Si un candidato/a no forma parte del clivaje electoral, no gana las elecciones. En la recta final, las campañas electorales conducen a los electores a un dilema: decidir entre dos opciones que representan, según la publicidad política, por un lado, el bienestar de los ciudadanos y por otro lado, la  amenaza de  ese bienestar. Es una batalla maniquea:   la descalificación  discursiva del adversario para impedir el triunfo electoral.

Cada campaña electoral tiene sus propios clivajes, donde el juego maniqueo alcanza su más alto nivel, generando una bipolarización  entre los electores.  Refuerza la  identidad política y alinea a los miembros de la comunidad de un lado o de otro, a favor o en contra.  Es un drama pasional que concluye cuando uno de los candidatos  vence al otro o un partido desplaza al otro. Si los contendientes son líderes ideológicamente diferenciados, las tensiones aumentan.

En  Perú, por ejemplo, los  electores tendrán que escoger en la segunda vuelta del mes de junio del 2016  entre el fujimorismo y el antifujimorismo. Kiko Fujimoris es el  principal contrincante. Hugo Chávez logró dividir a los venezolanos, aún después de su muerte, entre chavistas y antichavistas. En Brasil, el clivaje ocurre entre la derecha brasileña vs la izquierda bajo la hegemonía de Ignacio Lula-Dilma Roussef.  Más allá de los escándalos de corrupción, la derecha brasileña está en pie de lucha para evitar que se consolide el liderazgo de la izquierda que representa Lula.

En la Rep. Dominicana, el clivaje electoral para las elecciones del 15 de mayo del 2016 luce muy débil y diferente a otros tiempos en que se enfrentaban candidatos de liderazgos fuertes o partidos con ideologías sólidas. Eso ha cambiado: el transfuguismo  se ha hecho cultura electoral y debilita los clivajes. En 1996, Leonel Fernández triunfó  con el clivaje del Nuevo Camino vs el viejo camino trillado por el PRD y el PRSC. En el año 2000, Hipólito Mejía, armado con el legado de Peña Gómez, Primero la gente vs el New York Chiquito de Leonel Fernández, derrotó al PLD. Pero en el 2004, retorna Leonel Fernández, aprovechando el clivaje que había en la población dominicana: estabilidad económica vs  inestabilidad.

En la actual coyuntura, Luis Abinader  ha logrado ascender con un liderazgo fresco en la cultura política. Ha tenido poco tiempo para la campaña  electoral y un partido emergente(PRM): una tarea dura para conquistar el poder. Hizo temblar a Medina y a su equipo, los cuales respondieron rápidos y furiosos para disminuir el impacto del ascenso  y asegurar  el pase en la primera vuelta.

Abinader ha jugado  con tres clivajes golpeando como Floyd Mayweather  en los puntos más débiles del adversario. El primero:  anti-reeleccionismo vs reeleccionismo. A pesar de  tener de su lado a Leonel Fernández, que desesperado buscaba ser candidato del 2016, Danilo Medina sale triunfante. Los vence a los dos, aunque   con  baja  en la popularidad. Reynado Pared fue protagonista de esos avatares. Dos de las razones explican, también el triunfo del presidente: el reparto del erario público y que el padrino político de Abinader, Hipólito Mejía, fue un reeleccionista y los reformistas también lo son.

El segundo clivaje: seguridad ciudadana vs inseguridad. Trae un súper héroe americano, el carismático  Rudolph Guiliani. Medina no ha logrado todavía recuperarse y las encuestas políticas realizadas  revelan una percepción de incapacidad del gobierno para enfrentar el problema.  El tercer clivaje: anti-corrupción vs corrupción. Abinader  ha pedido el debate electoral junto con los demás opositores, pero su alianza con partidos, teñidos por la corrupción, le restó impacto al clivaje.

Danilo Medina ha jugado pesado, también, para enfrentar los clivajes de sus opositores.  Enfrentó  a su archirrival dentro del PLD  con una estrategia octaviana romana, disminuyendo el liderazgo  e  unificar el partido en torno a la reelección. Goza del privilegio de tener un partido con una clara ideología partidaria doctrinaria que prefiere no votar antes que escoger al opositor si es de otro partido.

Cuatro estrategias pueden observarse en el presidente Medina en su afán de  continuar en el poder. En la primera estrategia, Medina ha acertado en seleccionar a Margarita  Cedeño de Fernández  como vice-presidenta, para tener en la retaguardia al ex-presidente por si no llega a completar los votos en  la primera vuelta. En la segunda,  busca mostrar, con un aparataje publicitario, que continuará por más logros de los alcanzados del gobierno, centrado en educación y la oferta de un mundo tecnológico mágico para los jóvenes. En la tercera estrategia, intenta disminuir los efectos de las acusaciones de corrupción e impunidad con la apertura al juicio de algunos funcionarios corruptos.  Domínguez Brito es una pieza clave que sabido aprovechar el presidente Medina.

En cuanto a participar en el debate,  Danilo Medina dejó en el terreno a los opositores con el moño hecho. El PLD  asume su posición. Medina se niega a debatir. Es una vieja táctica que recomienda los asesores para no arriesgar lo que se tiene ganado si está en la delantera. No obstante, busca refuerzo  y viene con una estrategia: el apoyo del León. Pero el León  está relax.

En la implementación de la cuarta estrategia, se ha creado un clivaje que tiene un impacto emocional en la ciudadanía: optimismo vs pesimismo. No habrá ruptura en el ritmo del país después del 15 de mayo, debido a que la victoria del PLD es  inevitable en primera vuelta. Sin embargo, algunos partidarios de Abinader rumoran que el hombre dará un susto el 15 de mayo.

Para bien  de Danilo Medina, no  hay una tercera fuerza como en el Perú, Colombia y otros países, que pueda forzar la segunda vuelta y cambiar las reglas de juego. Guillermo Moreno, según la encuesta Gallup del 2015, creció ligeramente a costa de la baja en los liderazgos de Hipólito Mejía y Leonel Fernández. No logra impactar en la población abstencionista  e indecisa electoral que podría ser su capital electoral. Se le hizo  tarde para ablandar habichuelas.

En definitiva, el clivaje electoral adolece de líderes  carismáticos diferenciados para que pueda ser efectiva la bipolarización. La inseguridad pudo también haber sido mejor aprovechada por Abinader. La crisis económica es un factor de primera para el cambio de un gobierno. Según la encuesta del Greeber de febrero del 2016, el 55% desaprueba la gestión del presidente.   Pero el clivaje  no ha sido contundente para marcar la diferencia de que realmente habrá una situación mejor. El fantasma del miedo ante una eventual desestabilización de la macroeconomía,  se mantiene a raya en la gestión de Medina.