Muchos seres nos acompañan en este camino de forma natural, pensamos nosotros, pero basta con sincronizar unos cuantos pasos en su recorrido para que se nos revele su acción inquieta buscando el oxigeno o versión de libertad.

Uno de los primeros en ser impactado por el freno de la vida fue Carlos Goico, un marginado del circulo elitista y contexto crítico, tal vez por su condición. Pero la rapidez con que se propagó su obra no pudo callar al trabajador solitario de la calle Sánchez. De él solo quedan los intercambios casuales en las cafeterías y aquel velatorio en el que unos cuantos amigos, menos de diez, contaban historias para deshacer las horas.

De “Rojo” existe otro cúmulo de anécdotas sobre su performance, su vida. Ney Díazh aprovechó ese día “Rojo” en calendario por la celebración del natalicio de Duarte y como víctima de esta “República” inconclusa que el patricio nos delegó, se fue lleno ironías y risas por todos espacios en que irrumpió su obra. Impronta que no pudieron obviar museos, galerias ni subastas.

A mediados de julio Leo Sanz, matiza el ambiente con su inesperada partida. El Taíno del futuro reinventaba su fantasía en cada momento, con un universo simbólico lleno de alegría, sexualidad, elementos etnicos y otros tan cotidianos que enlazan su rebeldía con las reflexiones cósmicas que compartía en los lugares menos oportunos.

Ellos tal vez con cierta complicidad van formando “el club de los imposibles”. Esos irreverentes sin mayores problemas que el de pintar para vivir su propia felicidad. La historia, y sus amigos podrán guardar sus memorias, su obra toca a nosotros como espectadores asumirla para reiterarlos como artistas.