El mes de octubre se promueve desde movimientos latinoamericanos como una fecha de reconocimiento a la resistencia indígena y africana en contraposición con la imposición neocolonizante y europeizante que lo excluye.
En nuestro país, en los últimos años se ha forjado un proceso de conexión con las raíces afrocaribeñas y visibilización del cimarronaje en términos históricos y su aporte a nuestra identidad cultural.
La presencia de un movimiento que resalta la presencia del cimarronaje en nuestra cultura supone romper con los prejuicios y estigmas en los que se ha manejado esta categoría en nuestra sociedad. El colonialismo ha dejado muchas huellas en nuestra cultura, una de ellas es el manejo del cimarrón como violento, salvaje dejando de lado lo que fue en realidad el cimarronaje, el enfrentamiento de la esclavitud, la expresión de libertad.
Nuestro sistema educativo ha estado históricamente de espalda a nuestra identidad cultural afrocaribeña
Durante varias semanas en este mes de octubre se han desarrollado distintas actividades culturales virtuales en las que se redimensiona el cimarronaje en su sentido original fortaleciendo la connotación de libertad que ofrece el reconocimiento de la negritud.
Cada año este movimiento de reconocimiento del cimarronaje en las expresiones de nuestra identidad cultural se incrementa y se agregan a él nuevas organizaciones y sujetos sociales. Este proceso cuenta con una proporción importante de jóvenes que reconocen sus raíces afrocaribeñas.
La presencia juvenil en este movimiento es significativa. Encontrar en las nuevas generaciones una población adolescente y joven que cuestiona el racismo y se empodera desde sus raíces afrocaribeñas resulta de vital importancia para los procesos de cambio cultural que necesita nuestra sociedad. A pesar de que la discriminación racial se mantiene con las estigmatizaciones hacia el pelo de origen afrodescendiente en el ambiente laboral, vecinal y educativo, una proporción significativa de jóvenes manifiestan una contracultura en la que se promueve el uso del pelo crespo en su forma natural y los rasgos afrodescendientes en su apariencia física.
El ocultamiento y negación de la negritud como componente fundamental de nuestra identidad cultural ha tenido una fuerte resistencia a través de nuestra historia en la vida cotidiana de los sectores populares. La cultura afrodescendiente y proveniente del cimarronaje se ha expandido a través de los años sostenida en la religiosidad popular, la música, la danza, hábitos alimenticios y prácticas de interacción social en la cotidianidad. En la actualidad se fortalece con el reconocimiento de nuevas generaciones que reclaman su visibilidad y su difusión.
Nuestro sistema educativo ha estado históricamente de espalda a nuestra identidad cultural afrocaribeña. Se hace necesario que la educación formal asuma un rol distinto y reconozca la riqueza cultural afrodescendiente existente en las comunidades favoreciendo así a que el estudiantado adquiera un mayor arraigo hacia la vida escolar desde la inclusión de sus expresiones identitarias.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY