Considerar que toda persona es intelectual y creativa, independientemente de tener o no tener todas sus facultades (sentidos) en buen estado al 100×100, responde a un principio de universalidad que supongo razonable.
Obviamente, sin libertad no existe creatividad y lo intelectual se ve disminuido. Sin la libertad de expresar nuestro mundo interior y aportar en la colectividad, esa tarea se vuelve especialmente heroica en la que solo pueden descollarindividuos con alto talento y capacidad, y si cuentan con medios de producción.
La exclusión es la ausencia de participación democrática y libre. En este nivel es que entra el liderazgo social y político para concebir espacios justos y equitativos, proporciona la oportunidad de participar a todos por igual.
Pero no es así.
Como economía de mercado, precisamos de empresas que puedan servir a ese propósito necesario para la sociedad. Empresas inexistentes hoy.
Lo que caracteriza un buen mercado, ágil, adecuado, es precisamente la captación y gerenciamiento de buenas ideas. Para captarlas se debe ser mucho más competente que la media.
Eso no lo puede entender un economista, de hecho no lo entienden los economistas. Y una muestra de eso es que los economistas continúan pensando en una microeconomía convencional, añejada.
El mundo de hoy ha cambiado y ha dejado atrás lo que no funciona. Se necesitan nuevas teorías económicas y estas aun no salen por obcecación de una economía de mercado que nunca miró al individuo en igualdad respecto a su intelecto y creatividad.
Siendo un poco más específico, siempre se habla de industria cultural o “industria creativa”, por ejemplo de industria del cine que nos remite a la producción. Lo correcto sería hablar siempre de “economía creativa”, como oferta y demanda pero siempre atendiendo a que lo que se vende sea realmente comprado, que tenga un mercado consumidor.
En este sentido, el cine dominicano genera una “industria” pero eso no significa que haya creado una “economía”.
La economía creativa es el consumo de un producto cultural. Si no se tiene esa experiencia, ese consumo, o lo consumido es para una élite, o solo un producto de cien producidos es el consumido, entonces hay una contradicción respecto al gerenciamiento de la cultura y la creación de espacios para que circulen los productos culturales.
Vender experiencia (el consumo de una música, teatro, cine, etc.) no es lo mismo que vender productos. Esto es tema de debate que, supongo, debe ser de interés para todos. Y es un asunto que solo lo entienden los artistas. Obvio, ¿no?