“Una cosa es definir nuestros valores. Otra es vivirlos cada día”
John Maxwell
Ofrecer ayuda personal o académica a un estudiante fuera de la escuela, comunicarse con estudiantes o con padres a través de las redes sociales, dar una segunda oportunidad a un solo estudiante para que mejore sus calificaciones, dejar a un niño sin recreo por mal comportamiento, comentar situaciones de los estudiantes con otros colegas, aceptar hacer algo que exige el director del centro a pesar de no estar de acuerdo…¿Es ético o no?
Estas son solo algunas de las tantas situaciones éticas que enfrentamos los docentes en nuestra labor con los estudiantes y en nuestra interacción con los colegas, con los directores, con las familias y con la comunidad. El programa “The Good Project” (www.thegoodproject.org) define la ética como la responsabilidad social, incluyendo ser responsable por el impacto que puede tener nuestro trabajo, nuestro comportamiento, nuestras decisiones y productos en otros. En la profesión docente, las acciones y decisiones pueden hacer mucho bien o mucho daño. Lo que hacemos tiene un gran impacto en la vida de otras personas, debiendo velar en todo momento por los derechos e intereses de los estudiantes.
La escuela puede convertirse en una comunidad moral que propicie, de forma reflexiva y crítica, el desarrollo de la conciencia moral y ética de los estudiantes. Para lograrlo, es necesario comenzar con la transformación de los docentes. Son ellos quienes cumplen un rol fundamental para asegurar el bienestar de los niños y jóvenes a quienes enseñan. Deben ser modelos de comportamiento ético y de valores morales. De acuerdo con Piaget, los niños no adquieren sus valores, internalizándolos o absorbiéndolos del ambiente, sino construyéndolos desde adentro a través de la interacción con el ambiente y con otros (Kamii).
Ser docente implica asumir un gran compromiso moral. Tenemos mucho en nuestras manos y determinar la forma correcta de actuar no es tan fácil. Al momento de tomar decisiones entran en juego las creencias, valores, virtudes y principios que cada uno tiene. Todo esto influenciado por la cultura y el contexto donde nos desenvolvemos. Al enfrentar dilemas y situaciones muchas veces nos basamos en el sentido común, en nuestro mejor juicio, en las reglas y normas del centro educativo o en lo que consideramos mejor para uno o varios estudiantes en un momento dado. Otras veces nos basamos en experiencias personales previas. Y todo esto es válido, pero no es suficiente para guiar la práctica profesional. Si cada uno piensa y actúa de forma distinta, la respuesta a cada dilema o situación será distinta, llevando esto a la inconsistencia.
La ética profesional implica considerar los riesgos y consecuencias de nuestras decisiones. La moral personal no es suficiente para determinar lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que está bien y lo que está mal cuando se presentan ciertas situaciones en el ámbito del trabajo. Tomar una decisión ante un problema o dilema ético requiere de unos pasos que no sólo consideran el punto de vista personal o el de un superior, sino el de las otras personas afectadas por nuestras conductas.
Es imposible asegurar que todos tengamos las mismas creencias, los mismos valores y principios o que actuemos y tomemos decisiones de la misma forma ante diversas situaciones y dilemas. Por esto surge la necesidad de un código ético que sea elaborado por miembros de la profesión y que contenga los estándares, principios, responsabilidades y las conductas esperadas para enfrentar dilemas y situaciones éticas, orientando así nuestro accionar.
En nuestro país es necesario que se revise el Estatuto del Personal Docente y se elabore y aplique el código ético nacional para el ejercicio de la profesión. Es necesario también profundizar sobre la ética e incluirla en la formación inicial y continua del docente de manera explícita e intencional. No sigamos indiferentes ante las situaciones y dilemas que se presentan en nuestras escuelas y que involucran la vida, el desarrollo y aprendizaje de nuestros niños y jóvenes. Construyamos entre todos este código ético del docente que promueva un comportamiento profesional responsable basado en principios, valores morales y en el compromiso con el bien común.