“La calidad teatral del mundo político se había tomado tan patente, que el teatro podía aparecer como el reinado de la realidad”. (Hannah Arendt: Totalitarismo).

Entre el teatro del poder y la realidad a menudo atraviesa una onda insondable que configura o desconfigura la realización humana, esa condición humana de que nos hablara Hannah Arendt, cuando nos expresa en su libro La condición Humana “Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quienes son, revelan activamente su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su identidad física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido de la voz, sin necesidad de ninguna actividad propia. El descubrimiento de “quien” en contradistincion al “qué” es alguien – sus  cualidades, dotes, talento y defectos que exhibe u oculta está implícito en todo lo que ese alguien dice y hace”.

El teatro nos lleva al juego del poder como faceta dinámica del ala intrínseca de la complejidad que forjan la personalidad y las fuerzas sociales, que inciden en una formación social determinada. En los múltiples escenarios que convergen en la estructura social, las relaciones de poder cohabitan con el teatro, con el juego de poder como elementos dinámicos que se entrecruzan en los telones, subiendo y bajando, sin perder la perspectiva y el horizonte de la cima del poder.

La cima del poder es el alcance de la estrategia, la génesis medular de los movimientos y tácticas que los llevan y han de mantenerlo en la razón de ser del teatro verdadero del político. Juego y teatro del poder conforman los eslabones, las tácticas que construyen la cima del poder. En el anfiteatro, que es la antesala de las complejas elecciones dominicanas, la cima del poder no está claro, aun con un año de antelación. Es la primera vez desde el 1966 que teatro y juego de poder no se comportan al unísono para anticipar los actores políticos, los protagonistas estelares.

En el 1966 era claro que Bosch y Balaguer constituirían los actores principales. Para el 1970 era Balaguer el cuasi único candidato con Augusto Lora, muy lejano. En el 1974, Balaguer, al forzar a la retirada el Acuerdo de Santiago, su “hegemonía” se impondría sobre Lajara Burgos. Para el 1978, el horizonte cambió tanto por las fuerzas internas sociales y económicas como el escenario internacional que había cambiado a favor de la alternabilidad: Balaguer y Antonio Guzmán Fernández gravitarían como los dos candidatos a vencer. Triunfó Guzmán.

Para el 1982 dos candidatos se perfilaban: Jorge Blanco y Balaguer, como cara y escudo de una misma moneda. Triunfaría Salvador Jorge Blanco. En el 1986: Jacobo Majluta y Balaguer, eran los dos candidatos más competitivos, los más visibilizados y los que auguraban las encuestas. Balaguer se impondría por un muy estrecho margen y en gran medida por factores no propios de la legitimidad del voto, del respeto a los valores democráticos y libre decisión de la ciudadanía. ¡Más de 40,000 votos observados no se contabilizaron y el resultado fue por apenas menos de un 2.3%, de diferencia!

En el 1990 los tres caudillos de los partidos que conformaban el tripartidismo: Bosch, Balaguer y Peña Gómez fueron a las elecciones. Estaba claro, según todas las encuestas, que los dos candidatos más competitivos serían Bosch y Balaguer. Así fue, Balaguer “se impondría” y Peña llegaría a un tercer lugar. En el 1994, de nuevo los tres caudillos competirían, empero, el escenario electoral cambió. Esta vez Peña Gómez era visto como el virtual ganador por las encuestas. La verdad es que ganó, sin embargo, el fraude electoral impondría a Balaguer. Fue tan ostensible y grotesca la dislocación de los electores en detrimento de Peña, que Balaguer, dada la crisis política, optaría por reconocer el mismo, que en la suscripción del pacto, éste aceptaría elecciones en el 1996, y, con ello, la disminución de su mandato a solo dos años.

En el 1996, con un Balaguer prohibido de competir constitucionalmente y un Bosch enfermo, que era la primera vez que no iba por su partido como candidato, a lo interno del PLD ganaría la candidatura Leonel Fernández quien compitió contra Euclides Gutiérrez y Norge Botello. Leonel en esa ocasión ganó con un 95%. En esa oportunidad los votos eran valorados por organismos, no individualmente. Se perfilaba Peña. En la primera vuelta el candidato del PRD ganaría con un 45.9 y Leonel en segundo lugar con un 38.9. En la segunda vuelta Leonel ganaría con un 51.2. En el 2000, aun con Balaguer rehabilitado constitucionalmente, se perfilaba como ganador Hipólito Mejía. Así fue. Ganó con un 49.8. Danilo quedaría en segundo lugar y Balaguer, muy cercano, con un tercero.

2004: Leonel e Hipólito. Estaba más claro que el agua. Leonel ganó con un 57%. En el 2008, nuevamente, diáfano: Leonel le ganaría a Miguel Vargas, con un 53.8. En el 2012: Danilo e Hipólito. Ellos dos eran los potenciales ganadores, aunque es dable acotar que había más candidatos. No obstante, lo que queremos destacar es como en cada contienda electoral, desde el 1966 hasta hoy, han devenido históricamente dos fuertes candidatos en la supremacía electoral con una clara hegemonía. Solo en 1986 – 1990 y 1994 no se expresaron ese dominio, por la conformación no ya del bipartidismo sino del tripartidismo. El 2012 y el 2016 la situación no varía, el espectro del bipartidismo, alcanzaría su máximo clímax: Danilo-Hipólito. Danilo-Abinader, más allá de las ventajas del primero con respecto al segundo.

La complejidad actual está dada por un conjunto de factores internos y externos: la Ley de Partidos Políticos y con ello, la derivación de cuatro reglamentos y las primarias de los partidos donde la Junta será la protagonista de los procesos internos de los partidos. También, toda la problemática del voto rebote o de arrastre. Independientemente de que no existiera la Ley 33-18, la supremacía constitucional establece el voto directo, tanto en el Artículo 77 como en el 208. ¡Que nadie objetó ni en el 2010 ni en el 2012 ni en el 2016, esa desviación negativa no es óbice para que no se haga como ella demanda! Justo es reconocer que lo hicimos mal. Lo que no se justifica es que lo sigamos haciendo mal, sobre todo, cuando la mayoría de los partidos está objetando el voto rebote, en beneficio de los senadores.

En el PLD, lo que nos dice Mark Penn – Noticias SIN, es que hay 3 potenciales candidatos fuertes. Danilo, Leonel y Margarita. El actual Presidente está impedido constitucionalmente y solo le lleva 6 puntos a Leonel y 7 a Margarita. De avasallar y atropellar al interior de su partido y a la Constitución, es claro, sobre todo por la forma como lo hacen (compras, que implica perdida de legitimidad), se deslizaría aún más su aprobación y con ello, la percepción hacia la democracia, que hoy está en 44, donde llegamos a tener 73 y donde todas las instituciones tienen un balance deficitario.

¡Danilo Medina Sánchez en su teatro del poder, en su juego del poder, que realiza cada semana con los encuentros reeleccionistas y con la sistemática publicidad en los medios, sabe que lo que está en la órbita, al final, es la cima del poder que exige racionalidad y más espíritu de cuerpo. Solo Leonel le garantiza su impunidad!