A propósito del Bicentenario del nacimiento del Padre de la Patria es pertinente colocar el dedo en una llaga calumniosa que tras bastidores de generación en generación le imputa una supuesta cobardía. Acusación absurda e infame, este ciudadano ejemplar fue el más viril combatiente por el mantenimiento a flote de la República Dominicana.

Cobardes fueron aquellos que nunca creyeron que la parte española de Santo Domingo podía sobrevivir como país y siempre pretendieron anexarla a una potencia extranjera. Duarte en esa confrontación con firmeza evidenció su carácter radical en torno a la viabilidad de la República.

Por su actitud intransigente se frustró el proyecto de protectorado y la entrega a perpetuidad de Samaná a los franceses, si hoy no existe un Samaná francés (semejante a la base militar de EE.UU. en Guantánamo) se debe a su exclusiva responsabilidad.

En aquella jornada reiteró su arrojo, al frente de tropas en Sabana Buey (Baní) planteó en dos ocasiones a Santana atacar al enemigo que estaba muy tranquilo en Azua, recibiendo la inexcusable negativa de Santana quien prefirió mantenerse a la defensiva en Sabana Buey.

Para enjuiciar a Duarte hay que leer las cartas del Cónsul francés Saint Denys que saturadas de encono describen la esencia de su postura enérgica oponiéndose al proyecto anexionista, como lo señalaba el 14 de mayo: “Dos o tres desavenencias se han producido.

Al respecto señalaré en primer lugar a un hombre sin mérito, comprometido en la revolución de enero de 1843, y que recientemente fue llamado de Curazao donde estaba refugiado desde hace un año, para investirlo del elevado grado de General de División (el joven Duarte).

Digo dos o tres desavenencias porque sus declaraciones y sus amenazas indirectas, algunas veces hacen desviar a sus colegas de los sabios principios que sostienen y que religiosamente han defendido desde el inicio de la revolución”.

Los “sabios principios” giraban en torno a la anexión. El Padre de la Patria reiteró su fortaleza moral y personal el 26 de mayo (día del patriotismo integérrimo), cuando la Junta Central Gubernativa convocó a una asamblea pública en la Plaza de Armas (Parque Colón) para anunciar a la población el protectorado francés, en este ámbito controlado política y militarmente por los reaccionarios tronó su voz de rechazo militante al nefasto proyecto.

Veamos la versión sobre el particular del periódico parisino Journal Des Debats: “La sesión de la Junta el 26 de mayo, fue abierta por un  discurso de Tomás Bobadilla, quien trató de hacer comprender la necesidad de aceptar la protección de Francia, que había sido ofrecida, decía, por el Cónsul de Francia Mr. Juchereau de Saint Denys.

Los Generales Juan Duarte y Manuel Jimenes combatieron directamente esa medida, y declararon que ellos no aceptarían ninguna dominación extranjera, y en consecuencia la oferta de protección de Francia fue rechazada por la asamblea”. ¿Acaso un cobarde se atrevería a realizar planteamientos disidentes sumamente antagónicos en una asamblea dominada por el poder político que favorecía la propuesta antipatria?

Nunca se arredró ante los reaccionarios y el 9 de junio encabezó el golpe de estado revolucionario que puso en desbandada temporal a los afrancesados de la Junta Central Gubernativa. Bajo la transitoria dirección revolucionaria la tónica gubernamental cambió de modo total, como se indica en una nota escrita por él rechazando los temores del representante inglés ante los rumores de una posible entrega de Samaná a Francia:

“Nosotros creemos inadmisible una protesta de semejante naturaleza, pues dicha Península y Bahía de Samaná corresponden a nuestro territorio, y el pueblo dominicano como libre y soberano tiene la entera disposición de lo que es suyo”.

Ningún gobierno ha podido emular esta declaración con enérgico sello patriótico.

Tras el revés de los Trinitarios a cargo de los reaccionarios y de su prolongado exilio, hay quienes critican que no regresara cuando la amnistía de Jimenes: ¿Para qué regresar? En aquellos tiempos solo tenían cabida los santanistas y baecistas y los que retornaron tuvieron que cobijarse bajo una o la otra bandería anti-patria.

El exilio era un proceso muy amargo y Duarte lo prefirió a tener que abdicar ante los reaccionarios. ¿Cómo nos explicamos el acíbar del destierro? Solo tenemos que leer las cartas de Santana cuando fue expulsado por Báez, rogándole a éste último que le permitiera regresar al país por lo tormentoso que era ese status.

La participación de Duarte en la Restauración fue con las claras intenciones de integrarse a los combates, el Presidente Pepillo Salcedo, baecista de cepa y con graves sospechas de estar en connivencias con el enemigo, no aceptó que se integrara y prácticamente lo deportó del país con un cargo “diplomático”, que Duarte rechazó alegando que estaba enfermo, pero que prefería pasar al campo de la guerra, como combatiente.

Finalmente tras un artículo difamatorio publicado por un periódico colonial habanero decide salir del país, pero por tercera vez le solicitó al Presidente le permitiera pasar a su lado: “…me era más grato el hallarme a su lado en la campaña y participar en los riesgos y peligros que lo rodean”.

El Presidente en obvia actitud de rechazo a su presencia, no le respondió ninguna de las tres cartas que le envió solicitándole permiso para integrarse como combatiente. ¡Duarte hizo todo lo posible para morir en combate, Martí tuvo mejor suerte!

En su Bicentenario celebremos ofrendas florales, brindis, caminatas, tedeum, coloquemos carteles pictóricos alusivos, exhibamos piezas museográficas, la foto original, recitales poéticos, etc. pero también evidenciemos ante las nuevas generaciones que contrario a la supuesta cobardía que calumniosamente se le endilga representó la más corajuda actitud por la democracia, libertad e independencia de su país, y que solo Gregorio Luperón se le aproximó en la defensa de esos principios venerables. Su proceridad imperecedera ha surgido desde las entrañas de la verdad histórica, sin el patrocinio de áulicos, ni familiares.