Frente a las embravecidas aguas del Mar Caribe se encuentra un territorio compuesto por diferentes demarcaciones municipales, con más de tres millones de habitantes los cuales habitan en un área aproximada de 1,400 Kms²; individuos diferentes cuyo único punto en común es la ciudad que los alberga, parte del gran sistema urbano denominado Gran Santo Domingo. Una ciudad que ha crecido lentamente a través de los años, la cual se construye bajo dos realidades que se enfrentan cada día produciendo diferencias importantes entre lo ideal y lo existente.

Lo ideal, partiendo de la condición en que se encuentra la nación dominicana, la cual pertenece al exclusivo mundo de los países tercermundistas o en vías de desarrollo; se sustenta en estructurar planteamientos para la construcción de una ciudad acorde a las necesidades, aspiraciones y posibilidades del momento.

De igual manera lo existente choca con esta posición ideal; encontramos una ciudad que no tiene armonía con nuestra realidad social y económica, desencadenando problemas significativos que se complican y agravan con el tiempo. Algunos ejemplos pueden aclarar esta hipótesis.

A pesar de que el país nunca ha sido productor de petróleo, el diseño del conglomerado urbano del Gran Santo Domingo obedece a un modelo americano en el que las grandes autopistas atraviesan la ciudad, potenciando la utilización del automóvil frente a otras modalidades de desplazamiento; la cacareada crisis de los combustibles ha llegado y nuestras ciudades no están preparadas.

Contamos con un clima privilegiado los doce meses del año, unas temperaturas envidiadas por otras naciones; sin embargo los centros comerciales y de ocio preferidos por la población en general de las grandes ciudades los encontramos sustentados por el concepto de "mall" o centros cerrados en los que el desarrollo de las actividades no tiene nada que ver con el exterior. Por un lado no disfrutamos de las bendiciones de nuestro clima y al mismo tiempo esos grandes centros comerciales requieren de sistemas energéticos colosales los cuales encarecen el mantenimiento de los mismos y nuestras ciudades no están preparadas.

Los altos niveles de pobreza unidos al déficit habitacional requieren de la construcción de más viviendas para una población que lo necesita; sin embargo el crecimiento de torres de lujo se encuentra a la orden del día, complicando la existencia de una ciudad que no posee los medios para soportar este tipo de infraestructuras.

Entre lo ideal y lo existente queremos un Santo Domingo mas humano.

Twitter: @erickdorrejo