias Publicitarias, (FEDAP), pasando a Liga Dominicana de Agencias Publicitarias (LIDAP), convertida hoy en Asociación Dominicana de Empresas de la Comunicación Comercial (ADECC); la Asociación Dominicana de Anunciantes (ADAN) y la Asociación Dominicana de Medios (ADOMEDIOS). También la Asociación de ejecutivos de Ventas y Mercadeo (AEVM) que luego se denominara Asociación de Ejecutivos de Marketing (AEM).
Lamentablemente y como efecto del síndrome de la dispersión, de estas organizaciones, unas han desaparecido, otras han perdido vigencia y sólo la LIDAP (ADECC) cumple en cierto modo el rol institucional que le corresponde jugar.
Ese rol debe ser asumido por la Adecc, retomando la iniciativa de promover la aprobación del Código de la Comunicación iniciada durante el gobierno del Presidente Leonel Fernández , en el sentido de promover el conjunto de leyes que deben regular el uso de los medios de comunicación en el país.
Solo así se asumirá la responsabilidad de proteger y de desarrollar la libertad de expresión comercial y de libre consumo, valores consustanciales e inherentes a la función publicitaria, al tiempo de estimular una mayor práctica y aceptación de un ejercicio publicitario y de comunicación comercial libre sano y auto-regulado.
En conclusión, el citado Código de la Comunicación debe retomarse.