La palabra ciudad me inquieta, no sólo por mi interés en el futuro de las ciudades, sino también por lo que la palabra representa o ya no representa. Me inquieta porque es difícil que una palabra defina estos hábitats complejos donde habitamos más del 50% de la población mundial. Sin embargo, comparto mi intento de definir esta inquietud: La ciudad es el lugar donde las personas van a habitar [o deciden quedarse] para poder ser mejores personas. Ser mejor es nuestra posibilidad de desarrollar plenamente nuestras capacidades y creatividad de manera sana, tanto a nivel individual como colectivo, es la ciudad vista como el lugar de oportunidades y eje de avance de las culturas. Ahora bien, sigue siendo la ciudad el lugar donde podemos desarrollarnos plenamente? Lo que ha sido a través de siglos la plataforma de creación de riquezas y oportunidades es hoy, también, el escenario desde donde se cuestionan las fuerzas políticas y económicas que han sido en el pasado las promotoras del desarrollo económico y físico de las ciudades.
En urbanismo se considera como el mayor acto de democracia el uso del espacio público. Ahí se borran las barreras de clases sociales, edades, diferencias culturales y, principalmente en los últimos 7 años, las ciudades alrededor del mundo han servido de escenario para conectar con una conciencia global que demanda cambios transformacionales de las instituciones gubernamentales y económicas. Para construir esta voz colectiva estos movimientos han tomado las calles, las plazas y los parques, es decir, el espacio público, la ciudad.
Dentro de estas manifestaciones que se han esparcido por ciudades de todos los continentes, podemos destacar tres movimientos:
[1] La primavera árabe [2010-2013] que inició en Túnez y luego se esparció por varios países árabes, siendo la más conocida las protestas en El Cairo-Egipto desde la Plaza Tahrir que significa Plaza de la Liberación [2011].
[2] El movimiento 15-M o movimiento de los indignados, conocido por las acampadas como forma de protesta y que inició acampando en la Puerta Del Sol en Madrid-España [Mayo 2011],
[3] Occupy Wall Street [Septiembre 2011], en el Zuccotti Park, anteriormente llamado Liberty Plaza Park, de la ciudad de Nueva York-Estados Unidos.
De estos tres movimientos, más que sus motivos para salir a las calles, me interesa su relación con los espacios urbanos que se convirtieron en símbolos de su protesta y que son parte de la identidad colectiva de las ciudades donde se realizaron estas manifestaciones.
En Santo Domingo también se ha protestado en los últimos años por diferentes causas y en diferentes espacios públicos. Podemos destacar, entre varias, las manifestaciones por el 4% del PIB para la educación, la protesta contra la cementara que se pensó construir dentro del área de amortiguamiento de Los Haitises y, recientemente, la Marcha Verde. Cada llamado a las calles ha escogido lugares diferentes, desde el Parque de La Lira hasta el Parque Independencia, la Plaza España, la Plaza de Las Banderas, entre otros. Nos hace preguntarnos: Cuáles serían estos espacios simbólicos en Santo Domingo? Cuál es nuestra Plaza Tahrir, nuestro Zuccotti Park? Esos sitios que en otras ciudades ya se asocian con manifestaciones colectivas de protesta o celebración. Este punto es relevante pues estos espacios cívicos son importantes para congregarnos pacíficamente para enviar un mensaje de desacuerdo, y sobre todo para celebrar logros colectivos: La elección de un nuevo gobierno, la recepción de algún atleta o dominicana[o] que haya obtenido un logro importante, para celebrar el orgullo de nuestra comunidad LGTBQ, para mostrar apoyo por la aprobación de una nueva ley, los motivos pueden ser muchos.
La Marcha Verde ha sido activa diseñando recorridos urbanos finalizando en lugares representativos de nuestra identidad urbana, como ayer, que culminó en el Centro de los Héroes. Es quizás este espacio el que deberíamos renovar como plaza cívica, ya que están las principales instituciones representadas ahí y está adyacente a nuestro frente marítimo, principal activo natural de Santo Domingo. Estos lugares pueden ser más de uno y con varias escalas, recordando que nuestra ciudad debe estar interconectada por buenas aceras con un arbolado urbano sólido, una ciudad caminable.
En este sentido, quizás, el verdadero acto de rebeldía de la Marcha Verde, no ha sido el de rebelarse en contra de la corrupción y la impunidad, ha sido el de invitarnos a caminar. La Marcha Verde -sin que fuera uno de sus objetivos de protesta- nos recuerda que caminar en nuestra ciudad es casi un acto rebelde, y con ello nos hace reflexionar sobre la necesidad de volver a humanizar a Santo Domingo, en muchas dimensiones, siendo la del espacio físico una de las más importantes. Ojalá que ‘manifestarnos’ se traduzca en mejores espacios públicos, nos haga repensar cuáles son esos lugares cívicos que deberían adaptarse a manifestaciones sociales no sólo de protesta, sino también de celebración.
Que no sólo lo que consideramos malo nos permita sacar lo mejor de nosotros, que es poder construir un esfuerzo colectivo por una mejor ciudad, y que en retorno, esta ciudad nos permita desarrollar plenamente todas nuestras metas y canalizar nuestras energías creativas por el bien común.
* El título de este artículo se toma prestado del libro escrito por David Harvey titulado Ciudades Rebeldes: Del derecho a la ciudad a la revolución urbana [2012].