Un fantasma merodea por el mundo. Se considera una amenaza de dimensión planetaria y la aproximación a la figura del Anticristo. Los segmentos de poder, parte del pueblo y la intelectualidad se han unidos en una Santa Alianza para impedir el avance de este fantasma. Su nombre es Donald Trump. Parecería absurdo, inconcebible, desconcertante, observar cómo un candidato disloco, misógino, racista, homofóbico, con vocación autoritaria y guerrerista haya logrado concitar la simpatía de más de un 40% de los electores estadounidenses.
Qué explica que un candidato como Donald Trump haya derrotado en las primarias republicanas a Ted Cruz, Jeff Bush, Rand Paul, Rick Santorum, Mike Huckabee. Carly Fiorina y Chris Christie. Algunos con un liderazgo fuerte y arraigado en el Partido Republicano.
A primera vista aflora la tentación de simplificar la reflexión asumiendo que una parte de los norteamericanos se parecen a Donald Trump y por eso les simpatiza. No obstante, es necesario hurgar en el fondo de la historia estadounidense, analizar lo que está pasando en el sistema político tradicional y la economía de esta nación.
En principio podemos visualizar cinco factores que explican por qué un candidato como Trump ha concitado el apoyo en más del 40% de los estadounidenses.
La primera comprensión es de naturaleza histórica. En efecto, desde la guerra civil de Secesión en este país han estado enfrentados dos tipos de economía. Una economía de base industrial, focalizada en los estados del Norte y que han encarnado las ideas liberales de factura decimonónica. Y la otra economía de naturaleza agrarista tradicional, concentrada en los estados del Sur vinculada con el pensamiento conservador. El desarrollo de este país a lo largo de su historia no ha transformado esta dualidad estructural e ideológica.
Este fenómeno histórico también se ha reproducido en el escenario electoral. Es así como se ha configurado una demografía social y electoral que ha caracterizado la política estadounidense con la existencia de ciclos de supremacía demócrata y en otras ocasiones republicana. En las ciudades de predominio de la economía industrial, concentradas en el Norte, se aglutinan las grandes universidades, las industrias y los medios de comunicación de mayor influencia en el pensamiento estadounidense. Es en estos escenarios donde se aglutina el voto demócrata, siendo la juventud, las mujeres, los intelectuales y artistas, la clase obrera, los grupos minoritarios, la principal base electoral de los demócratas y por ende de Hillary Clinton.
En cambio, el agrarismo sureño representado en los productores agrícolas, la clase alta, los militares, los dueños de la pequeña, mediana y gran empresa, los sectores vinculados a la industria y los sectores religiosos protestantes con fuertes influencias en USA han sido la base tradicional de los republicanos. Este escenario no ha cambiado a lo largo de la historia electoral en Estados Unidos y por consiguiente Donald Trump encuentra un voto fidelizado y seguro con la ideología conservadora republicana, pese al rechazo de una parte de este partido. Asimismo, Donald Trump cuenta con una base social de baja volatilidad electoral y con fuerte identidad con el candidato republicano. Esta base está representada en los grupos llamados de forma estereotipada los Redneck. Estos hombres blancos, de bajos ingresos, de raíces rurales, de ideas racistas, ubicados mayoritariamente en el Sur conservador son duros simpatizantes de Trump.
Esta polarización histórica está mediatizada por los llamados swings states (estados pendulares). Estos estados son los que han determinado quien gana unas elecciones en los Estados Unidos y normalmente no presentan tendencia histórica clara de apoyo a los dos principales partidos estadounidenses. Estos son estados de alta volatilidad electoral y por ende de mucha competitividad. Quien gane los swings states o estados pendulares, gana las elecciones a nivel nacional. Estos estados son Ohio, Colorado, Iowa, Nevada, New Hampshire, Carolina del Norte, Virginia, Wisconsin y Florida. Según las encuestas en los estados pendulares o swings states hay una polarización que puede marcar el futuro presidente de USA.
Un segundo factor que explica la simpatía electoral por Donald Trump de un segmento de la sociedad estadounidense, es el rechazo de grupos religiosos, tradicionalmente conservadores, a la agenda política y social del Partido Demócrata. Los protestantes o evangélicos cristianos rechazan de plano la defensa del aborto y el matrimonio gay enarbolada por los demócratas. La simpatía por la guerra de Donald Trump genera más atractivo en estos grupos religiosos.
El conservadurismo social encarnado en el fundamentalismo religioso otorga un papel determinante al Estado en la promoción de valores sociales y morales en la sociedad, en el establecimiento de un “orden y una moral”. Esta corriente, sin tener organicidad política, sí tiene una fuerte influencia en materia de opinión pública y esto ha dado fuerza a Trump dentro de este segmento, haciendo suyo el discurso del orden y la moral.
En tercer lugar, el establishment representado en los políticos de Washington, está en crisis. La élite política tradicional encarnada en la figura de Hillary Clinton y los conglomerados que dominan las ramas financiera, política, tecnológica, comercial, los medios de comunicación y las armas cuentan con un alto rechazo en la sociedad estadounidense. En términos electorales, los Clinton son el rostro visible de los sectores dominantes y de las élites que han ostentado el poder y la autoridad política de esta nación. No es fortuito que Hillary tenga una tasa de rechazo superior al 50%.
Una parte significativa del pueblo estadounidense parece haberse cansado de la élite y apuesta a algo diferente, a alguien capaz de burlarse de los políticos. Por eso, Donald Trump, siendo de la élite económica, no se asume como político. En su discurso asocia a Hillary con los políticos de Washington. Por tanto, Trump representa la ruptura con el elitismo político y es capaz de encantar el imaginario popular de los grupos con más bajos niveles educativos y económicos a través de un discurso populista y repetitivo pareciéndose mucho a una parte del pueblo.
En cuarto lugar, Trump ha aprovechado los traumas dejados por los actos terroristas en la psicología colectiva del pueblo estadounidense. Ha asumido un discurso duro e incendiario contra la comunidad musulmana, el cual ha prendido en la mente de muchos americanos. El representa la línea militarista dura y radical, considerada por una parte del pueblo como el único con capacidad para enfrentar el terrorismo islámico.
Finalmente, en una parte de los trabajadores y pequeños propietarios, así como en los desempleados se observa un descontento generalizado con los efectos de la política económica del gobierno demócrata y las negociaciones de tratados internacionales. Trump se ha presentado con un discurso confrontacionista frente a los acuerdos comerciales empujados por la gestión de Barack Obama. Esto ha fascinado a desempleados y comunidades dominadas por la pequeña economía.
Sin embargo, Donald Trump se ha encargado de erosionar su propia base electoral y una candidata con alta tasa de rechazo se proyecta como la próxima presidenta de los Estados Unidos. Logrando los demócratas elegir un presidente afroamericano y una mujer en menos de diez años. Esto constituye la entrada a un nuevo ciclo político al interior de USA. En caso de ganar Trump, las élites políticas tradicionales serían derrotadas por alguien considerado sin capacidad de dirigir esta nación, pero que el pueblo lo prefirió a él en lugar de los políticos experimentados desgastados.