La cultura es el único medio de ser libres. José Martí.
Estamos contemplando hechos y cosas que, desgraciadamente, están alarmando a muchos, inclusive, a tantos que desconocen los intríngulis que se manejan diariamente, cual si fuesen productos del azar y no de acciones y hechos que se produjeron hace tiempo y que al través del mismo, han ido evolucionando hacia las consecuencias que prácticamente a diario estamos viendo y sintiendo. A pesar de que, en innúmeras ocasiones, lo obvio, no necesariamente se percibe y mucho menos se ve, por eso, reiteramos que aquellas “indelicadezas”, provocadas por unas huestes sin hiel, trajeron estas desgracias institucionales.
Lo peor de todas estas situaciones, son solo el producto del descalabro, lento, pero continuo, de la institucionalidad, dentro del Estado en general. Claro resultado de descaradas permisividades y falta de interés, de quienes, en su momento, han llevado las riendas del Poder. La falta de autoridad que hoy padecemos, producto del descalabro institucional, se manifiesta de manera increíble, en estamentos que son difíciles concebir ocurran dentro de las mismas. Las acciones, gestos y actitudes positivas, son más bien, cosas extrañas, como si el miedo fuera el patrón, y que ha ordenado, que el clientelismo vulgar, corrupto y cobarde, sea lo que nos rija como Nación. Esto, da la sensación, de que el miedo a mandar, paraliza a determinados segmentos, llamados a ejercer el monopolio de la violencia.
Por eso me gustó sobremanera el gesto del Presidente, con su manoteo, al referirse al cumplimiento de las leyes, sin miedo. Eso, simplemente, inspira y se contagia, porque si todos cumpliéramos con lo establecido y, las autoridades las hicieran cumplir a todos aquellos que se creen por encima de ella, hace tiempo se hubiesen acabado los caciques políticos, la impunidad y el blindaje político, que no son de ahora; fuesen ya historia, algo así como un periódico de ayer, de esos que ya a nadie le interesa leer, al decir de la canción aquella.
A muchos que viven del cuento o del tigueraje, que se enganchan a la política, a las Fuerzas Armadas o la Policía Nacional, normalmente les va bien, porque son oportunistas –el solo escribir esta palabra, me produce asco- y si esa palabra viniese sola, quizás fuese algo pasable, pero no es así, ya que es peor cuando se junta con “descaro”, porque debido a lo endeble de las instituciones, logran permanecer dentro de las mismas, haciendo y deshaciendo con su comportamiento barrial o ese lenguaje servil; todo esto, para siempre estar en buenas con aquellos jefes que son iguales o peores a ellos.
Al referirnos al cómo se deterioró la disciplina y la institucionalidad en estos organismos, en uno más que el otro, es solo una muestra de todas las demás que conforman el Estado. Hace muchos años, pero acelerados hasta el límite en los dos últimos períodos de gobierno, fue que se inició este problema que hoy nos estrangula, física, moral y espiritualmente.
Porque en la Milicia, el entrenamiento era la norma, ya que en él, cual fuerte portento, se sustentaba la disciplina, la misma sobre la que se erigían todas las demás estructuras institucionales. Pero, en primer lugar, como causal del desastre, apareció el CEA-CORDE, que cual cáncer maldito inicio una metástasis que hoy repolla de improviso ante las situaciones más absurdas y que en apariencia no debían suceder, con elementos entrenados para esa fajina. Después, cual si fuese la covid-19 que nos ataca hoy, vinieron las acciones corruptas y abusivas del desacreditado Cuerpo de Ayudantes Militares (CAM), hoy llamado Cusep, y por último, pero no menos infecciosa, las actuaciones de toda una camada de políticos. Y vaya usted a ver quiénes fueron que llevaron a cabo esta OPA de compasión.
Y ahora, que estamos bajo esta nueva realidad – o relativamente nueva- en la cual estamos viviendo, sería bueno recordar un viejo adagio que viene de la revolución norteamericana, atribuida a Benjamín Franklin: “O nos colgamos todos del brazo o nos colgarán por separado. Si no nos mantenemos unidos, amigos míos, nos hundirán a todos”. Porque quizás, solo seamos una sociedad llena de orgullos, de héroes y principalías que no nos han costado ningún sacrifico, pero, carente de todos los demás atributos, que deberíamos tener como Nación. ¡Sí señor!