Claude Bremond, gran semiólogo francés de las tradiciones narrativas, falleció durante el mes de enero en una inexcusable indiferencia. No fundó escuela como Algirdas Greimas pero fue uno de los precursores de la semiología narrativa, enfoque que en los años sesenta en Francia estremeció el ritual académico tradicionalista representado por la Sorbona, basado en los comentarios de textos o el enfoque erudito.

La corriente estructuralista de la cual formó parte impuso un innegable rigor metodológico y conceptual para desentrañar la tradición literaria con más agudeza que los comentarios intuitivos. Roland Barthes  con ligereza   lúdica  y  seductor talento de escritor, se focalizó en los mitos modernos, y el sistema de moda, no sin hacer aportes claves para la narratología, como su artículo ya clásico,  el análisis estructural del relato, publicado en la revista Comunications 8. Este número especial publicado en 1966 fue transformado en formato libro y erigió   la semiología narrativa en un saber con legítima pretensión de ciencia del discurso. La contribución de Claude Bremond, La lógica de los posibles narrativos sirvió de pivote para desempolvar la teoría narrativa de las funciones del ruso  Vladimir Propp y poder describir con agudeza casi matemática la configuración de un cuento. Su aporte inaugural junto a otras contribuciones pioneras de grandes intelectuales de los agitados y fructuosos años sesenta, Claude Levy Strauss, Tzvetan Todorov, traductor de los formalista rusos, Algirdas Greimas, Gerard Genette,  Umberto Eco., desbrozaron un sendero para el conocimiento de la narrativa, no como mero hecho cultural, sino como una estructura semiótica  y mental inherente al ser humano.

Esta generación luminosa poesía una cualidad que permitía la valorización del acervo literario no contemporáneo y que hoy en día es laborioso encontrar: una formación clásica que abrazaba  las literaturas antiguas así como la gran novela decimonónica. Estos sabios con previa formación lingüística, dominaban el griego y el latín, conocían la literatura medieval, les era familiar el francés antiguo. Hoy en día cunde hacia las literaturas remotas, el estólido desdén, la docta ignorancia. Hoy en día para algunos doctores, la literatura comienza con García Marques, Vargas llosa, y Octavio paz.

Claude Bremond valorizó, enmendándola profundamente, la teoría narrativa de las treinta y un funciones de Vladimir Propp descrita en su ya clásico libro de narratología, La morfología del cuento, dejando atrás su esquema lineal, a fin de proponer un estructura narrativa abierta, forjada  a partir de secuencias  de  acciones  narrativas que se expande en una lógica de interdependencia. En cuanto a la memoria literaria estudiada bajo un ángulo rigurosamente estructural, resucitó al cuento maravilloso francés, fue unos de los grandes especialista de los exemplum (forma narrativa medieval).

A principio de los anos 1980 nosotros habíamos finalizado el diploma de la Escuela de Alto estudio con el especialista de la Sociología de la literatura Jacques Leenhartd. En aquel entonces presentamos un largo trabajo sobre el Harpa y la Sombra de Alejo Carpentier dentro de la perspectiva sociológica de Lucien Goldman, e integrando tímidamente la teoría de la novela polifónica del eximio sabio ruso Mijail Bajtin. Obtuvimos honores pero quedamos insatisfechos. El método de aproximación textual de Goldmann era intuitivo; deseábamos un sistema conceptual de lectura sólido y operativo. Le debíamos al profesor Henri Godard, el más grande especialista de la novela francesa,  el conocimiento temprano de la poética narrativa de Gerard Genette. Intuimos sin embargo que la teoría de Genette permitía desglosar las formas de organizar una novela, las técnicas lúdicas del tiempo empleadas, pero no la estructura de acciones con sus personajes, lo que en fin de cuentas hace la especificidad de la narración. Partí de una intuición banal, verificada luego durante la realización de mi tesis doctoral: el sentido de un texto de ficción  como la estructura gramatical, responden a una organización lógico-narrativa y semántica  con varias aristas, sin las cuales no hay sentido.

Nos inscribimos en el predoctorado y escogimos los seminarios de tres grandes eminencias del enfoque estructuralista, Algirdas Greimas, Tzvetan Todorov, y el autor de Lógica del relato, Claude Bremond. Nos inscribimos con Bremond para la Tesis, esperando que Leenhardt resolviera cuestiones administrativas que le impedían asesorarme. Estudiamos con ahínco la teoría narrativa de Bremond recogida en su libro cumbre, Lógica del relato y nos apropiamos  de su matriz estructural de análisis que permitía rendir cuenta de un relato  en su cronosintaxis, sin desfigurarlo. Era  un momento en que el estructuralismo en general declinaba inexorablemente.

Todorov en su seminario disertaba sobre los valores humanos en la poesía de Baudelaire. Solo Greimas consolidaba su teoría semiótica y animaba un grupo creciente, denominado La Escuela de Paris, que aún se desarrolla en los cinco continentes. Ahí encontramos   rigor conceptual, innovación, y una reflexión epistemológica sobre  los conceptos de su semiótica general y su compleja madeja teórica, inspirada del lingüista danés  Hjelmslev. Greimas hacía ajustes, se indignaba por la insulsa penetración de la metafísica en la semiótica, pero nunca disertaba.  Vimos con cierta sorna  de que toda esa  gente citada se destetaba.

En libros y disertaciones escogíamos lo que nos convenía. Ir al seminario de Greimas era como ir a misa, reinaba solemnidad y respeto hacia los sabios.  Parecía una misa plural, una gran capilla de fieles, donde oficiaban Paolo Fabri, Jean Claude Coquet, el gran especialista de la semiótica musical, el finlandés Eero Tarasti. Los discípulos de Greimas, arrogantes pero inventivos se turnaban para presentar sus investigaciones. Recuerdo como hoy al más grande semiotista de las artes visuales, Jean María Floch, fallecido a destiempo, con su talante monacal, a la vez un greimassiano ortodoxo y de exquisita visión lúdica de la teoría.  Los seminarios de Greimas y la Escuela  de París se realizaban en una vasta sala de la facultad de teología protestante, en el  sur de París, cerca del metro Denfert Rochereau.

Bremond gran especialista de cuento maravilloso era un opositor acervo a la semiótica de Greimas. Hizo una crítica despiadada en su libro, de la gramática narrativa de Greimas. Pero esas pugnas de capilla nos dejaban indiferentes. Exponía todos los martes de cuatro a seis de la tarde sobre los enrevesados cuentos de las mil y una noche, sobre un detalle o tema sacado de una versión creada hace siglos por el maronita (confesión católica del libano) Hanna. Asistíamos unos diez alumnos, casi todos provenientes de los países árabes. Recuerdo que anteriormente lo llamé y le dije que deseaba trabajar con él una gramática narrativa de la novela policíaca negra. Me preguntó: ¿negra en cuál sentido? Novela negra de los detectives Hard Boiled le dije, y estalló en risas. Él había abandonado, como Todorov, su estructuralismo abierto y se había refugiado en una lectura temática muy fina, no exenta de formalismo inteligente. Cuando narraba pasajes de las Mil y una Noches, hacía gestos corporales y  hasta voceaba; nos desternillábamos de risa. Cuando leía los diálogos de personajes del largo relato árabe, declamaba como si estuviera en un teatro, con deliberada jocosidad.

Cuando presentamos nuestra tesis de Doctorado sobre la novela del Caribe, lo escogí como miembro del jurado.  Recuerdo que criticó severamente la integración a nuestro método de los cuadrado semióticos (operaciones semánticas lógicas de contradicción y de contrariedad) de Greimas diciendo que estaban demás.

Años después me lo encontré en la línea B del tren que conduce a los suburbios del sur donde vivíamos. El tenía su residencia en el elegante poblado de Bourg-la-Reine que bordeaba la misma línea de tren. Fue el último de los participantes del maravilloso y revolucionario número de la revista Comunicación, en morir. Que la tierra le sea ligera y su legado valorizado.