A mi entender, tratándose de una sociedad predominantemente pragmática, ineducada, pervertida por sus dirigentes, y a merced de una minoría excesivamente próspera, inexorablemente cinco grupos votarán por el PLD.
Un primer grupo, incluye al populacho ignorante alimentado miserablemente a través de tarjetas de solidaridad, condicionadas a ratificar la lealtad por el candidato oficial en los comicios. Conviven con clientelistas: funcionarios temerosos de perder el cargo, pues saben muy bien que, pasados dieciséis años de gobierno morado, el desempleo es enorme fuera de la nómina gubernamental.
Familiares de oficiales castrenses, aleccionados sin cesar sobre ventajas reeleccionistas: seguir el chanchullo y facilitarse el próximo ascenso (pasadas cinco décadas democráticas, las fuerzas armadas dependen todavía del jefe de palacio y no del Estado Mayor). En este primer grupo, alborotan “chapeadoras", "prepagadas", queridas y relacionados, versión de la cortesana monárquica diseñada por el Comité Central, recompensa erótica otorgada por la abundancia y el poder.
El segundo grupo estaría conformado por empresarios y negociantes felices, quienes entienden el futuro como un lugar oscuro, abstracto e impalpable, de apenas dos lustros. Contratistas, proveedores, y venduteros del Estado echarán la boleta continuista junto a éstos. Igual harán ferreteros y constructores agradecidos del boom urbanístico a lo Panamá, bien nutridos por la corrupción. Acompañarán banqueros y participantes del festín macro económico.
Parte de la prensa y la televisión, periodistas bien comidos, Intelectuales, artistas, poetas, escritores, profesionales consultores de ministerios, colectores de mensualidades, narcos y demás rentistas del presupuesto nacional, armarían el tercer grupo.
Un cuarto y descorazonador colectivo acogerá muchos escépticos. Éstos consideran mejor un malo conocido que un bueno por conocer; desconfían de cualquier político, prefieren con cinismo a los vendedores de carros usados. Y estarán los vende votos: pueblo desesperado, ciudadanos sin esperanza, necesitados de unos cuantos pesitos para despilfarrarlos en un dos por tres, "no hay más ná". Son hijos embrutecidos de la miseria, habitantes de un país donde nadie sabe a ciencia cierta si un alfabetizado puede leer, o sólo escribe su nombre.
Quinto grupo: militantes de ojos y nariz tapadas a la espera, bajo promesa, de un nombramiento en el próximo gobierno. Están en ese mismo paquete fanáticos aborregados, seguidores sin comida, techo ni promesas. En esta categoría coloco a esos lobos aliados, jauría que llegará a votar blandiendo tenedor y cuchillo, le entrarán al banquete de cargos y contratas tan pronto puedan.
Aparte de esos cinco colectivos, nadie puede justificar ni estar a favor de una reelección de Danilo Medina. Si pensamos con vista al futuro, sabiendo lo que pasa en esta sociedad, un nuevo mandato de este hombre será un desastre inevitable.
Revisando la historia universal, queda bien claro que la desidia popular y la indiferencia acomodaticia de la oligarquía, generan convulsiones sociales donde todos suelen ser perdedores; torbellinos político en los que lloran ricos y pobres. A la vez, el devenir humano deja claro este corolario: los mismos errores, la misma gente, y las mismas ambiciones llevan a las mismas tragedias.
Necesitamos renovar las estructuras de poder dominicano, porque esta nación no puede seguir a expensas de cinco grupos de votantes sin pasión, doctrina, educación ni moral, sin siquitrillarse. Peso a morisqueta, nada bueno saldrá de una reelección.