Para Einstein, la irrupción de las verdades cuánticas fue estremecedor.

Para él era impensable validar ese mundo de locura en la que subpartículas pudieran poseer dos naturalezas concurrentes, corpuscular y ondulatoria. Este estado de irracionalidad caprichosa de los estados cuánticos dio origen a su afamada frase: "¡Dios no juega a los dados!". Llegó incluso a intentar realizar un experimento, el cual fracasaría, para demostrar la invalidez de la cuántica. Bohr, por el contrario, hizo avanzar la física con sus planteamientos sobre la teoría cuántica. Finalmente, en los 70´s la ciencia le daría la razón a este último.

El desarrollo de la ciencia es interesante, porque ésta ha partido de una premisa que considera fundamental: la objetividad. Esta premisa implica el reconocimiento de una dualidad aséptica: el sujeto que investiga y conoce, y el objeto a ser investigado.

La ciencia ha auscultado con tal profundidad los fundamentos constitutivos de los que denomina realidad, que ha encontrado que lo que sostiene su objetividad es la subjetividad. Esto quedó demostrado con el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que básicamente dice que la observación modifica lo observado.

De esta forma, la ciencia se ha topado con una realidad, ahora, no materialista, sino idealista y cuyas implicaciones aun no son recogidas por la filosofía occidental.
La Filosofía, especialmente en su apartado metafísico y ontológico tiene un rezago enorme, y una reticencia absoluta a plantearse nuevas realidades, tal como le sucediera al genio de Einstein.

La filosofía occidental, hoy por hoy y en términos generales, se basa en un modelo netamente dialéctico y dualista. Atrincherado en ese modelo por cientos de años, poco o nada ha avanzado hacia la trascendencia, ya que sus herramientas cognitivas se enmarcan en un estrecho espectro que le otorga la plataforma de la dualidad y relativismo.

Este paradigma sostiene todo un andamiaje dogmático que imposibilita que el ser humano pueda expandir su cognición a otros estadios. La mayoría de nosotros, los seres humanos, solo conoceremos los más básicos estados de la mente, como ser: el onírico, el del pensamiento y el de la fantasía.

La filosofía occidental sigue amarrada a las concepciones de un mundo macroscópico, donde las leyes de Newton se imponen, y en donde no hay antecedentes de que pueda existir la posibilidad de cognición concurrente de naturalezas como sucede en el mundo cuántico… salvo en una excepción.

Y esa excepción la provee la religión, aquella que indica el camino hacia otros estados, como la Observación, la Concentración y la Meditación, en la cual, finalmente y según plantean los grandes sabios y veedores de todos los tiempos, le es dable al ser humano poder reconocer su verdadera naturaleza, aquella que es no dual o no diferenciada, aquella en donde la fuerza cognitiva de la Consciencia no se deposita en un yo que conoce desde su limitación mental de nombres y formas, de manera tal que puede conocer concurrentemente todo el campo donde se reconoce a la misma vez al conocedor y lo conocido…