Hace dos meses, al ir conduciendo sobre la avenida Tiradentes, esq. Pastoriza, a las 8:30 PM, me tocó presenciar como dos individuos -en un motor- le arrebataron a una mujer, que caminaba por la acera, su cartera.

De inmediato, comencé a seguir a los individuos, pero -por obvias razones- ellos lograron darse a la fuga entre las múltiples calles de dicha zona de la capital.

El viernes pasado, en exactamente el mismo punto donde dos meses atrás atestigüé el “atraco”, un policía detuvo a todos los vehículos para cederle el paso a una mujer de edad avanzada que quería cruzar la calle caminando.

¿Algo ocasional?

¡Lo Dudo!

Estoy 100% seguro que dicha acción por parte del policía es el resultado de una nueva estrategia instrumentada por el nuevo Jefe de la Policía, en su misión por proveer a la ciudadana un ambiente de seguridad y bienestar.

Todo el mundo se queja de la “militarización” de las calles pero ¿acaso alguien aplaude cuando un uniformado hace las cosas bien?

Desde hace ya una década, he tenido la oportunidad de conocer varios países de América Latina y me he dado cuenta de que un gran defecto que tenemos los latinoamericanos es que nos quejamos de quienes tienen la responsabilidad de mantenernos a salvo, pero somos incapaces de aplaudirles cuando hacen las cosas bien.

“La cosa esta dura” y “esto no esta fácil” son frases que uno escucha todos los días, pero pocas veces escuchamos una felicitación o reconocimiento cuando las cosas se hacen bien.

Mucho se habla de la corrupción dentro de los cuerpos policiacos. Mucho se habla de la falta de capacitación de las autoridades, pero poco se habla de aquellos que son un ejemplo a seguir en cuanto a la protección de la ciudadanía… hasta en cruzar una calle.

De igual forma, hace poco tiempo, me tocó presenciar como un vehículo de lujo se pasó una luz roja y al ser detenido por la autoridad, quien iba conduciendo comenzó a decirle al oficial “no sabes con quien te estás metiendo y verás como vas a perder tu trabajo por haberme detenido”.

Desde mi muy humilde punto de vista, una persona prepotente que no le gusta seguir las más mínimas reglas de tránsito y que ofende y amenaza a quien tiene la responsabilidad de guardar el orden público, es exactamente igual de patán que aquellos individuos que le roban su cartera a una mujer en la acera.

Soy un convencido de que para que la policía pueda hacer su trabajo, como dios manda, nosotros como ciudadanos debemos de darles la confianza de hacerlo.

De igual forma, considero que nadie que no está dispuesto a someterse a las reglas del juego, puede criticar a la policía por no hacer bien su trabajo.

Habiendo dicho esto, dejo por escrito en este artículo que nadie, absolutamente nadie que no respeta las leyes (incluyendo las de tránsito) puede criticar a las autoridades por ineficientes, ya que quien es incapaz de hacer las cosas bien, no debería de tener la libertad de opinar.

Ojo, el cumplimiento de las leyes comienza por los ciudadanos, ya que es la única forma de poder exigirle a las autoridades que hagan su trabajo.

Todas aquellas personas que por alguna razón sienten que están por encima de la ley, son ciudadanos de segunda.

Ciudadanos de primera son todas aquellas personas que siguen las reglas, respetan las leyes y se preocupan por el bienestar del prójimo.

Mientras existan personas que sientan que están por encima de la ley o que no reconozcan a quienes hacen las cosas como se debe, la cosa “seguirá dura” y “seguirá muy difícil”.