Cierta vez, en una ciudad de oriente, un niño se encontraba paseando por un mercado de frutas con su padre y juntos se divertían mucho. El niño, al ver tantas frutas, se sintió tentado a tomar una manzana de una canasta cuyo vendedor se encontraba un tanto distraído.
Su padre, al verle, le sonrió y hasta le ayudó a comer la manzana, en tanto reían de la astucia demostrada por el chico al poder tomar la fruta sin ser visto.
Ocurrió entonces que cuando aquel niño creció se convirtió en un ladrón empedernido, su mala fama se extendió entre las autoridades y al final fue atrapado y condenado a muerte por sus delitos.
Cuando se encontraba encadenado y esperando la ejecución de la condena, apareció su padre, quien entre lágrimas y lamentos le abrazada desesperado, tratando de contener el funesto veredicto.
Entontes, el joven le dijo: “padre, no culpo a estas personas que me han juzgado a la pena máxima, no juzgo a la sociedad ni a ninguna autoridad, la única persona responsable de mi muerte eres tú. Si aquella vez que yo robé la manzana tú me hubieras castigado y orientado sobre lo negativo de mi acción, hoy día yo no estuviera aquí, con tu actitud permisiva, premiaste mi mala acción y yo seguí repitiéndola, así que el único responsable de mi muerte eres tú.”
Recientemente, el Presidente Medina, con una firme actitud, ha obligado a los funcionarios a firmar un Código de Ética que contiene una serie de conductas orientadas a la honestidad y a un manejo pulcro de los recursos del Estado, esto es loable y amerita todo nuestro apoyo.
Sin embargo, hay que saber que cuando uno de estos funcionarios cometa algún desliz y el Presidente se haga de la vista gorda, no sólo ése, sino todos los demás funcionarios seguirán su ejemplo y comenzarán sus inconductas.
Y es que a partir de los años sesenta o antes, hemos tenido unos presidentes muy permisivos con sus colaboradores. Todos, sin excepción, han protegido y ocultado las diabluras que cometen sus funcionarios y han emulado al padre de aquel niño que luego se convirtió en ladrón, produciendose un resultado similar.
Hay que ver si el Presidente Medina tendrá más valor que los presidentes que le han precedido y tendrá la valentía de castigar a sus leales colaboradores cuando se desvíen de los propósitos contenidos en el Código de Ética.
En estos temas hay que ir de la palabra a los hechos, de la letra a la acción, aunque también prefiero pensar que el Presidente Medina podrá cumplir con sus nobles propósitos y se mantendrá coherente con los principios que una vez dieron la fortaleza moral a su partido para alcanzar el poder.
Si lo que se busca es salvar la honra de un amigo, de un partido, de un gobierno y de un país, es necesario castigar el primer acto que contradiga los propósitos del Código de Ética firmado, entonces se estará dando un ejemplo correcto, y sentando los precedentes necesarios para un gobierno honesto y serio, tal cual lo enseño y practicó el ilustre Profesor Juan Bosch.
Y de que se puede, se puede, y la muestra la encontramos en Brasil en donde recientemente un legislador acordó devolver la nada despreciable suma de 234 millones de dólares, la mayor cantidad recuperada por actos de corrupción, que se había agenciado de manera dudosa de los fondos públicos. Este es el tipo de ejemplo que crea precedentes y se convierte en un freno para aquellos que ven en la política un medio de enriquecimiento.
Por último, es urgente ir más allá de un Código de Ética, es necesario volver al pensamiento duartiano que observa la política como un sacerdocio, se amerita tomar acciones concretas para convertir a los políticos en verdaderos servidores públicos y no en funcionarios ávidos de lucro personal.