La sinceridad y honestidad con que nos abrazamos al cine en RD, con un amor cuasi patológico nos hace expertos, y nos creemos con el derecho a disfrutar filmando historias por el motivo que nos otorga esa pasión por el séptimo arte.

Si tuviera que mencionar a quién nos parecemos diría que a quién más nos acercamos es a Ed Wood, aquel cineasta norteamericano que entró a la historia del cine por convertirse  en el peor cineasta de todos los tiempos, lo que generó un filme sobre su vida y obra dirigido por Tim Burton en el 1994.

Pero nos parecemos en lo mejor de Ed Wood: su amor por el cine y su absoluta pobreza de recursos financieros para hacer cine.

Las películas dominicanas son patéticas en su insuficiencia por el mal uso de las herramientas y porque  intentamos justificar fallos con la falta de recursos financieros, lo que es verdad, como también lo es la insufrible convicción de creernos que estamos haciendo cine simplemente porque estrenamos en salas comerciales. Y en ese sentido,  existen verdaderos casos de delirium tremen.

Yo no escapo a esta realidad. Me incluyo en hacer del cine mi principal actividad por el profundo amor que le tengo. Aunque hay amores que matan y en muchos casos estamos constantemente cometiendo una especie de cinecidium involuntario (asesinato del cine).

Como Ed Wood, estamos dispuestos a todo con tal de hacer cine. Hay quienes le buscan la vuelta a todo con tal de lograr el ansiado presupuesto para hacer su película siempre que esté plagada de ‘sutiles’ escenas con publicidad no declarada como tal, o dirigen a una ‘estrella’ de la televisión en un papel protagónico, siempre al ‘gusto’ del cliente. Los hay que su mayor virtud es ilusionar empresarios como verdaderos mágicos circenses. Los hay que hacen todo (guión, dirección, actúan, y producen, etcétera)  y tal vez por eso cometen errores groseros y no le importan los detalles.

Pero debo destacar que por encima de todo, haciendo a un lado nuestros fracasos en el dominio del arte cinematográfico (donde me incluyo), mostramos que existe algo mayor por detrás de esas películas dominicanas. Es la dedicación y la actitud y coraje para vencer dificultades de toda especie. Algo que hacemos con amor, mucha pasión por el cine.

Muestra que existe un sentimiento, casi inocente, por el cine tal cual Wood en su tiempo. Y en algún momento futuro se nos ocurrirá llevar al cine al “cine dominicano”.