En las elecciones municipales extraordinarias del pasado domingo 15 de marzo, no sólo perdió un partido político, el PLD, sino que un partido-Estado. Lo cual tiene otras implicaciones y significados tanto políticos como históricos y culturales. En un artículo de 2016 reflexionamos sobre qué era un partido hegemónico como el PLD y cómo maquinarias de ese tipo históricamente tienden a salir del poder; lo cual, a su vez, tiene que ver mucho con cómo llegan al mismo. El partido morado, en tanto partido-Estado, puede salir del gobierno, pero no necesariamente del poder (en otra columna analizaremos esto). De momento, analicemos por qué la gente rechazó el PLD electoralmente.
En nuestro análisis, son cuatro las claves que determinaron la derrota del PLD; sobre todo en los grandes núcleos poblacionales donde perdieron 12 de 17 de éstos. Cuando en 2016, en las anteriores elecciones municipales, habían ganado 15 de 17. La narrativa que ha querido instalar la maquinaria mediática del partido-Estado de que, “realmente”, la diferencia entre ellos y el PRM es de sólo poco más de 2% a nivel del voto popular, quiere impedir que se posicione la realidad: que perdieron abrumadoramente. Persiguen, así, construir un estado de opinión según el cual la “pelea está cerrada” y todo se definirá en la campaña presidencial que es “otra cosa”.
Son los mismos que decían que iban a ganar ampliamente estas elecciones municipales (ahí están los videos), y que los que sabotearon el sistema electoral el 16 de febrero fueron los que no querían que se cuenten los votos porque “iban a perder”. Son maestros de la manipulación mediática y la construcción de sentido desde ahí. Si logran posicionar que la elección “está cerrada”, tendrán las condiciones favorables para implementar cualquier cantidad de trampas de cara a materializar en hechos esa narrativa. Puesto que, al final, ellos saben que la presidencia la tienen prácticamente perdida, pero van por mantener cuotas de poder en el Congreso. Un ámbito donde pueden torcer muchas elecciones senatoriales y de diputados que sean “cerradas”.
No obstante, vayamos a esas cuatro claves que enunciamos anteriormente. Que son las siguientes: el voto castigo, la desafección de las clases medias, los jóvenes y desideologización de la sociedad dominicana.
Primera clave: el voto castigo es el factor más determinante en este ciclo electoral. Lo cual se fortaleció aún más tras el 16 de febrero. Ese voto castigo contra el PLD nuclea diferentes sectores sociales y geográficos; es decir, une en torno a un propósito común diversas aspiraciones y demandas ciudadanas. Es, por tanto, un voto policlasista, multigeneracional y que atraviesa varios flancos ideológicos. Desde una señora de clase media alta acomodada, a un chofer de Cristo Rey, la aspiración inmediata es la misma: que salga el PLD. El partido-Estado, en el poder desde 1996 (con el interregno del gobierno de Hipólito de 2000-2004), genera hartazgo en la mayoría del país. En tanto representa corrupción, enriquecimiento vulgar de sus cúpulas, clientelismo e incapacidad para resolver problemas fundamentales. El PRM pudo capturar ese voto castigo. No tanto por sus virtudes, sino más bien porque la gente canalizó hacia sí su aspiración de quitar al PLD. De ahí la votación abrumadora (y que en mayo sería mayor con una participación más alta) del PRM en las grandes ciudades y capital.
Segunda clave: la clase media fue un sector con el que el PLD, tras convertirse en maquinaria electoral a partir del 2004, construyó parte de su hegemonía. Mientras el PLD tuvo esa clase media urbana a su favor, ganaba arrolladoramente todo tipo de elecciones. Es la clase media que asoció hasta hace poco al PRD y PRM con inestabilidad económica. Y que, en cambio, el PLD le dio estabilidad macroeconómica por más de una década lo cual implicó muchos beneficios para esta franja poblacional: infraestructuras modernas en el polígono de Santo Domingo, expansión del crédito, estabilización del dólar frente al peso, etc. Sin embargo, esta misma clase media adquirió en ese proceso nuevas aspiraciones que tienen que ver con transparencia gubernamental, justicia independiente y lucha contra la inseguridad. El PLD ha sido incapaz de satisfacer dichas aspiraciones. Y, así, ahora representa lo opuesto a ello. De ese modo, la clase media urbana le dio la espalda al PLD y abrazó al PRM porque es la única propuesta opositora que puede sacar al partido morado del gobierno.
Tercera clave: en República Dominicana alrededor del 40% de la población es menor de 40 años. Un país de jóvenes esencialmente. De una juventud que se comunica, relaciona y articula por medio de códigos que el partido-Estado, construido en claves del siglo XX, no logra comprender efectivamente. Son jóvenes que no encuentran nada en común con esa cúpula peledeísta de “viejos” que hablan en otros formatos. Esa juventud fue la primera que salió a las calles tras el 16 de febrero. Porque no ven futuro con la actual élite gobernante. No lo ven, fundamentalmente, porque el modelo de crecimiento y estabilidad macroeconómica del PLD, basado en competitividad internacional a partir de bajos salarios en turismo y zonas francas, no les asegura un mejor futuro a estos muchachos. Muchos se han preparado, saben idiomas y conocen del mundo por interacciones en redes y viajes. Ellos saben que lo que el PLD llama “progreso” no es tal en otros países. Esa juventud canalizó su molestia optando por un PRM al cual, si bien le ha dado un voto de confianza, no le quitará el ojo si llega al gobierno.
Cuarta clave: la desideologización de la sociedad dominicana, promovida por el PLD con su discurso del “progreso” y la “estabilidad” como contrarios a las luchas de clases y debates ideológicos del pasado, le está jugando en contra ahora. Porque, en el marco de ese pragmatismo tan instalado en el sentido común dominicano, mucha gente, cuando mira las propuestas electorales, no encuentra diferencias de fondo prácticamente. Y así, termina utilizando su voto como un instrumento pragmático de dárselo a quien sea el que le puede ganar al otro que no quiere. Nuestro país ha estado, los últimos 20 a 25 años, bajo un modelo neoliberal que, mediante el crecimiento macroeconómico, asegura inmensas ganancias a los grandes capitales y tan sólo sueldos de sobrevivencia a más del 70% de la población. Sin embargo, no hay en el debate público nacional críticas directas al neoliberalismo. Esto a causa de la desideologización promovida por el PLD. Que ahora le juega en contra.