¿Quién fue ese señor de apellido Castillo que aparece como el diseñador de Ciudad Nueva? ¿Cuáles referencias utilizó para proyectarla? ¿Qué experiencia tenía? ¿Quién planteó el criterio inicial de parcelar parte de ese terreno propiedad del Estado dominicano? ¿Cuáles eran las reglas para la construcción de viviendas (retiros, alturas, materiales, estilos, etc.) y ¿Quién las determinó?
JM. son las iniciales del ingeniero cubano Jesús María Castillo. Al rastrear su presencia en la sociedad dominicana encontramos que vino al país en 1871, durante el gobierno de Buenaventura Báez, en la oleada de inmigrantes consecuencia de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) dentro del proceso de independencia de Cuba. En 1879, Castillo estuvo laborando como agrimensor para la ruta del ferrocarril Samaná-Santiago, según consta en documentos de la época.
Habría nacido en 1843 y recibió su permiso para ejercer la profesión de agrimensor público nueve años después, según consta en la Resolución nº 1886 del Poder Ejecutivo, de fecha 8 de octubre de 1880.
En las justificaciones de la Resolución se indica que “Atendiendo a que el ingeniero civil, señor J. M. Castillo, desde el año 1871 en que llegó a esta República, viene ocupándose en trabajos análogos a los de agrimensura por cuenta del Gobierno, como de compañías anónimas y de particulares, levantando planos de edificios, de caminos y de calles, y haciendo trazos de vías férreas y exploraciones científicas, lo que acredita su idoneidad en la materia (…) Autoriza al señor J. M. Castillo a ejercer las funciones de agrimensor público en la provincia de Santo Domingo”. (1)
Provoca curiosidad su habilidad para que el presidente Ulises Heureaux le encargara la proyección del primer sector residencial extramuros de la capital dominicana, en paralelo a la apertura de las murallas coloniales.
El proyecto fue promovido por el Poder Ejecutivo y determinó que el Ayuntamiento recibiera las compensaciones económicas. Los interesados debían solicitar la compra de los lotes mediante carta dirigida al Ministerio de Fomento y, una vez aprobada, se pagarían los arbitrios al Tesorero municipal. Las viviendas no contaban con fondos públicos, sino que era responsabilidad del comprador de cada solar su construcción, por lo que la mayoría de ellas se construyó en madera y cinc, como hemos visto.
En la historia particular de Ciudad Nueva se destaca el papel de ciertos ciudadanos promotores de ideas para mejorar la capital dominicana. Algunos se ofrecían para desarrollar proyectos variados, ya sea por motivación propia o como parte de una agrupación sociocultural.
Llama la atención la propuesta del munícipe Apolinar de Castro de construir un paseo verde, de 75 metros de ancho, desde el parque Independencia hasta la calle San Pedro (hoy José Gabriel García), entre las calles Pina y Cambronal. Con fondos privados se proponía adquirir los lotes necesarios para destinarlos a espacio público. De haberse ejecutado ese proyecto hubiera creado un “cinturón verde” para Ciudad Nueva, rodeado por el parque Independencia, los parques al sur de la José Gabriel García y la plaza Colombina (luego convertido en el parque Ramfis, hoy Eugenio María de Hostos). (2)
Todas estas ideas para el ensanche y engalanado de la ciudad de Santo Domingo eran producto del espíritu de progreso que envolvió a la sociedad dominicana en el último cuarto del siglo XIX. La mayoría de ellas quedaron en ideas debido al peso ejercido por intereses propios del ambiente político e inmobiliario predominante. Estas ideas, si bien reunían motivaciones y criterios interesantes para lograr un mayor equilibrio entre lo público y lo privado, carecían de un plan director para organizar el crecimiento de una ciudad en expansión.
Como hemos comentado en artículos anteriores, a Santo Domingo le faltó una visión de planificación en ese momento que al menos estableciera las pautas para su desarrollo.
En la década de 1880 había al menos cinco agrimensores egresados del Instituto Profesional, cuyo número se mantuvo en aumento y liderando el área de la construcción hasta la creación de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura en 1936.
En manos de los agrimensores quedó la modulación de los lotes de esta ciudad que ha sido producto de la expansión y especulación inmobiliaria. A ellos se debe, en gran medida, el formato de los solares que hoy son patrones comunes y en cuyas proporciones descansa la forma en que los arquitectos proyectan los actuales edificios en una ciudad en plena transformación. Su labor fue el resultado de requerimientos particulares de promotores que actuaban en un territorio con escasas normativas.
¿Qué sería de Santo Domingo si se hubiera impuesto -por ejemplo- un lote más ancho y menos profundo, distinto a los actuales de poco frente y larga profundidad? ¿Cómo respondería la arquitectura de apartamentos y comercial con unos lotes distintos a los existentes? ¿Cómo se organizaría la movilidad y el control del territorio si las manzanas fueran más largas y menos profundas?
En ese momento de definiciones originales iniciadas en la segunda mitad del siglo XIX los urbanistas estuvieron ausentes, se formaron mucho después. Los agrimensores llevaron, por ende, el peso de la historia.
Notas
1 Colección de leyes y decretos de 1880.
2 César Al Martínez, El béisbol y la ciudad de Santo Domingo. Inédito