LO MALO de la guerra es que tiene dos lados. Todo sería mucho más fácil si la guerra tuviera un solo lado. El nuestro, por supuesto.

Y ahí está usted, elaborando un plan maravilloso para la próxima guerra, su preparación, la capacitación para ello, hasta que todo esté perfecto.

Y entonces empieza la guerra, y ¡vaya sorpresa! También parece que hay otro lado, que también tiene un plan maravilloso, y para el cual se ha preparado y entrenado. Y cuando los dos planes se encuentran, todo sale mal. Ambos planes se desbaratan. Usted no sabe lo que va a suceder, cómo seguir adelante. Usted hace cosas que no había planeado.

Y cuando usted ha tenido suficiente y quiere salirse, no sabe cómo hacerlo. Porque es mucho más difícil poner fin a una guerra que comenzar una guerra, sobre todo cuando ambas partes tienen que cantar victoria.

Ahí es donde estamos ahora.

¿CÓMO EMPEZÓ todo? Depende de por dónde se quiera comenzar.

Como en todas partes, todo acontecimiento en Gaza es una reacción a otro suceso. Uno hace algo porque el otro lado hizo algo. Y lo hicieron, porque usted hizo algo. Uno puede desentrañar esto hasta el comienzo de la historia. O al menos, hasta el héroe Sansón.

Sansón, como se recordará, fue capturado por los filisteos, cegado, y llevado a Gaza. Allí se suicidó haciendo caer el templo sobre si mismo y todos los líderes y la gente, mientras él gritaba: “¡Muera mi alma con los filisteos!” (Jueces 16:30)

Si eso suena demasiado remoto, vamos a empezar con el inicio de la actual ocupación: 1967.

(Hubo una ocupación, olvidada, antes que esa. Cuando Israel conquistó la Franja de Gaza y todo el Sinaí en el curso de la guerra de Suez de 1956, David Ben-Gurión declaró la fundación del “Tercer Reino Israelí”, sólo para anunciar, con voz entrecortada unas pocas fechas después, que él le había prometido al presidente Dwight Eisenhower retirarse de toda la península del Sinaí. Algunos partidos israelíes lo instaron a mantener al menos la Franja de Gaza, pero él se negó. Él no quería tener cientos de miles de árabes en Israel.)

Una gran corporación de fomento de puertos holandesa se me acercó discretamente y me pidió usar mis relaciones de amistad con Arafat para que les consiguiera el trabajo a ellos. Insinuaron una gran propina. Me negué cortésmente. Durante todos los años que yo conocí a Arafat, nunca le pedí un favor. Creo que esta fue la base de nuestra amistad un tanto extraña

Un amigo me recordó un artículo que yo había escrito menos de dos años después de la Guerra de los Seis Días, en la que ocupamos Gaza de nuevo. Yo acababa de descubrir que a dos trabajadores árabes de la construcción de carreteras, uno de la Ribera Occidental y uno de la Franja de Gaza, haciendo exactamente el mismo trabajo les pagaron salarios diferentes. Al hombre de Gaza se le pagó mucho menos.

Como yo era miembro del Knéset, hice averiguaciones. Un alto funcionario me explicó que se trataba de una cuestión de política. El propósito era provocar que los árabes abandonaran Gaza y se establecieran en Cisjordania (o en otro lugar), con el fin de dispersar a los 400,000 árabes que vivían entonces en la Franja, en su mayoría refugiados de Israel. Obviamente, esto no salió tan bien, pues ahora hay alrededor de 1.8 millones de árabes allí.

Luego, en febrero de 1969, advertí lo siguiente: “(Si seguimos así) nos veremos ante una terrible elección: sufrir de una ola de terrorismo que abarcará todo el país, o participar en actos de venganza y opresión tan brutales que corroerán nuestras almas y harán que el mundo entero nos condene”.

Menciono esto, no (sólo) para hacer sonar mi propio cuerno, sino para mostrar que cualquier persona razonable podría haber previsto lo que iba a suceder.

LE TOMÓ mucho tiempo a Gaza llegar a este punto.

Recuerdo una noche en Gaza, a mediados de los años 90. Me habían invitado a una conferencia palestina (sobre los prisioneros), que duró varios días, y mis anfitriones me invitaron a quedarme con mi esposa Rachel en un hotel a la orilla del mar. Gaza era entonces un lugar agradable. En la noche nos dimos un paseo por el bulevar central. Tuvimos charlas agradables con la gente que nos reconocía como israelíes. Nos quedamos muy contentos.

También recuerdo el día en que el ejército israelí retiró la mayor parte de sus activos de la Franja. Cerca de la ciudad de Gaza, había una enorme torre de vigilancia israelí, con muchos pisos de altura, cito, “para que los soldados israelíes podrían mirar por todas las ventanas de Gaza”. Cuando los soldados se fueron, subí hasta la cima, pasando a cientos de muchachos felices que iban arriba y abajo como los ángeles en la escalera del sueño de Jacob en la Biblia. Una vez más nos sentíamos contentos. Ellos probablemente sean miembros de Hamas ahora.

Ese fue el momento en que Yasser Arafat, hijo de una familia de la Franja de Gaza, regresó a Palestina y estableció su cuartel general en Gaza. Un hermoso nuevo aeropuerto fue construido, y los planes para un nuevo gran puerto de mar estaban circulando.

(Una gran corporación de fomento de puertos holandesa se me acercó discretamente y me pidió usar mis relaciones de amistad con Arafat para que les consiguiera el trabajo a ellos. Insinuaron una gran propina. Me negué cortésmente. Durante todos los años que yo conocí a Arafat, nunca le pedí un favor. Creo que esta fue la base de nuestra amistad un tanto extraña.)

Si el puerto se hubiera construido, Gaza se habría convertido en un centro comercial floreciente. El nivel de vida habría aumentado considerablemente, la inclinación de la gente a votar por un partido islámico radical habría disminuido.

¿POR QUÉ esto no ocurrió? Porque Israel se negó a permitir que se construyera el puerto. Contrariamente a una de las tareas especificadas en el acuerdo de Oslo de 1993, Israel cortó todos los pasos entre la Franja y Cisjordania. El objetivo era evitar cualquier posibilidad de que se estableciera un Estado palestino viable.

Es cierto que el primer ministro Ariel Sharon evacuó más de una docena de asentamientos a lo largo de la costa de Gaza. Hoy en día, uno de nuestros lemas de derecha es: “Evacuamos toda la Franja de Gaza, ¿y que obtuvimos a cambio? ¡Cohetes Qassam!" Ergo: no se puede renunciar a la Ribera Occidental.

Pero Sharon no devolvió la Franja a la Autoridad Palestina. Los israelíes están obsesionados con la idea de hacer las cosas “de manera unilateral”. El ejército se retiró, la Franja quedó sumida en el caos, sin gobierno, sin ningún acuerdo entre las dos partes.

Gaza se hundió en la miseria. En las elecciones palestinas de 2006, bajo la supervisión del expresidente Jimmy Carter, el pueblo de Gaza ‒como la gente de Cisjordania‒ le dio una mayoría relativa al partido Hamás. Cuando a Hamás se le negó el poder, tomó la Franja de Gaza por la fuerza, con el aplauso de la población.

El gobierno israelí reaccionó imponiendo un bloqueo. Sólo se permiten entrar cantidades limitadas de mercancías aprobados por las autoridades de ocupación. Un senador estadounidense se irritó cuando se enteró de que las pastas se consideran un riesgo para la seguridad y no se permiten allí. Prácticamente nada se dejó fuera, lo que es incomprensible desde el punto de vista de la “seguridad” del “contrabando” de armas, pero claro desde el punto de vista del “estrangulamiento”. El desempleo alcanzó casi el 60%.

La Franja tiene aproximadamente 40 kilómetros de largo y 10 de ancho. En el norte y el este limita con Israel; en el oeste limita con el mar, que está controlado por la marina israelí. En el sur limita con Egipto, que ahora está gobernado por una dictadura antiislámica brutal, aliada con Israel. Como dice el eslogan, es “la mayor cárcel al aire libre del mundo”.

AMBOS LADOS ahora proclaman que su objetivo es poner fin a esta situación, pero quieren decir dos cosas muy diferentes.

La parte israelí quiere que el bloqueo se mantenga vigente, aunque en una forma más liberal. Se dejará entrar las pastas y mucho más a la Franja, pero bajo una estricta supervisión. Nada de aeropuerto. Nada de puerto de mar. Hay que evitar que Hamás se vuelva a armar.

La parte palestina quiere que el bloqueo se elimine de una vez por todas, incluso oficialmente. Ellos quieren tener su puerto y su aeropuerto. No les importa la supervisión, ya sea internacional o por el Gobierno palestino de unidad bajo Mahmoud Abbas.

¿Cómo cuadrar este círculo, sobre todo cuando el “mediador” es el dictador egipcio, que actúa prácticamente como un agente de Israel? Un indicador de la situación es que EE.UU. ha desaparecido como mediador. Después de los esfuerzos inútiles de mediación de paz de John Kerry, en general, se da por descartado en todo el Oriente Medio.

Israel no puede “destruir” a Hamás, como exigen en voz alta nuestros políticos semifascistas (también en el Gobierno). Tampoco es lo que ellos quieren realmente. Si Hamás es “destruido”, Gaza tendría que ser entregada a la Autoridad Palestina (a saber, Fatah). Eso significaría la reunificación de la Ribera Occidental y Gaza, después de todos los exitosos esfuerzos israelíes de larga duración para dividirlos. Nada bueno.

Si Hamás se mantiene, Israel no puede permitir que la “organización terrorista” prospere. La relajación del bloqueo sólo sería limitada, en todo caso. La población acogerá a Hamás aún más, soñando con la venganza por la terrible devastación causada por Israel durante esta guerra. La próxima guerra estará a la vuelta de la esquina ‒ como de todos modos piensan casi todos los israelíes.

Al final estaremos donde estábamos antes.

NO PUEDE haber ninguna solución real para Gaza sin una solución real para Palestina.

El bloqueo debe terminar, abordando adecuadamente los graves problemas de seguridad de ambas partes.

La Franja de Gaza y Cisjordania (con Jerusalén Oriental) deben reunificarse.

Los cuatro “pasos seguros” entre ambos territorios prometidos en el acuerdo de Oslo, por fin se deberán abrirse.

Tiene que haber elecciones palestinas, largamente esperadas, para la presidencia y el parlamento, con un nuevo gobierno aceptado por todas las facciones palestinas y reconocidas por la comunidad internacional, incluyendo a Israel y EE.UU.

Negociaciones serias de paz, basadas en la solución de dos estados, deben empezar y ser concluidas en un plazo razonable.

Hamas debe comprometerse formalmente a aceptar el acuerdo de paz alcanzado por estas negociaciones. Las preocupaciones legítimas de seguridad de Israel deben ser atendidas.

Debe abrirse el puerto de Gaza y permitir que la Franja y todo el Estado de Palestina importe y exporte mercancías.

No tiene sentido tratar de “resolver” uno de estos problemas por separado. Todos deben ser resueltos conjuntamente. Se pueden resolver juntos. A menos que queramos seguir dando vueltas y vueltas, de una “ronda” a la siguiente, sin esperanza ni redención.

“Nosotros” -israelíes y palestinos, atrapados para siempre en un abrazo de guerra.

O hacer lo que hizo Sansón: suicidarnos.