Santo Domingo.- En este mes de junio tengo muchos motivos para celebrar, aunque sea sin una fiesta: el día 19 de este mes de junio de 2012 cumplo 70 años de edad, 50 de ellos en el oficio periodístico, que creo no haber deshonrado. En el tiempo transcurrido, he recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, cuya lista haría muy extenso este arítculo. Pero además celebro haber terminado mi último libro, pues he publicado siete y tengo seis inéditos. El último de ellos se titula Los inolvidables, donde hago un recuento parcial de grandes amigos, especialmente compañeros de profesión, a todos los cuales, vivos y muertos, siempre los recordaré mientras viva.
En este libro, además, incluyo a otras personalidades, como por ejemplo empresarios, abogados, escritores, médicos y poetas. En cada caso, no solamente figuran sus biografías completas, fruto de entrevistas personales, sino también anécdotas de las que fuimos actores principales.
Infortunadamente, no sé cuándo podré publicar este y los otros libros terminados, que son: Un país de ficciones y absurdos, Una ojeada a la Ecología dominicana, 100 Humor-zitos, Humor para Caraduras, Cuentos Triviales y una versión ampliada de Memorias de un periodista con Memoria.
Como se sabe, la publicación de libros en la República Dominicana es sumamente costosa, y pocas veces un escritor puede decir que los vende todos, pues son muchos los que se regalan a los amigos, a directores de medios y a críticos de literatura. Si uno no pertenece a sus clanes literarios, olvídese de que harán algún comentario, favorable o no.
Naturalmente, hay excepciones de notables escritores dominicanos que con orgullo pueden decir que obtienen beneficios de los libros que han publicado.
El último libro que publiqué, fue el titulado Las canciones del miedo. Se trata de un libro de cuentos donde cada personaje, por temor o angustia ante una situación peligrosa, tararea, silba o canta una canción. La publicación de esta obra, en el año 2003, fue posible gracias a mi amigo y compueblano José Rafael Lantigua, Ministro de Cultura, a quien tanto estimo y agradezco, y a quien el presidente electo Danilo Medina debería confirmar en el cargo por la gran labor realizada, o nombrar en su lugar al escritor y poeta Tony Raful, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en cumplimiento de su palabra de que buscaría un acercamiento con esa organización para hacer un gobierno de Unidad Nacional. Raful ocupó ese cargo en el gobierno de don Hipólito Mejía (2000-2004)
En cuanto a mi ejercicio periodístico, puedo decir que he tratado siempre de no ser un periodista conflictivo. Creo que por eso no tengo enemigos, al menos que yo sepa. Pertenezco una vieja escuela en la que aprendí que un periodista tiene una ametralladora en las manos, que puede usar en sus escritos, capaz de empañar o destruir reputaciones de instituciones y personas. Porque como dijo en una ocasión el Maestro Rafael Herrera en uno de sus Editoriales en el Listín:
"Las palabras tienen virtudes mágicas. Su poder de evocación es enorme."
"Ellas transforman al mundo, porque su contenido espiritual es muy amplio, cuanto es posible concebir en el ser humano."
"Y algunas hasta van más allá de la simple apreciación, y conducen al pensamiento por sendas ignoradas, en descubrimiento de nuevas realidades"
"Pero así como son útiles, también pueden ocasionar numeroso daño".
"Se vulgarizan las palabras como los sentimientos. Son entes vivos, fulgurantes, oscuros, tristes, alegres, apasionados y fríos.
"Se vulgarizan con el uso frecuente. Se hacen elevadas y señeras, dominantes, intangibles, significantes y traicioneras, lucidas y oscuras".
"Las palabras conducen, orientan, destruyen, matan".
"Las palabras, ¡ay!, las palabras, tienen poder mágico.
Los que pertenecemos a esa generación romántica, nunca pensamos en el periodismo para enriquecernos, como sucede ahora con ciertos "periodistas" que escriben e incluso hablan con faltas ortográficas, porque nunca han pasado "páginas hacia atrás"; que no saben diferenciar entre una novela o un cuento largo, mucho menos entre un ensayo y una biografía.
Sin tener una aureola, puedo decir que he tratado, en lo posible, de ejercer un periodismo con honestidad, que me ha permitido mirar directamente a los ojos de mis interlocutores, no los pies, honrando la memoria de mi abuelo Abelardo Estrella, alias Laíto, quien decía que cada hombre debe actuar bien para no tener que mirarle a otro los pies, avergonzado, porque le hiciera algún tipo de señalamiento negativo.
Si de algo me culpo, es el de no haberme aprovechado económicamente del periodismo para lucrarme, algo común en estos tiempos, razón por la cual sufro algunas precariedades. Gracias le doy al Todopoderoso porque tengo relativamente buena salud, casa propia, un auto y estoy libre de deudas importantes. Me siento orgulloso de esa actitud. He transmitido a mis cinco hijos esas enseñanzas, y no me arrepiento, porque todavía hoy, cuando son hombres y mujeres hechos y derechos, ninguno ha metido la pata y me dicen "usted y sí señor". Y he sido leal a mi esposa Altagracia Lora desde hace 47 años, aunque sí infiel, porque desde el momento mismo en que uno mira a una mujer de caderas estruendosas, siquiera con el pensamiento es infiel. (Una retórica de Gabrial García Márquez)
Nadie piense que este es un testamento, pues estoy programado para morir el 15 de abril de 2017, posiblemente por la tarde, de manera que eso sería preocupante para algunos a quienes le he hecho favores, pero que no me toleran. Si supiera el sitio, jamás pasaría por allí.