Es complicado ser abogado defensor en nuestra ínsula. Claudio Cohén tiene su camada de haters. Pero así las cosas en el país donde la calidad es de difícil reconocimiento y el tuerto es rey.
Si hay artista de esos que ni durmiendo olvidan el oficio, ahí está Claudio Cohén. Con él tenemos una deuda viejísima, desde aquel disco “Neruda, raíz y geografía”, hasta estos días en que no deja la musa de Borges, René del Risco y muchísimas otras perlas.
Compositor, arreglista, poeta, congregador de familias del alma exquisitas, con Claudio siempre hay que toparte en Santo Domingo. Habrá temas que necesariamente no suenen en tu playlist, pero siempre habrá algo suyo rondándote en la cabeza. Para mí su hito es “Pedro nació con la boca llena de palomas que nunca volaron”. Es uno de los mejores 50 discos dominicanos, según mi recuento. Es una joya de música, interpretación. Es el mayor encuentro de talento que se ha dado en disco alguno. ¿Alguien se imagina a los primerizos Juan Luis Guerra y a Michael Camilo y a Luis Días como músicos de estudio? Jazzeando, rockeando, bolereando, su poesía aún me suena, aquello de la muchacha que tendía sus panties al sol, etc., sí, un larguísimo etcétera que todavía me repica.
Toparse con Claudio es una fiesta, aunque las últimas dos veces que me topé con él tenía problemas con su carro, pero no importaba: la bola se daba, la alegría era la de siempre, la frescura de sus versos y su música te acompañaba, se quedaba en tu cabeza.