Es muy bien conocido cómo la Ciencia y la Tecnología han incidido tan positivamente  en la salud y por tanto en la expectativa de vida de los seres humanos. Ya se está hablando de amortalidad pues se proyecta que en cuanto a las enfermedades se reduzca de forma significativa la posibilidad de morir; el problema sería las causas de muertes por accidentes y homicidios. Hasta el cáncer que es una de las patologías más complejas, ya en la actualidad ha encontrado respuesta con la inmunoterapia cuyos resultados para algunos casos parecen milagros, el ejemplo más emblemático es el del ex presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter.

El impacto de la Ciencia y la Tecnología en cuanto a la alimentación es otro caso impresionante, la producción agrícola en su aporte a la economía se ha reducido a menos del 5% del PIB en los países más avanzados,  al tiempo de abastecer una población varias veces superior respecto  a cuando era más del 35% del PIB; y lo único que explica eso es el gran impacto de la Ciencia y la Tecnología; pero hay que decir al mismo tiempo que lo que NO ha podido hacer la Ciencia y la Tecnología  y de lo cual hay una gran cantidad de investigaciones, es cambiar los hábitos de nutrición de la mayoría de las personas e irracionalmente  la respuesta se procura en otros de los grandes progresos como lo es la masiva producción de  medicamentos.

Mirar más allá de la “costumbre” que nos hace ver como casi dados por la naturaleza los resultados de la Ciencia y la Tecnología que  se expresan ampliamente  además en la energía, transporte, comunicación, vivienda, el entretenimiento y menos en la educación aún en el siglo antepasado.

Pero preguntémonos por la dinámica de la Ciencia y la Tecnología, es decir el incesante movimiento que marca sus avances para así entender el relevante papel que puede jugar el Estado en su promoción y desarrollo, en la educación y el rol de nuevos o renovados liderazgos.

Lo que hace progresar permanentemente  la Ciencia es la investigación y a la Tecnología la innovación. De no ser así aún el ser humano no hubiese salido de las cavernas.

Entender desde el Estado  para su fomento la investigación y la innovación y de manera especial su valor y sentido educativo,  es asirse profundamente a actividades realmente trascendentes para el desarrollo humano.

¿Podrían nuestros líderes en sus distintas vertientes y niveles sorprendernos y que amanezcamos un día a partir del cual la investigación y la innovación sean parte de sus agendas?