El fin último de la política es la obtención del bien común, por eso crea tanta irritación en la gente el tema – que para muchos es manido – de la corrupción política. Y aquí entra la relación de la política y de los políticos con la moral, que en nuestro país, como en otras naciones de América Latina, no se relacionan en nada.
Ha ido dejando de ser no sólo censurable, sino también irritante, valerse de un cargo público para obtener beneficios particulares; ha llegado a verse como normal, y es celebrado, el enriquecimiento de muchos legisladores, funcionarios públicos y líderes políticos, que con todo el cinismo del mundo estrujan en la cara de los ciudadanos los beneficios obtenidos a expensas del erario público, mostrando con orgullo lo “robado” – no encuentro otra manera de decirlo – y hacerse referente de un pueblo al que no le llega una educación en valores; eso nos da una idea de cómo se ha perdido la noción de valor que supone la moral, y como la política, que a decir de Platón era “la acción humana más elevada”, ha dejado de estar subordinada a aquella.
Una de las acepciones del vocablo cinismo, según la RAE, es la que lo define como “Doctrina de los cínicos, que expresa desprecio hacia las convenciones sociales y las normas y valores morales”. Ningún otro vocablo mejor para identificar a la gran mayoría de aquellos que ejercen el otrora noble oficio de la política; vuelvo a excluir a los pocos, que los muchos a los que me refiero, tildan de desafortunados.
La crisis de moralidad que vivimos, nos lleva a referenciar a la política que se ejerce en la actualidad como cinismo político en el concepto actual de cinismo, pues, tal concepto ha ido mutando desde la antigüedad, cuando la Escuela Cínica despreciaba las riquezas y cualquier forma de preocupación material, y proclamaba que el hombre con menos necesidades era el más libre y el más feliz; de manera que los políticos cínicos contemporáneos reniegan de los cínicos de ayer.
Hay cinismo político en aquellos líderes, dirigentes, y candidatos que prometen realizaciones en sus campañas proselitistas, y al llegar al poder ignoran y les importa poco la palabra empeñada. Y lo peor es que a los electores que le han llevado a obtener el cargo o curul parece importarles poco el engaño que con cinismo les hacen una y otra vez, porque la gente no está educada en democracia y no ejercen el voto crítico.
Hay cinismo político en las estrategias (artimañas) que crean un conflicto sea mediático o político, con la velada intención de sacar del escenario y de los mentideros algún hecho inmoral de funcionarios públicos, denunciado o ventilado en la justicia, y que como consecuencia, será tal acto, echado en el saco del olvido.
Hay cinismo político en la ostentación y la frivolidad de funcionarios del Gobierno y de la justicia, cuando el accionar público no está dotado de la mayor transparencia, y ésta no se puede comprobar porque los órganos de fiscalización del Estado están compuestos por allegados o miembros de las agrupaciones políticas que detentan el poder.
Hay cinismo político en aquellas acciones de las autoridades, que representan el mal ejemplo para toda la sociedad, resultando en extremo, dañino socialmente.
En fin, podríamos agotar cientos de páginas describiendo las acciones de funcionarios y dirigentes no sólo del Gobierno, sino también de muchos partidos, que constituyen cinismo político, y que en el mundo de la política son casi universalmente aprobadas; nos referimos a la concepción maquiavélica de esta ciencia, que la aleja sustancialmente de los conceptos morales, en el entendido de las interpretaciones que afirman que para el florentino, padre de la ciencia política moderna existen dos morales: la de aquellos que gobiernan, y la de los gobernados, y que la moral de los primeros tenía como fin la obtención y conservación del poder por medios que eran prohibidos para los segundos.
La República Dominicana carece en la actualidad de un liderazgo adornado de la calidad moral de sus acciones, con algún concepto de los valores sobresalientes que demuestren abnegación y dignidad; que cultiven la verdad, la justicia y los principales sostenes de la democracia. Es urgente que la educación en nuestro país priorice la inculcación de los sanos valores y conceptos morales en niños y jóvenes.
Finalmente, el liderazgo político debe hacer conciencia y tener la intención de convertirse en paradigma de las futuras generaciones. A ellos (sabemos que la gran mayoría lo desconocen), les recuerdo el texto del preámbulo de nuestra constitución:
“Nosotros, representantes del pueblo dominicano, libre y democráticamente elegidos, reunidos en Asamblea Revisora; invocando el nombre de Dios; guiados por ideario de nuestros Padres de la Patria, Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez, y de los próceres de la Restauración, de establecer una República libre, independiente, soberana y democrática; inspirados en los ejemplos de luchas y sacrificios de nuestros héroes y heroínas inmortales; estimulados por el trabajo abnegado de nuestros hombres y mujeres; regidos por los valores supremos y los principios fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio de la ley, la justicia, la solidaridad, la convivencia fraterna, el bienestar social, el equilibrio ecológico, el progreso y la paz, factores esenciales para la cohesión social; declaramos nuestra voluntad de promover la unidad de la Nación dominicana, por lo que en ejercicio de nuestra libre determinación adoptamos y proclamamos la siguiente Constitución”.