El jefe de la Policía Nacional pidió a la población que confiara en la gestión que le toca para enfrentar la delincuencia. Un buen gesto para empezar a ganarla debió ser presentar su carta de renuncia irrevocable, con la fecha en que cumplirá dos años al frente de la institución. Con esto evitaría la ocurrencia de un nuevo episodio de multiplicación de hechos criminales, de todo tipo, correlacionados cuando no se respeta la regla no escrita de los dos años. Trágica y aberrante teoría de la conspiración que casi es tendencia en las redes sociales.
Pedir fe y confianza, con el debido respeto de no citar el 11 de la Carta a los Hebreos o atribuirla a revelación de su Santo Patrón, es una recomendación lógica del monopolio que todo oficial cree de origen divino para proveer seguridad ciudadana. Así es que se ven mimetizados en ese capítulo: “La fe es la seguridad de lo que esperamos; el convencimiento respecto de lo que no vemos”. Certeza de que ahora sí acabaremos con los malandros, creyente la población en nuestras acciones por su redención. Hay que seguir confiando ciegamente en nosotros no importa que otros “murieron apaleados…fueron apedreados, torturados, aserruchados, murieron a la espada…”. “La muerte los encontró todos firmes en la fe.”, en la Policía, “No habían conseguido lo prometido, pero de lejos lo habían visto y contemplado con gusto, reconociendo que…” sólo ella era la señalada para enfrentar en defensa de la población, la criminalidad y delincuencia.
Contaminar las Sagradas Escrituras con apelación a la fe en el cumplimiento de un servicio, es un recurso exclusivo cuando éstos son ofrecidos de manera monopólica por el sector público, de forma gratuita y por ejecutivos con definido horizonte temporal, legal o por uso y costumbre. La oferta es lo que definen políticas y presupuestos coyunturales, donde el usuario de los servicios es simplemente un espectador. Aquí la lenteja, la come o la deja.
El jefe de la Policía Nacional lo que ofrece es una promesa de que hará su mejor esfuerzo para combatir la delincuencia. El ciudadano que a la semana de escuchar su promesa es atracado y herido en vía pública, contra él no tiene ninguna acción legal. El General prometió cuidarlo, no asumía una obligación con el riesgo de resarcir daños y perjuicios. No hay contrato. Tiene esa ventaja sobre el médico que curó la pierna herida en el asalto. A éste si lo puede demandar el asaltado que, para añadir sal a la herida, se siente víctima de una mala práctica. Tampoco está en los zapatos del Jefe de Seguridad de un resort turístico, zona franca industrial, Residencial Villas Claudia o Casa Campo Romana, donde las rendiciones de cuentas tienen consecuencias económicas en pérdida del cliente o garantías que avalan calidad del servicio.
Con el clamor por cultivar más nuestra fe, viene de nuevo la intensificación del patrullaje con el mismo librito que se aplica desde los tiempos de Trujillo: parar a todo el que se le ocurra, sin tener causa probable o sospecha razonable, sin posibilidad para el ciudadano de grabar por voz y video la interacción con una patrulla que tiene, todavía en la segunda década del Siglo XXI, la patente de corso de la “Fe pública”.
De algo estoy convencido. Apelan a la fe porque están convencidos que la nuestra también es de inspirar profetas. A pesar de fracasos tras fracasos, todavía la mayoría cree son marcianos quienes defienden la autodefensa como derecho natural o proponen liberar las cadenas que impiden la oferta competitiva de soluciones privadas de seguridad.