En los inicios del cine no existía la grabación de sonido directo o diálogos. Aunque teníamos música para acompañar la narrativa, no había voces de los personajes en escena. Teníamos imágenes de frases entre tomas que nos ayudaban a entender las acciones. El problema era que mientras más escrito había que poner entre imágenes, más extendía el tiempo del relato.
Esto llevó a que los directores expresaran sus historias más en los sentimientos demostrados por los actores que en las palabras que debían decir. Un ejemplo que es muy usado es enseñar todos los detalles de la casa del personaje principal para entender quién es y qué hace en su vida.
Más importante aún son las caras de los personajes. Alfred Hitchcock decía que los seres humanos no siempre dicen la verdad pero sus ojos nunca mienten. Las emociones principales se deben siempre buscar en las caras de los actores no en sus palabras.
El método que siempre le trabajó en edición a este gran director fue usar un plano del personaje principal y un plano de lo que puede ver este personaje (o como le llamamos “plano subjetivo”). En un plano podemos ver lo que el personaje está mirando y en el otro ver como él se siente mientras mira lo que sucede frente a él.
El espectador siempre se da cuenta de la historia pero raramente del método que se usa para contarla: estos métodos son el cine. Son los que nos hacen sentir y entender. Yo soy un fiel creyente de que un diálogo bien escrito llega muy lejos en el sentimiento humano, sin embargo, una cosa siempre ha sido verdad en nuestra arte y eso es que “Si no le podemos pasar un sentimiento al espectador con imágenes, no se lo vamos a pasar con palabras”.