No todo lo que dice "obra para niños" responde al amplio y complejo universo estético, propio de la literatura infantil. No es suficiente que una obra esté dedicada a niños o a niñas. La literatura infantil, en su andamiaje creativo requiere de fundamentos creativos y estéticos imprescindibles, como la creatividad, el potencial imaginativo del creador o de la creadora y, sobre todo, de ese dominio artístico de la lengua, dependiendo del público infantil al cual está dirigido su texto para niños y/o para niñas.

No se trata de una "literatura menor", se trata de literatura Y, como tal, se trata del uso y aplicación del arte que, teniendo como base orgánica la palabra, la lengua, el discurso, está planteada para el deleite y/o para el entretenimiento o el gozo de un público especial, el cuál, dependiendo de su edad y de su nivel de desarrollo bio-psico-afectivo, cambiará sus gustos y sus preferencias.

En esta ocasión, presento un libro para niños/as titulado "Clara y Clarissa"(Sexta edición, Sección "Loqueleo", Editorial Santillana". Quito-Ecuador, 2016, de Rosanna Méndez). Ocho cuentos configuran el corpus de esta obra, donde, cualquier lector desprevenido nunca podrá seguir la continuidad narrativa y temática que envuelve la totalidad sígnica y fono-linguistica de la obra.

Desde el primer cuento, titulado "El señor Bonet", hay un hilo conductor que, en el discurso, se sistiene recurrente en cada una de las narraciones. Nada más la marca de los títulos es la línea diferenciadora del entramado argumental y narrativo, desde el cual se soporta está obra.

La descripción aflora como salida de un narrador  omnisciente que domina las acciones y el pensar de los personas que accionan en los espacios y contextos familiares que se encuadran en el discurso narrativo, veamos:

"Antes de conocer a Clara, Clarissa vivía en una de las tantas libreras de la biblioteca del señor Bonet, el papá de Clara. En esa época, solía sentirse muy sola en aquel enorme y silencioso lugar".

(P.12).

La imaginación es asumida en la narracion como un recurso central de la narración, en esta obra. Los personajes, los contextos y la trama argumentativa que se disemina por el tejido simbólico de esta obra narrativa, asume su base expresiva en el ámbito filial, en la familia, y la memoria o el recuerdo, aparece aquí como una fuente que recoge el imaginario de la posible realidad de la autora, para convertirla en realidad ficcional. Veamos:

"Cuando los.duendes, tan curiosos como ella, le preguntaban dónde había nacido y quién era su padre, ella les respondía:
       -Vengo de un país llamado Bluh. Queda al sur , justo bajo una estrella azul la más brillante que se puede ver en el cielo(…)".

(P. 17).

Los colores utilizados en su ilustración , el mamey, el verde claro, Naranja, azul y el color morado, tanto en la portada, como en el interior de la obra, responden no sólo a confo4mar su unidad temática, sino que también funcionan como un marco catalizador de refortalecimiento de lo narrado, permitiendo que el lector recurra a una visualización del discurso que se narra, en los trazos de cada una de las imágenes que recorren las páginas y el discurso en esta obra.

La ilustradora (la autora de la obra), actúa con determinada conciencia de que un libro sin imágenes es una naturaleza seca y/o árida. Una obra para niños sin ilustración, es un fastidio que condena al rechazo por parte del niño y a su posible aburrimiento espiritual y físico. Cuando un autor tiene conocimiento de los resquisicios y los detalles de su oficio, hasta el lector sale triunfante en esta difícil apuesta de escribir para niños/as.

Hasta nosotros, los adultos, gozamos y nos deleitamos, cuando estamos ante una literatura infantil asumida como arte, donde lo estético asuma su jerarquía creativa y discursiva, como acontece en esta obra.

Aquí lo narrado es simbología de lo imaginado… que encuentra su nacimiento en la memoria, en la experiencia o en lo vivido por la autora. La memoria es aquí el centro donde habita el insumo vital de su imaginario, para, luego, ser convertido en historia fabulada que nos permite a los adultos, retornar a la siempre añorada e imborrable zona de nuestra infancia, convertida esta vez en imaginario o en recuerdos.